Desde la primera frase que escuchamos en Hispanoamérica, película documental de José Luis López-Linares estrenada en cines el pasado viernes 12, quedan sus cartas sobre la mesa. Toda una tesis: se ha impuesto un “relato” de la hispanidad que es falso y muy peligroso y que hay que desmontar haciendo el relato correcto. Hispanoamérica, la película, será ese relato. Se trata de una tesis deudora del libro Imperiofobia y la leyenda negra, de Elvira Roca Barea, que le dio la vuelta a nuestras creencias más comunes y un tanto vagas sobre la llegada de los españoles a América y ya influyó en el anterior documental de López-Linares, España, la primera globalización. Para los que no estén familiarizados con nada de ello, según la espita abierta por Roca Barea los españoles nos hemos tragado una “leyenda negra” fabricada por los competidores del imperio español. Nadamos en el relato del enemigo y cada poco nos fustigamos con él. Tampoco debe escapársenos que quienes hoy manosean políticamente ese relato oscuro suelen ser representantes y actores de la izquierda política. López-Linares viene, con esta película, a hacernos el relato contrario, nada menos.
La película, sin embargo, es mesurada. Se evita la celebración triunfalista, no se incurre en elogios patrióticos excesivos ni impostados. Más bien, el relato “cierto” que propone López-Linares consiste en enumerar todo aquello que nos une a lo largo de la historia, es el relato de lo común entre españoles e hispanoamericanos. Se trata de un tipo de documental que, formalmente, se ciñe a lo que precisan sus financiadores, por ejemplo, TVE. Es decir, un lenguaje claro, un discurso nítido y ordenado: lo que se puede emitir por televisión sin mayores problemas. Y ello lo cumple a la perfección por medio de entrevistas a personalidades y la ordenación de cada uno de los fragmentos de las intervenciones que han sido seleccionados para obtener, finalmente, el discurso que el director quiere ofrecer a los espectadores. Va sumando declaraciones, juntándolas con el propósito de dar un solo discurso, que es el relato. En este sentido es un acierto, además, que el peso de las voces escogidas provenga de Hispanoamérica. El relato no nos lo hace un grupo nacionalista español, o al menos así lo percibimos. Se pretende cierta objetividad y, sobre todo, se procede mediante datos históricos que son de consenso a ambos lados del Atlántico. Intervienen Martha Vera (EEUU), Pedro Pablo Alayza (México), Juan Valderrama (España), Guadalupe Codinach (México), Elisa Quijeiro (México), Adelaida Sagarra (España), Dalmacio Negro (España), Carlos Vives (Colombia), Alejandro R. de la Peña (España), Raquel Maldonado (Bolivia), Manuel Lucena (España), Ramón Mujica (Perú), Enrique Krauze (México), Alfonso Borrego (EEUU), Carlos Leáñez (Venezuela), Andrea M. Baracs (México), Susana Cordero (Ecuador), Carmen Iglesias (España), Marcelo Gullo (Argentina) y Juan M. Zunzunegui (México). Se trata de una pluralidad de voces en distintas materias.
Uno no puede sino sentirse muy a gusto con lo que el documental le transmite, puesto que se trata de la misma sensación que tenemos cuando nos encontramos entre peruanos, mexicanos, venezolanos, argentinos, ecuatorianos, colombianos, etcétera: somos lo mismo y resulta gratificante comprenderlo. Es algo con lo que, personalmente, estoy en sintonía. Lo que el documental viene a hacer es relatarnos por qué esto lo sentimos así, positivamente, y, el primer hito relevante que menciona tiene como protagonista a Isabel la Católica, que optó por el mestizaje desde un primer momento: no exhortó a la aniquilación del otro, sino a convivir con él y a casarse con él, un hecho cuyo resultado, cuando hoy miramos a las dos Américas y las comparamos, salta a la vista. Es cierto que no hay nada que nos iguale más que hacer familia con el otro, el mestizaje, que fue lo que los españoles y los nativos americanos hicieron mayormente, por arriba, entre sus élites, para hacer solo una. No lo que hoy llamaríamos multiculturalismo, no, el mestizaje es un suceso intercultural, se trata de interculturalismo. Entre las monarquías europeas, el matrimonio entre unos y otros, estratégico, era una fórmula benigna de anexarse la representatividad de varios pueblos. Así se hizo en la América que los españoles encontraron. En este sentido, al señalarlo y conferirle importancia, Hispanoamérica es todo un elogio del mestizaje. También lo es de lo común, de lo que nos une, de lo que nos iguala, y lo es muy especialmente a través de la música y la arquitectura que surgió del encuentro.
Si por algo trasciende Hispanoamérica es porque trata de contener lo incontenible, un vasto pedazo de territorio e historia en común, y mediante las partes al menos sí se sugiere mucho de lo que no está en la película, un todo abrumador e inabarcable. Por lo demás, se trata de cine “programático”, y esto es algo que comparte con la inmensa mayoría de las películas que actualmente se estrenan en nuestra cinematografía, una cinematografía decididamente más empeñada en resultar útil a causas e ideas políticas que en desarrollarse como la expresión artística que podría ser. Es tal la militancia, el deseo de servir del “cine español”, que tal vez por eso un año más no hay representación española a competición en Cannes.