Battle Royale

Luis Reséndiz reseña Battle Royale, una espeluznante película japonesa de la década pasada, heredera directa de El señor de las moscas de William Golding.
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Las ideas del cine oriental fueron, quizá, las más interesantes que llegaron a nosotros en la década pasada. Vía el anime y el manga, llegamos al cine y nos asombramos ante el atrevimiento de esos cineastas. La colección de cine oriental ha regalado joyas de género (una especialidad del cine japonés) y una de las propuestas más subversivas –y fascinantes- fue,  hace ya diez años, Battle Royale.

 

Basada en una exitosa novela de Koushun Takami – que abrevaba tanto en Dos años de vacaciones, de Verne como El señor de las moscas, de Golding –  y situada en un Japón de una historia alternativa, Battle Royale cuenta cómo el gobierno japonés, movido por los boicots estudiantiles, selecciona anualmente y al azar a una clase de alguna preparatoria para llevar a cabo un juego. Una variante macabra de 'las escondidas' que consiste en secuestrar a los alumnos, llevarlos a una isla desierta, proporcionarles todo tipo de armas – desde un bat hasta una metralleta – e imponerles reglas que los orillen a matarse unos a otros. Este juego es lo que se conoce como 'combate real'.

 

Partiendo de esta premisa, Kinji Fukasaku – conocido por Tora! Tora! Tora!, y la legendaria cinta yakuza Jingi Naki Tatakai, 'Battles without honor and humanity' – toma su distancia del material original de Takami y nos muestra con sadismo el desarrollo del juego: los estudiantes, inicialmente asustados y renuentes, se transforman  rápidamente en seres astutos y  sin escrúpulos, asesinando a sus mejores amigos, a desconocidos y a prácticamente cualquiera que se les ponga enfrente, en una insólita batalla por la supervivencia. La sangre, como es común en muchos exponentes del cine oriental, se desparrama en cantidades exageradas. No obstante, esto no es lo más relevante de Battle Royale. Su importancia radica en las preguntas acerca de la naturaleza humana que deja sobre la mesa: ¿es capaz un ser humano promedio –un niño, incluso- de asesinar a cualquiera empujado solamente por un instinto de supervivencia? ¿hasta dónde llega nuestra capacidad de compasión y empatía cuando tenemos un arma en las manos y otro ser humano desvalido frente a nosotros?

 

El tema ha sido objeto de múltiples revisiones. Jorge Volpi lo visitó en su novela Oscuro Bosque Oscuro hace apenas dos años.  Oliver Hirschbiegel hizo lo mismo en la brillante Das Experiment, de 2001, y Michael Haneke retomó el discurso en Das Weisse Band, estrenada, curiosamente, el mismo año que la novela de Volpi. La particularidad de estas tres obras es la visión alemana del asunto: todos catalogamos a la Alemania nazi como una potencial cuna de atrocidades sin fin, y la ficción nos ha ayudado a perpetuar esta idea. La visión que Battle Royale muestra es distinta (y, en tantos sentidos, similar a la actual circunstancia mexicana): un mundo lleno de crimen, inseguridad y desempleo. ¿Qué tan lejos están los alumnos de Battle Royale, asesinando bajo presión y llegando a disfrutarlo, del caso de 'El niño sicario'?

 

Como buena pieza de ficción, Battle Royale no responde preguntas: plantea nuevos e interesantes cuestionamientos.¿Está la semilla de la maldad plantada en cada uno de nosotros desde que nacemos? Los niños del Japón ilusorio de Battle Royale – que ahondan aún más en el tipo de comportamiento que caracterizó a sus predecesores británicos: los protagonistas de la obra de Golding – con uniformes escolares cubiertos con la sangre de sus compañeros otorgan, por sí solos, una inquietante respuesta. 

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Luis Reséndiz (Coatzacoalcos, 1988) es crítico de cine y ensayista.


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