Andrés Di Tella lector de Ricardo Piglia

De los cuadernos de Ricardo Piglia podría extraerse un relato, o también, como lo hizo Andrés Di Tella con 327, un documental. 
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“Releer mis ‘cuadernos’ es una experiencia novedosa, quizá se pueda extraer, de esa lectura, un relato. Todo el tiempo me asombro, como si fuera yo otro, (y es lo que soy)” anotaba Ricardo Piglia el 31 de diciembre de 1964. Fue en 1957, en Mar de la Plata, destino obligado tras escapar de Adrogué, ciudad principal del partido Almirante Brown a pocos kilómetros de Buenos Aires, cuando a los 16 años Piglia comenzó a escribir su primer cuaderno. El primero de 327, número que no por casualidad da título a la película documental de Andrés Di Tella, presentada en el Festival de San Sebastián. No sabemos si aquella anotación a pocas horas de fin de año descubren al primer Piglia lector de sí mismo. De lo que no cabe duda es que esa lectura de los cuadernos fue casi una premonición de la relectura que casi cinco décadas después, de regreso en Buenos Aires tras sus años de docencia en Princeton, volvería a realizar Piglia: anotaciones que, como se observa en la primera parte ya publicada por Anagrama –Los diarios de Emilio Renzi. Años de formación– no responden al género diarístico habitual y se tratan más bien de un work in progress ensayístico. Los diarios de Emilio Renzi son la elaboración –consciente o inconsciente– de una poética a partir de la cual el autor argentino construiría y erigiría su obra novelesca y más propiamente ensayística.

Como ya intuía Piglia en 1964, de aquellos cuadernos se podía extraer un relato, un relato en el que el yo pigliano se convierte en otro; “me asombro, como si fuera yo otro, (y es lo que soy)” anotaba entonces. Ahora ese otro, entonces anónimo, lleva el nombre de Emilio Renzi, álter ego y transposición del escritor argentino: rostro anónimo a través del cual Piglia se reconstruye a la vez que el lector reconstruye al autor. Algunos meses antes, el 4 de julio de 1964, el joven Piglia anota una cita de Franz Kafka: “He entrado en la literatura cuando he podido sustituir el ‘él’ por el ‘yo’”. Piglia añade el siguiente comentario: “En mi caso podría decir: he entrado en mi autobiografía cuando he podido vivir en tercera persona”. “Piglia”, señala el director Andrés di Tella, “le entrega su vida a un personaje de ficción, lo cual le da libertad para tratar su propia vida como si se tratara, justamente, de la vida de un personaje de ficción”. Y es a partir de esta entrega, a partir de este juego entre identidad y alteridad, Andrés di Tella elabora su documental 327 cuadernos: se trata de un filme que se adentra en el proceso de lectura –que, pronto se convierte, como todo acto de lectura, en reescritura– de los cuadernos por parte del propio Piglia para convertirse en una indagación acerca de la propia actividad lectora. 327 cuadernos podría definirse como la lectura de una lectura. “Através de esta película y a través del diario de Piglia, me propuse hacer un experimento de enunciación: hablar de mi experiencia personal, de mi propia intimidad, a través de la experiencia personal y el registro íntimo de otro. Al hablar a través de otro, probar si es posible expresar lo que uno no sería capaz de decir de su propia experiencia, en nombre propio, en primera persona del singular”. Si Piglia habla a partir de Renzi, Di Tella habla a partir de Piglia, en un ejercicio de enunciación que el director de cine ya propuso en su documental en torno a la figura de Macedonio Fernández y realizado en colaboración con Piglia, –seguramente el principal responsable de la recuperación literaria de quien Borges definió como su maestro. En aquel documental, era Emilio Renzi quien hablaba. A través de él Di Tella y Piglia seguían los pasos de Macedonio por la Buenos Aires de inicios del siglo XX y, asimismo, a través de Macedonio Di Tella y Piglia ensayaban su propia biografía literaria y cultural: “la literatura es siempre autobiográfica y, al mismo tiempo, es el lugar en el que siempre es otro el que habla. La literatura sería ese desplazamiento, esa toma de distancia con respecto de la palabra propia. Hay otro que dice eso que, quizá, de otro modo no se puede decir”.

Si algo define la literatura de Ricardo Piglia es precisamente el desplazamiento, esta “toma de distancia con respecto de la palabra propia”, algo que Di Tella ejecuta de forma magistral. Huyendo del biopic y de la autobiografía referencial, el trabajo de Di Tella bien podría definirse como un ensayo hermenéutico en torno a la poética de Ricardo Piglia, un ensayo que tiene como punto de partida la toma de distancia del propio autor con la propia palabra: releer los cuadernos, en un acto interpretativo y de reescritura, es enfrentarse con la propia palabra y con la temporalidad de la misma. “No es fácil enfrentarse al pasado”, señala Piglia, para quien la relectura de estos cuadernos, como indica Di Tella, “es un proyecto de vida”. Los cuadernos, cuya publicación completa está todavía pendiente, completarían la obra –Piglia afirmó son su última obra– del escritor argentino y, paradójicamente, son la escritura primera y a la vez la escritura última, la escritura que dio lugar a toda su producción y, a la vez, la escritura en la que se reúnen todos los hilos narrativos, poéticos y ensayísticos que, como una inmensa y seductora trama, Piglia ha ido tejiendo a lo largo de los años. Por todo ello, el documental de Andrés di Tella se convierte por un lado en una de las mejores lecturas críticas de la obra de Piglia y, por el otro lado, en parte esencial de esta obra total de Piglia, una obra que abraza los diarios a la vez que incluye, y no solo de forma tangencial, el documental 327 cuadernos. El filme de Andrés Di Tella es, en resumen, una lectura de la lectura o, también, un work in progress, una precuela y a la vez un ensayo introductorio de Los diarios de Emilio Renzi, llamados a ser una de las grandes obras narrativas de la literatura argentina del siglo XXI. 

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