Succession: matar a los hijos

En el final de la temporada, Shiv, Kendall y Roman concuerdan en unirse para “matar al padre”, sin reparar en que ya es tarde para eso.
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Sucesión. La misma palabra lleva implícita una promesa de cambio: la muerte de lo viejo y el nacimiento de lo nuevo. Logan Roy (Brian Cox) les ha hecho creer a sus hijos, con la excepción de Connor (Alan Ruck), que son dignos de sucederlo. El candidato principal ha variado en cada temporada: primero fue Kendall (Jeremy Strong), luego Shiv (Sarah Snook) y finalmente Roman (Kieran Culkin), quien hasta hace apenas dos episodios era el favorito. En realidad, ninguno de ellos cuenta con la aquiescencia paterna.

En un programa obsesionado con mostrar cómo las palabras no significan nada, las promesas de los personajes carecen de valor. Logan no está interesado en dejar el trono. Por el contrario: el fundador de Waystar Royco, de 83 años, se apresta a engendrar dos criaturas más para conservar el poder.  La primera es la nueva empresa que nacerá de la compra de Waystar Royco por GoJo, el titán tecnológico propiedad de Lukas Matsson (Alexander Skarsgård); el segundo, más inquietante, es el bebé que busca tener con Kerry (Zoe Winters), la asistente que ha tomado de manera gradual el lugar antes ocupado por Marcia, la aún esposa de Logan.

Los movimientos hostiles de Logan generan una alianza entre Shiv, Kendall y Roman, quienes por fin concuerdan en unirse para “matar al padre”, sin reparar que el padre ya los ha matado a ellos.

A continuación, la Marca Personal a “All the bells say”, el episodio final de la tercera temporada de Succession.

1.

“All the Bells Say” abre con una broma dirigida al espectador. Tras varios días de especulaciones en torno a si la secuencia final del episodio anterior debía ser interpretada como el suicidio de Kendall, el capítulo abre con una aclaración: Kendall, en efecto, casi se ahoga, pero se encuentra bien y próximo a regresar con sus hijos. Si bien el cierre de “Chiantishire” funcionaba como una meditación sobre el estado mental de Kendall, sería ingenuo obviar la capacidad de Jesse Armstrong y su mesa de escritores para generar conversaciones en la opinión pública. El cliffhanger coincidió con un perfil de The New Yorker sobre la intensidad actoral de Strong y los sentimientos encontrados que esta produce entre sus colegas, lo que alimentó aun más las expectativas respecto a la probable muerte del que alguna vez fue el “number one boy” de Logan.

Más allá de captar la atención del público, el incidente del inflable también operó como un mecanismo narrativo que abonó el camino hacia la alianza fraterna. Preocupados por el bienestar de su hermano, Connor, Shiv y Roman lo convocan para impedir un arrebato suicida que lo haga pasar a la historia como el “Kurt Cobain de los inflables”. “¿Es esto una intervención?”, pregunta Kendall. Los hermanos lo exhortan a que abandone las adicciones y se abstenga de “matar a papá”. Kendall se queja de que Logan no haya cumplido con la promesa de nombrarlo sucesor. “¡Era mi derecho como hermano mayor!”, afirma.

Las palabras de Ken rompen la parsimonia habitual de Connor, quien escucha exasperado mientras juega con un cuchillo. Los hijos de Logan y Caroline nunca lo han visto como uno de ellos, por lo que ni siquiera se molestan en corregir a Ken (¡Connor es el hijo mayor!). Harto de tanta egolatría, Connor da por terminada la reunión, no sin antes reclamar que nunca le informan de nada. El enojo dura poco: después de pensarlo más de un día, Willa (Justine Lupe) acepta casarse con él. “A la chingada, ¿qué tan malo puede ser?”, exclama la futura novia en tono piadoso. Plenamente consciente del infierno que le espera, Willa bebe copiosamente durante el resto de la boda de Caroline.

2.

