La comedia en tiempos de Berlusconi

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Una mariposa amarilla entra revoloteando en una casa donde tres generaciones de una misma familia viven doloridamente la ausencia de uno de sus miembros, un hijo ahogado en el mar; la madre (que también es abuela) intenta coger al insecto, en quien ve –haciéndose eco de una leyenda popular– al espíritu superviviente del hijo muerto. Pertenece la escena, una de las más hermosas que he visto en los últimos tiempos, al excelente film japonés de Hirozaku Kore-eda Aruitemo, aruitemo, aquí titulado, en una de las habituales veleidades anglófilas de nuestros distribuidores, Still Walking. Estuvo en competición, sin reconocimiento, en el último festival de San Sebastián, donde una película turca también materno-filial, la muy inferior La caja de Pandora, ganó los dos premios mayores, la Concha de Oro a la mejor película y la de Plata a la mejor actriz, concedida a la nonagenaria Tsilla Chelton, que interpreta a una campesina aquejada de Alzheimer.

El estreno comercial de ambas, sin éxito de público, ha coincidido con el de otra que, pese a la modestia de su lanzamiento (31 copias en exhibición nacional) está siendo uno de los sleepers de la temporada: me refiero a Vacaciones de Ferragosto (Pranzo di ferragosto), escrita, dirigida e interpretada por Gianni di Gregorio. Muy corta de metraje (75 minutos), de presupuesto y de inspiración, pues se centra prácticamente en un solo decorado y en una sola situación, la acogida temporal (pero tal vez no) de varias ancianas, madres de amigos, en la casa de un hijo maduro y soltero que vive con su vetusta y mandona progenitora, Vacaciones de Ferragosto gusta tanto al público (en Italia fue un hit) por malas y buenas razones, lo cual quiere decir que se trata de un trabajo complaciente pero muy bien hecho, dentro de un género que todos agradecemos y en gran parte añoramos, la comedia. Y nada menos que la comedia italiana.

Claro que la Italia de hoy no es aquel país donde, aun en el vértigo de sus gobiernos de corta duración, sus cristianos políticos trapaceros y su papado mangoneante, se produjo, emanada del neorrealismo, un tipo de comedia social de tintes negros, agridulce y crítica, que tuvo en Pietro Germi, Dino Risi, Luigi Comencini, Mario Monicelli, Ettore Scola o el propio Fellini de la primera época magníficos directores y, delante de sus cámaras, a actores cómicos de la talla de Vittorio Gassman, Alberto Sordi, Totó, Ugo Tognazzi, Vittorio de Sica o Nino Manfredi, citando unos pocos. Una comedia fílmica pre-berlusconiana, por así decirlo, y diciéndolo en un doble sentido figurado; anterior al país de rampante vulgaridad retrógrada que es hoy aquella república demediada, y anterior al imperio contaminante de Tele Cinque, creado y moldeado a su figura por el mismo jefe de estado aún en ejercicio. Como era de esperar, incluso en esta época de decadencia italiana, el berlusconismo estético y moral ha tenido sus detractores burlescos en el cine, pero así como la izquierda política no ha sabido encontrar las vueltas electorales al para-fascismo del régimen de Il Cavaliere, tampoco los cineastas de talento, con Nanni Moretti a la cabeza (su Il caimano es una película fallida), han dado con el antídoto cómico que en la época dorada del género supusieron películas como El oro de Nápoles (de Sica), Vida difícil o La escapada (Risi), Todos a casa (Comencini) y Divorcio a la italiana (Germi).

Así que hay que contentarse viendo con sonrisa plácida Vacaciones de Ferragosto, esta breve sit-com cinematográfica que bien podría ser el capítulo de una tele-serie de calidad estándar, con buenos actores y diálogos y una moderada malicia costumbrista en el desarrollo de la reducida trama. El empequeñecimiento respecto a los títulos de la histórica comedia italiana no es sólo de medios, de metraje y de intención. Las ancianas glotonas, desvariadas y a la postre simpáticas escogidas de fuera de la profesión por el director de Vacaciones de Ferragosto no tienen el carisma ni la gracia de –por citar a una vieja genial de entonces– Tina Pica, pero, aunque es un actor austero y eficaz en el registro cómico, tampoco, ¡ay!, Gianni di Gregorio aspira al rango de un gran mattatore del género sinvergüenza como lo fueron Gassman o Manfredi, ni llena el perfil del acomplejado uomo ridícolo que supieron crear magistralmente Sordi o Tognazzi. Quizá, pensándolo bien, ningún actor ni guionista actual tenga la capacidad de emular en lo grotesco a ese histrión llamado Silvio Berlusconi. ~

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Vicente Molina Foix es escritor. Su libro
más reciente es 'El tercer siglo. 20 años de
cine contemporáneo' (Cátedra, 2021).


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