How to survive a plague

How to survive a plague narra una historia de conmovedora heroicidad y rescata del olvido a muchos hombres y mujeres sin los cuales hubieran muerto millones –literalmente millones- de enfermos de Sida. 
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Parte de la actual gira Ambulante de documentales, How to survive a plague narra la historia de un grupo de hombres y mujeres, muchos de ellos infectados con el virus del VIH, quienes, en el punto más álgido de la epidemia de Sida en Nueva York, crearon el grupo Act Up, a través del cual exigieron que los medicamentos creados por las grandes empresas farmacéuticas salieran rápidamente al mercado y se distribuyeran con mayor eficacia para salvar la vida de millones de infectados. La fuerza del documental radica en la cantidad de material original con el que David France teje la historia de Act Up y, más adelante, de la célula de activistas que se desprende de ella, llamada TAG. Enfrentados a un gobierno sordo, con presidentes que prefieren jugar golf que atender el drama de una epidemia, los miembros de Act Up toman las calles, organizan marchas y protestan frente a las instalaciones no solo de las diversas farmacéuticas sino de la Federal Drug Administration. Los logros de aquel movimiento forman la médula del documental de France, un fuerte testimonio de un momento crítico en la historia reciente de Estados Unidos.

                France solo recurre al presente para utilizar entrevistas con miembros del movimiento y de la industria farmacéutica cuyas decisiones impactaron lo que más adelante ocurriría con los medicamentos destinados a prolongar la vida de los enfermos de SIDA. El resto de la cinta transcurre en el pasado, siguiendo las diversas protestas, entrevistas, reuniones y planes llevados a cabo por Act Up: una auténtica mina de oro de material. Sin embargo, es una lástima que France use tantos testimonios cuyo único propósito es narrar lo que ocurrió y, de esa manera, eluda explorar la mente de los hombres y mujeres que conformaron el grupo. How to survive a plague registra las causas y efectos del movimiento, pero parece poco interesada en sus protagonistas. Lo único que France nos entrega son videos caseros de uno de sus miembros: un hombre de familia, infectado, padre de una hija, quien se divorció después de salir del closet. Estos breves vistazos a la vida de uno de los activistas resultan insuficientes y, peor aún, arbitrarios. En un intento manipulador por ocultar hasta el final la identidad de la mayoría de los miembros de Act Up que sobrevivieron esa oscura época entre los ochenta y los noventa, France nos niega la posibilidad de escuchar el testimonio de Peter Staley, el auténtico protagonista del documental. Salvo por un breve resumen de su vida previa a contraer el Sida, prácticamente no aprendemos nada de él durante la película. Desgraciadamente, lo mismo ocurre con otros activistas. Los vemos en acción, pero jamás los escuchamos.

                How to survive a plague narra una historia de conmovedora heroicidad y rescata del olvido a muchos hombres y mujeres sin los cuales hubieran muerto millones –literalmente millones– de enfermos de Sida. Por lo tanto, es una pena que France parezca embebido con lo que estos activistas lograron y olvide que, sin importar qué tan increíble sea la historia en pantalla, la audiencia entra a la narrativa de la mano de personajes tridimensionales. Queda clara la complejidad y la importancia de la empresa que registra How to survive a plague. Lo que no encontramos en pantalla es el alma de los hombres que hicieron posible un milagro como este. 

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