En el frente corporativo, las cosas pintan mal para Waystar Royco. El Departamento de Justicia anuncia que los multará con una cantidad histórica por el escándalo de los cruceros, lo que reduce el valor de las acciones. La sangre de los Roy está en el agua. Los tiburones se preparan para atacar. Logan y Roman intentan cerrar el trato con GoJo. El encuentro es entre iguales. Logan y Matsson se reconocen de inmediato como unos asesinos que se aburren con facilidad. El fundador de GoJo es contundente: su empresa vuela como un cohete mientras que la de Logan se hunde como un globo de plomo. La propuesta racional de mercado es que GoJo compre a Waystar Royco, y no al revés. Bajo ese escenario, Matsson quedaría al frente del consejo y los Roy perderían el control total de la empresa, si bien Roman podría ocupar un puesto directivo. “¡Roman sería el rostro de la familia!”, asevera Matsson, sin saber que Logan solo visualiza fotos de vergas cada vez que piensa en la cara de su hijo. El patriarca quedaría salvaguardado con una presidencia honoraria y el control de algunos activos clave (las cadenas de noticias, por ejemplo).

La propuesta es rechazada. No importa. Matsson tuerce los ojos para sugerirle a Logan que se deshaga de Roman, quien regresa a la Toscana. Logan se queda para explorar otras opciones. El rostro atribulado del padre habla por sí mismo: algo sucio está por suceder.

3.

Los personajes de Succession se desdicen constantemente. La sinceridad es una actitud excéntrica que nunca queda libre de sospecha. Las palabras son desnaturalizadas de su significado original; conceptos vacíos sin repercusión alguna. En “All the bells say”, la evasión llega a un límite. El primero en quebrarse es Kendall. Agobiado por la culpa, les confiesa a sus hermanos menores lo sucedido en la boda de Shiv. Durante el encuentro con Logan en “Chiantishire”, Kendall argumentaba que era mejor que su padre porque era “una buena persona”. Ahora el mantra es otro: “Soy una mala persona”, repite una y otra vez mientras lloriquea en el suelo. La secuencia –una mixtura absurda de ansiedad, humor y tragedia– es una maravilla tonal. Los intentos por consolar a Kendall son torpes e hilarantes, pero totalmente genuinos.  “Esperé tres cuartos de hora por un gin and tonic, quizá se lo merecía”, sostiene Roman, confundido por la responsabilidad de hacerse cargo de “tantos sentimientos”. Uno de los triunfos de Succession es cómo involucra sentimentalmente al espectador en la vida de seres a todas luces deleznables. Nobleza obliga: esta imagen de los tres pequeños monstruos es entrañable.

Los Roy describen a la gente ajena a la familia como “personas no reales”. El mesero muerto en el accidente era una “persona no real”, así como el indigente que se tatúa las iniciales de Kendall a cambio de dinero en “Lion in the meadow”, o el niño que Roman humilla cuando juega softball en el primer capítulo de la serie. Quizá la urgencia de humillar a los demás sea un distractor para no reconocer que los irreales son ellos, o simplemente sea una consecuencia natural de nacer millonario, pero nadie puede vivir en la mentira todo el tiempo. Una vez que confirman las intenciones de Logan y Matsson de concretar una venta que los dejaría al margen de la toma de decisiones, los hermanos no tienen otra opción más que la de ser reales (“Ha llegado la hora de hablarnos de frente”). Los tres abandonan la boda y se montan a una camioneta para ir a confrontar a Logan. Más que una familia, los hermanos podrían pasar como unos cazavampiros que se encaminan a matar a Drácula.

4.

El segundo en quebrarse es Roman. El perrito de papá sabe en el fondo que es considerado como un depravado incapaz de tomar las riendas del imperio, pero los fichajes del candidato aristopopulista Jeryd Mencken y Matsson lo habían colocado en una posición ventajosa. La evidencia acumulada sobre la traición paterna lo regresa a la realidad. Shiv y Kendall le hacen ver que la amistad con Matsson es un espejismo y que será uno de los primeros sacrificados cuando se concrete la compra. “Lo único que te va a quedar es un disco duro lleno de vergas”, remata Shiv. A partir de ese momento, el rostro de Roman se torna en una máscara de Rorschach que oscila de manera permanente entre la risa y el llanto. Todo el ensamble actoral de Succession brilla en “All the bells say”, pero Culkin conecta la que probablemente va a ser la mejor actuación de su carrera.

