El
primer padre airado, los primeros hijos desobedientes, estรกn
en la cuna de todos los relatos, y la historia de un dios que castiga
la ingratitud de sus criaturas, desdeรฑosas del paraรญso
regalado por buscar su propio territorio de incertidumbre, no ha
dejado nunca de acompaรฑarnos con sus ribetes de culpa y de
tentaciรณn. La literatura ha sido la caja de resonancia de ese
apรณlogo bรญblico, y Edipo, Hamlet y Segismundo (no sรณlo,
naturalmente, los de Sรณfocles, Shakespeare y Calderรณn)
forman la trรญada seminal de โhijos terriblesโ de nuestra
imaginaciรณn. El cine, siempre a la escucha de los grandes
textos, ha filmado con mayor o menor literalidad esas figuraciones de
la conciencia infeliz, en una lรญnea que va, por citar dos
hitos, de la agรณnica condiciรณn filial de los โrebeldes
sin causaโ de Nicholas Ray a la atormentada cadena del ser
patriarcal del รบltimo y extraordinario film de Ingmar Bergman,
Saraband.
Cocteau
fue por supuesto el forjador del concepto de terribilitร
familiar en dos excelentes obras literarias, Les
enfants terribles, novela despuรฉs adaptada al cine
por Jean-Pierre Melville, y Les
parents terribles, pieza teatral. Dos recientes pelรญculas
francesas han explorado los infiernos domรฉsticos de la
relaciรณn paterno-filial desde รกngulos distintos, al
mismo tiempo que se estrenaba la original propuesta fรญlmica de
Augusto M. Torres Las
pelรญculas de mi padre, falso documental en el que
una hija que este escritor y cineasta madrileรฑo nunca tuvo,
investiga โentrevistando a personas reales y mostrando fragmentos
de las cintas que Torres โsรญโ realizรณโ la
personalidad de su supuesto padre y a travรฉs de ella la
naturaleza de sus ficciones. En Mi
hijo (Mon fils,
2006, ganadora el aรฑo pasado de la Concha de Oro en el
festival de San Sebastiรกn), el director Martial Fougeron
arranca con una bellรญsima escena en la que la madre (Nathalie
Baye) y Julien, el hijo adolescente, bailan en el salรณn del
hogar con la alegrรญa sensual de una pareja de enamorados, pero
lo que se anuncia como una variante mรกs del tema del
idolatrado hijo y la madre posesiva va adquiriendo una dimensiรณn
patolรณgica y hasta criminal. El niรฑo Julien se pierde
en el tupido ramaje del amor materno, y la madre planea como un
asesinato la anulaciรณn del hijo que empieza a mostrar rasgos
de individualidad ajenos a la tutela; busca ella entonces la
complicidad del padre, ausente y absorto en el amor a sus libros y
trabajos acadรฉmicos, y sin dejar de amar a Julien le degrada y
maltrata, del mismo modo que el rey Basilio infantilizaba y recluรญa
en solitario a su hijo Segismundo (en La
vida es sueรฑo) por el temor a su fatal rebeldรญa.
Mi hijo acaba con
un ajusticiamiento que, contra todo pronรณstico, es el hijo
quien ejecuta contra la madre; el acto, sin embargo, serรก
fallido, como tantas de las iniciativas de repudio o huรญda que
se producen en los espesos tejidos del amor familiar.
Propiedad
privada (Nue
propriรฉtรฉ, 2006), coproducciรณn
franco-belga y segunda pelรญcula del cineasta bruselense
Joachim Lafosse, presenta la figura de una madre (la siempre
estimulante Isabelle Huppert) que ha superado la enfermiza
dependencia de sus dos hijos varones sin ahogarles ni tampoco
negarles un amor que incluye las ancestrales tareas de la
alimentaciรณn y el arreglo domรฉstico. Pero estos hijos
โque son gemelosโ han cumplido sobradamente los veinte aรฑos
y siguen viviendo bajo el techo familiar sin hacer otra cosa que ver
la tele, comer y recibir dinero semiclandestino de un padre que, tras
divorciarse de la madre, ha creado otra familia. En esta historia, el
desdoblamiento es la clave; los muchachos siguen compartiendo la
baรฑera y enjabonรกndose el uno al otro como de niรฑos,
pero uno de los gemelos, Thierry, no puede soportar que su madre
sostenga una relaciรณn con un vecino y planee la venta de la
casa donde los tres forman un nรบcleo mรกs tribal que
sentimental. El otro, Franรงois, posee un perfil edรญpico
muy nรญtido, lo cual le lleva al enfrentamiento con su alter
ego fraterno y tambiรฉn conduce a un desenlace de
una violencia en este caso incruenta, parabรณlica, que hace
pensar en los versos de Cernuda: โLa casa familiar, el nido de los
hombres,/ Inconsistente y rรญgido, tal vidrio/ Que todos
quiebran, pero nadie doblaโ.
Propiedad
privada y Mi hijo
nunca llegan a trascender narrativamente la audacia de sus
planteamientos digamos ideolรณgicos. Pero no importa. La
temรกtica nunca perecerรก, y no sรณlo por la
durabilidad de los atavismos en el seno de la familia. El cine es un
arte filial al que de vez en cuando el fantasma de su paternidad
literaria le saca de la cama para recordarle que tiene una misiรณn
por cumplir: vengarle ante la corte, es decir, ante el gran pรบblico,
sin traicionar estรฉticamente su relato. ~
Vicente Molina Foix es escritor. Su libro
mรกs reciente es 'El tercer siglo. 20 aรฑos de
cine contemporรกneo' (Cรกtedra, 2021).