Marca personal a Breaking Bad: To’hajiilee

Los siguientes capítulos de Breaking Bad ya no pueden descender del nivel cinematográfico aquí alcanzado. Hacerlo sería una traición: a sí mismos y a sus espectadores.
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1.

En esta serie de recaps se había esbozado ya una teoría: que Breaking Bad es una serie que funciona más por entregas que en el gran arco. Pensemos en Dead Freight –quizá el mejor capítulo de la serie—: parte importante de ese episodio es también una prolongación, como en esta temporada; parece que se busca deliberadamente retrasar, sea por cuestiones de suspenso o cuestiones comerciales o una mezcla de ambas, la llegada del trágico desenlace. En eso se parecen ese episodio y esta temporada: ambas han pretendido demorar el paladeo del momento. En lo que no se parecían hasta ahora era en la ejecución de ese retraso: en Dead Freight todo encajaba, perfectamente cronometrado; los más recientes episodios de Breaking Bad, por el contrario, parecían improvisados por momentos, forzados, sin matices o riquezas.

2.

Es innegable que esta temporada tardó bastante en empezar: pocas cosas sustanciosas que hicieran avanzar la trama o que aportaran a la riqueza audiovisual de la serie sucedieron durante los primeros episodios, que parecían un rodeo, un retraso del enfrenamiento entre Walter y Hank. Pero, como ya se ha dicho, la televisión es también un elogio de la paciencia: en las buenas series, quien logre permanecer el tiempo necesario, el tiempo que le exige el programa, verá recompensada su espera. Este episodio fue la recompensa de esa paciencia: después de una mejora notable en el anterior, Rabid Dog, aquí estallan las consecuencias que estábamos esperando.

3.

Aspectos de riqueza del episodio: la humanización de Todd. Uno podría preguntarse “¿por qué humanizarlo a él en este momento?” y la respuesta me parece sencilla: porque es algo que le da una capa extra de profundidad a la serie y al personaje, porque lo vuelve ambiguo y, en consecuencia, más rico, más complejo. El detalle del lápiz labial es, además, romántico y enfermizo a partes iguales.

Más riqueza: el encierro de Todd al recibir la llamada de Walt:

Y el doble engaño de Hank con el mismo recurso, primero a Huell:

Y luego a Walter:

También pudimos ver a Walter encerrado. ¿Premonición de su final o falsa alarma?

Hay una teoría –llamada “de los colores”— dando vueltas por internet. Personalmente, no me parece especialmente compleja: no hace nada más que señalar que algunos personajes y situaciones de Breaking Bad enfatizan ciertos colores para transmitir ciertos significados. No parece nada muy nuevo en el cine o en la televisión –sin ir más lejos, otra serie de la misma AMC, The Walking Dead, también presenta un oscurecimiento gradual de la vestimenta de su personaje principal—, pero sí ayuda a dar una mano extra de abundancia, de algo interesante en pantalla. En este caso, Lydia Rodarte-Quayle muestra un abrigo azul cobalto durante la preparación del meth, mientras añade la frase del episodio, “Blue is our brand”:

Hay más azul en el cielo de Albuquerque:

 Y detrás de Saul Goodman, en este encuadre que de paso nos recuerda lo que era el abogado y lo que es ahora, con ese anuncio de Better Call Saul! al fondo:

Un detalle que podría resultar interesante, ya notado en este comentario, es el color del cielo en los acercamientos a Walter y a Jesse durante su enfrentamiento en el desierto. Aunque un poco disparejo –no parece tener correspondencia el azul uniforme para Walter, Hank y Gomez y el gris únicamente para Jesse—, quizá sí sea un pequeño comentario al atormentado Pinkman:

 

4.

La espera sí fue recompensada: toda la última mitad del episodio –del minuto 27.30, en el que Walt recibe la fotografía de “sus” barriles de dinero, al 46.03, en que termina— fue un regalo, un recordatorio del mejor Breaking Bad: una veloz secuencia de carretera, matizada por el suspenso de la voz de Pinkman –todo sea dicho: qué fea se escuchaba esa voz— para desencadenar en un terreno que a la serie se le da bastante bien: el western.

La última escena del episodio es un ir y venir que juega con el espectador y lo levanta y sostiene en el punto más alto del suspenso: ¿quién salvará a Walter White, si es que alguien lo salva? La llegada de Todd y compañía –grandes personajes secundarios en una serie que tiene algunos otros valiosos— alcanza a pisar el acelerador un poco más: ¿abrirán fuego? ¿Será este el fin de Hank? La última llamada telefónica con Marie así parece indicarlo, sin contar con el comentario visual de Marie en el fondo de la basura:

El final, editado y ejecutado con una mano firme que ya extrañábamos, termina abruptamente en otro cliffhanger: mientras afuera, en el desierto, se libra un tiroteo entre seis delincuentes y dos policías, adentro, en la camioneta, Walter White se arroja y se esconde y, quizá, el intempestivo corte a negros –¡que remite, quizá, a Los Soprano!— no sea otra cosa que una metáfora para el personaje perdiendo el conocimiento. Puede o no serlo. Lo que sí es una certeza es que los siguientes capítulos de Breaking Bad, los últimos tres de la serie, ya no pueden descender del nivel cinematográfico aquí alcanzado. Hacerlo sería una traición: primero, a sí mismos, y luego, a sus espectadores.

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Luis Reséndiz (Coatzacoalcos, 1988) es crítico de cine y ensayista.


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