Por qué Argentina 1985 no es una buena película

El filme sobre el juicio a las juntas, nominado a los Óscar, está lleno de clichés y evita las preguntas importantes.
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Ahora que las pasiones se han calmado un poco después de recibir un número increíble de críticas y correos electrónicos insultantes porque Argentina 1985 no me ha parecido una película muy buena, me gustaría explicar mis razones.

En primer lugar, permítanme decir que la crítica de una película o un libro es totalmente independiente de si pensamos que los acontecimientos que se describen son importantes y dignos de ser contados. Hay muchos libros o películas mediocres sobre acontecimientos extraordinarios.

Así que entiendo perfectamente la importancia del juicio. Es incluso más impresionante que los juicios de Nuremberg (con los que se han comparado la película y el juicio) porque Nuremberg fue realizado por potencias militares extranjeras y el juicio argentino fue realizado por un tribunal nacional.

También entiendo que a algunas personas no les importe la calidad de la película siempre y cuando guste a mucha gente en Argentina y otros sitios, y se emocionen con ella. También puede ser políticamente conveniente, como dijo una persona, hacerla en el momento actual. O puede ser útil para la percepción de Argentina en el mundo a medida que los acontecimientos del juicio sean más conocidos internacionalmente. Todas estas observaciones son válidas, pero ninguna de ellas tiene que ver con la calidad de la película.

Antes de explicar lo que no encuentro atractivo en ella, permítanme que prescinda de dos puntos. En primer lugar, cuando escribí que la película es “previsible”, claramente no me refería a que sea previsible en el sentido de que tuviera que retorcer acontecimientos históricos que sucedieron y que son obviamente conocidos. Cualquier película que trate acontecimientos históricos tiene que mantenerse dentro de esos acontecimientos históricos. No tiene sentido escribir un La cartuja de Parma donde Napoleón vence en Waterloo. Lo que quería decir, y aclaré en el segundo tuit, es que el desarrollo de los personajes en la película es totalmente predecible. Y es predecible porque se basa en clichés bien conocidos. Por lo tanto, cualquiera que haya visto estos clichés aplicados antes sabe exactamente qué esperar.

El segundo punto es bastante absurdo. Me llamaron “gringo de mierda”, me dijeron que si no entendía el filme me fuera a ver películas de Mickey Mouse de Hollywood. Pero mi crítica fue precisamente que Argentina 1985 es totalmente hollywoodense y que esa es su debilidad. Es una película gringa, si se quiere. De hecho, si se le hubiera pedido a Steven Spielberg que hiciera una película sobre los juicios argentinos, habría hecho exactamente esta. 

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¿Qué tópicos son y cuál es el problema con los clichés? Hay al menos cuatro (y ya los enumeré en mi tuit). Un fiscal reticente que realmente no está seguro de si aceptar el caso o no, pero que cuando lo hace se convierte en un héroe para su familia y su país y se revela su naturaleza fundamentalmente honesta. Es el tópico del héroe reticente. Cada uno de nosotros es realmente un héroe: simplemente no somos capaces de verlo aún. 

También está el tópico de los jóvenes ayudantes entusiastas que proceden de familias acomodadas y que, de un modo u otro, estaban implicadas en la dictadura. Los jóvenes ayudantes rechazan los valores de su familia, pero a la película le cuesta demasiado llevar este punto hasta su final lógico (donde, por ejemplo, la familia repudiaría al hijo) porque necesita mostrar que incluso las “malas” familias son fundamentalmente buenas. De ahí la llamada de la madre. Que una persona que sabía de las atrocidades, pero (como la mayoría de nosotros) no les prestaba atención (“esto no concierne a nuestra familia”) o las justificaba (“son los subversivos, quieren destruir el país, la familia y la nación”, “ningún castigo es demasiado fuerte”), basándose en un único testimonio, cambiara de opinión y abandonara la posición ampliamente extendida en su círculo social –familia, parientes, marido– probablemente desde el momento en que ella nació resulta poco creíble. He aquí el siguiente tópico: incluso las personas que parecen malas son buenas en realidad. Todos podemos, de un día para otro, superar decenas de años de socialización. No hay cuestiones morales ni de clase porque en el fondo todos estamos de acuerdo.

Un último tópico –extremo– tiene lugar al final de la película cuando todas las madres, después de que la primera se vuelva a poner el pañuelo, hacen lo mismo y muestran su solidaridad en digno silencio. La escena se ha representado y repetido cientos de veces y su objetivo evidente es provocar el aplauso del público al final de la película y hacer que todos se sientan justos. Por decirlo sin ambages: me parece una emoción barata.

Todo esto son tópicos del reparto central. Pero no son ingenuos. Su objetivo es (como en las películas de Hollywood que se remontan a los westerns originales) evitar plantearse dos preguntas difíciles: ¿cuáles son los fundamentos sociales de toda dictadura y cuáles son las difíciles decisiones que la gente debe tomar bajo un sistema cruel? Argentina 1985 evita hacerse cualquiera de estas dos preguntas. Por eso, al final nos encontramos con un panorama en el que solo seis o siete almirantes y generales, villanos de los que no sabemos nada pero que debían de ser intrínsecamente malvados, han mantenido sometida a toda una nación durante una década. No tenían cómplices, ni base social, ni nada: en realidad todo era muy sencillo.

Esto hace que las películas de Hollywood y películas como Argentina 1985 sean populares. Son populares porque evitan las preguntas difíciles y nos permiten volver a casa convencidos de que nosotros también habríamos tomado decisiones éticas correctas. Más aún, de que no es difícil elegir. Entre nosotros y la felicidad solo se interponen siete villanos de cartón.   

La película nos hace felices. La justicia triunfa. Pero para ser una buena película, debería hacernos infelices. Debería hacer que cada uno de nosotros se preguntara qué decisiones habría tomado. Y lo duro que habría sido. 

Publicado originalmente en el blog del autor. 

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Branko Milanovic es economista. Su libro más reciente en español es "Miradas sobre la desigualdad. De la Revolución francesa al final de la guerra fría" (Taurus, Mayo de 2024).


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