Marca personal a Mad Men: Lost Horizon

La última temporada de Mad Men está cerrando con fuerza. ¿Qué le depara el futuro a Don Draper?
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“Lost Horizon”, el antepenúltimo capítulo de Mad Men, subraya en un par de tomas la vista espectacular que ofrecen  las ventanas de los pisos ejecutivos del edificio de McCann Erickson, el nuevo lugar de trabajo de los publicistas que conformaban la ahora extinta Sterling Cooper and Partners (SC&P). Lejos de ser una invitación a un mundo de posibilidades, los directivos de SC&P contemplan el paisaje como un recordatorio de que han sido engullidos por un monstruo que planea drenarlos por completo. Las ventanas no muestran un nuevo horizonte, sino la cancelación del mismo.

Todos sienten el golpe, pero Joan Holloway y Don Draper son los que dibujan vías de escape. Para Joan, la sobrevivencia cruza por una confrontación directa con el alto management que la obligará a renunciar a la mitad de su fortuna; para Don, la ballena blanca de McCann, el camino aún está por definirse.  

Episodio 12, “Lost Horizon”

 1.

Pese a que los protagonistas de las narrativas estadounidenses están casi siempre definidos por su profesión, sus lugares de trabajo tienden a ser representados de manera genérica e impersonal, sobre todo si usan traje y corbata. No es el caso en Mad Men. Las alfombras de las oficinas de SC&P siempre han estado manchadas por semen y sangre. El accidente “triturapiés” de “Guy Walks Into an Advertising Agency” (T03E06), el suicidio de Lane Pryce, el “estadazo” orgiástico de “The Crash” (T06E08), la aparición fantasmagórica de Bert al final de “Waterloo” (T0707), entre otras viñetas, establecieron a  SC&P como un territorio en el que la cotidianidad burocrática -caracterizada por el sonido constante de teléfonos y máquinas de escribir- podía transformarse de súbito en un aquelarre cruento y surrealista. A principios de esta séptima temporada, la llegada de una supercomputadora- el tótem de “The Monolith” (T07E04)- trastocó la naturaleza del espacio. Michael Ginsberg termina convencido de que la computadora desea controlar las mentes de los ejecutivos de SC&P. Hundido por la locura y sus traumas sexuales, Ginsberg se mutila el pezón para evitar ser violado por las fuerzas malignas que amenazaban con tomar el control de la agencia. “¡Escapen mientras puedan!”, grita Ginsberg antes de ser trasladado al hospital.

En “Lost Horizon, los socios enfrentan a una burocracia corporativa que bien podría haber salido de una historia alucinada por Ginsberg. No más fiestas en la oficina. La lógica de explotación se impone con crueldad. Como se anticipaba en el capítulo anterior, Joan es la primera en sentir los colmillos de la bestia. Los logros de Holloway poco importan para el sexismo imperante. La ventana en su oficina es una simple fachada: en menos de un día, la sonrisa falsa de los hombres de McCann se transforma en acoso. Sus viejos socios carecen de poder (y verdadera disposición) para ayudarla. No importa con quién acuda en la nueva oficina: todos se la quieren coger. El juego metanarrativo que la serie ha establecido en torno a Christina Hendricks vuelve más dolorosa la situación. Desde que Mad Men entró a la cultura pop, las curvas y encanto de Hendricks han ayudado a vender impermeables (London Fog), licores (Johnnie Walker), tarjetas de crédito (Visa) y helados (Baskin Robbins). La publicidad ha mutado a Christina en un “objeto del deseo”.

La prostitución de Joan en “The Other Woman” (T05E11) obligó al espectador a cuestionar su entendimiento del personaje, así como la percepción de la actriz que lo encarna. ¿Qué tan diferente es el consumidor obseso con Hendricks del ejecutivo grotesco de Jaguar que negocia una noche con ella? ¿Es válido concebirla así? El juego corrosivo se repite de nueva cuenta en “Lost Horizon”. “Pensé que ibas a ser divertida”, le dice el cretino de Dennis a Holloway. Lo mismo pensaba el espectador despistado que concebía a Hendricks como un simple símbolo sexual hasta hace apenas un par de temporadas. “Lost Horizon” es su graduación como actriz de ligas mayores. La vulnerabilidad que proyecta en su rostro cada vez que se prepara a embestir los ataques machistas de los directivos de McCann le inyecta una heroicidad entrañable a Holloway. Joan escapa gracias a un trato que la obliga a sacrificar la mitad del valor de sus acciones. Aunque su orgullo no lo acepte, la victoria dista de ser pírrica. Es el arco final de Christina en el programa. La vamos a extrañar. 