Como apuntamos aquí, el tema principal de Succession es el rito de “matar al padre”: un proceso que implica tomar conciencia de que el patriarca es un ser fallido que debe ser dejado atrás para que las nuevas generaciones asuman el rumbo de sus vidas. Para que los hijos se emancipen, y así puedan garantizar la preservación del legado en otros espacios y realidades, el padre debe contribuir a que suceda el cambio. Logan no desea hacerse a un lado. Como le dice a Matsson, el futuro le entusiasma y quiere ser una parte activa de lo que está por venir. En El Padrino 2, el anciano Hyman Roth (Lee Strasberg) le hace creer a los Corleone que está próximo a retirarse, cuando en realidad solo espera la oportunidad para clavarle el cuchillo a Michael. Algo similar pasa con Logan, un vampiro que se sueña inmortal. Shiv y Roman cobran conciencia de esto cuando descubren que su padre toma licuados para elevar su conteo de esperma (y así poder tener un hijo con Kerry). Los rumores sobre la compra confirman lo que siempre intuyeron: Logan jamás entregará el poder de forma voluntaria.   

Waystar Royco no puede ser vendida sin la aprobación de la supermayoría constituida por los hijos, una cláusula establecida en el contrato de divorcio entre Caroline y Logan. El plan de los hermanos es detener la venta e impugnar el liderazgo del papá. Como en todos los golpes de estado, el control de los medios es fundamental, por lo que Shiv le explica por teléfono a Tom los detalles del plan y cómo debe difundir la información por las cadenas noticiosas del imperio. Tom le pregunta a Shiv cuál va a ser la posición que va a ocupar una vez que expulsen a Logan. La respuesta de Shiv: “Alta, pero ya lo definiremos”.

5.

Ataviado con un traje blanco impecable, Tom habla con Greg (Nicholas Braun) en la fiesta y le revela que se avecinan nuevos tiempos. La pregunta es si desea fungir como perro de ataque (“un Gregweiller”), o quiere mantener lo ya pactado. Greg, totalmente corrompido a estas alturas, no lo piensa demasiado: “¿Para qué quiero un alma? Las almas son aburridas. ¡Bu, almas!”. El romance no declarado entre Tom y Greg es un portento de perversión. Algo ha cambiado en el personaje interpretado por Macfayden. Lejos de comportarse dubitativo y temeroso, ahora se muestra asertivo y consciente de su guapura, casi imperial. Ecos de decadencia romana en el ambiente.   

6.

La confrontación con el patriarca es explosiva. Después de acusar a los hijos ser unas sanguijuelas (“¡hagan su propia pila de dinero!”), Logan cambia el juego de manera magistral. Waystar Royco ya no necesita de la supermayoría para ser vendida pues, como les informa su madre por teléfono, el contrato de divorcio ha sido renegociado. Caroline ha accedido a eliminar la cláusula a cambio de una mayor participación. “¡Les gané, imbéciles!”, grita Logan. “Mamá, nos chingaste”, lamenta Kendall.

Shiv se pregunta cómo se enteró su padre de que iban a confrontarlo. La respuesta llega en cuestión de segundos, cuando observa cómo Logan saluda con efusividad a Tom. La otra persona que sabía del golpe era Connor, quien odia a GoJo, por lo que no queda duda que el hombre antes apodado “Árbol de navidad” ha sido el traidor. La hora de quiebre ha llegado para Shiv, quien apenas puede contener las lágrimas. El diálogo entre Tom y Greg ahora cobra un nuevo sentido. El penúltimo fotograma del capítulo es el reverso de la imagen de la boda. Ahora es Kendall quien consuela a Roman.

7.

La serie termina con una sombría reinvención coral del andante con moto para cuerdas de la banda sonora compuesta por Nicholas Britell. La música de Succession es un reflejo perfecto del programa: lúdica, grave y engañosamente repetitiva. A diferencia de la grandilocuencia marcial de otras series, la belleza del score de Britell radica en la densidad de las variaciones que lo propulsan. Solo un necio calificaría algo así como redundante. Un trabajo que concilia sutileza y disrupción. Succession sería impensable sin el aporte de Britell.

Pd. Nunca te quiso, Roman.

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Mauricio González Lara (Ciudad de México, 1974). Escribe de negocios en el diario 24 Horas. Autor de Responsabilidad Social Empresarial (Norma, 2008). Su Twitter: @mauroforever.


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