En una época plagada de convenciones ancladas, de clichés sonoros y visuales, cualquier propuesta que sacuda el lenguaje cinematográfico es bienvenida. A través de la música, que se utiliza como guía y estructura de persecuciones de autos, formando una coreografía y marcando un ritmo, la más reciente película de Edgar Wright refresca el cine de acción y, a su manera, el género musical.
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De vez en cuando aparece una película que, sin ser un parteaguas, refresca un género saturado. Es el caso de esta, la más reciente del británico Edgar Wright.