2.

Para Don, la huida no sólo implica zafarse de las manos del monstruo fornicador de Jim Hobart (la secuencia en la que le expresa lo mucho que lo deseaba traspira mugre), sino un escape de sí mismo. El contraste con el personal mecanizado de McCann evidencia lo que ya sabíamos desde “Waterloo”: Draper ya no es Draper. Por fin cuenta con acceso a las cuentas que ambicionó durante su vida profesional, pero está tan perdido que su secretaria tiene que recibirlo a la salida del elevador. Phil Abraham –director de 15 episodios de Mad Men, entre los que destacan “The Strategy” y “The Other Woman”- interioriza el dilema en una secuencia maestra: Draper entra a una junta entre Miller y una docena de creativos de McCann Erickson. Mientras el ejecutivo de Miller habla sobre el nuevo producto –una cerveza baja en calorías pensada para hombres con existencias light-, Draper contempla a sus robóticos colegas (“usurpadores de cuerpos”, afirmaría Ginsberg). Los empleados de McCann beben Coca Cola mientras anotan en sincronía perfecta las características del target descrito por el representante cervecero. Don voltea a la ventana y observa cómo un avión sobrevuela el  Empire State.

La cámara se cierra en la figura de Draper. La aventura publicitaria ha concluido. Lo sabemos: es tiempo de partir. 

Ted, completamente convertido al “lado oscuro”, comprende la insatisfacción de Don. En el fondo, parece desearle buena suerte.  

3.

Bert Cooper reaparece como una alucinación fantasmagórica en el coche de Draper, pero también está presente en la mente de Roger, quien se asume como culpable de la debacle con McCann. Bert acusaba a Roger de no contar con la habilidad suficiente para dirigir la empresa. Sterling creía haberlo desmentido en los hechos al vender el 51% de las acciones a McCann y operar como director de la unidad independiente de SC&P. Su posición directiva apenas duró unos meses. Más allá de que efectivamente se quede con la cuenta de Buick, el destino de Roger se esboza como un regreso a los días en los que tenía que desempeñarse como bufón de sus clientes, como se lo insinúan su secretaria y Harry. La derrota opera de forma extraña en Sterling. En “Lost Horizon” se convierte el “El fantasma de la ópera” que habita en las ruinas de SC&P. Roger no sólo toca el órgano y cuenta historias de glorias pasadas, como el “fantasma”, sino que también le da a Peggy la confianza requerida para decirle adiós al despacho. La imagen de ambos es formidable. ¿Por qué la serie esperó tanto para juntarlos?

Peggy va a ser una fuerza de cambio en McCann. “You´ve really come a long way, babe!”

4.

Los coqueteos con la imaginería de ciencia ficción a lo largo de la séptima temporada llegan a un clímax en el cierre de “Lost Horizon”. Space Oditty, de David Bowie, le pone punto final al episodio. Recordamos las palabras de Harry (“McCann is mission control”). Tiene sentido: la deriva cósmica en pleno.

5.

En estos días de guerras y rumores de guerra, ¿acaso no has soñado alguna vez con un lugar donde reinen la paz y la seguridad, donde vivir no sea una lucha sino una delicia duradera? Desde luego que lo has hecho, como todo hombre desde los principios del tiempo. Siempre el mismo sueño”.- James Hilton, autor de Lost Horizon, la novela sobre la búsqueda de la utopía a la que hace referencia el nombre y tema de este capítulo.  

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Mauricio González Lara (Ciudad de México, 1974). Escribe de negocios en el diario 24 Horas. Autor de Responsabilidad Social Empresarial (Norma, 2008). Su Twitter: @mauroforever.


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