Women in Love

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Carol es una pelรญcula de invierno, la estaciรณn preferida por el cine elegรญaco. Desde su arranque, la lluvia, la nevisca, los abrigos de piel, los gorros de lana, los paraguas abiertos siempre y hรบmedos son el atrezo de la difรญcil historia de amor entre la madura Carol Aird y la joven Therese Belivet, desarrollada con los tiempos muertos y el discurrir resbaladizo que el clima frรญo conlleva. Se trata de una adaptaciรณn fiel en lo esencial de la novela de Patricia Highsmith, aunque el filme se abra con una prolepsis en el Hotel Ritz que resulta a mi juicio innecesaria y desconcertante: la prefiguraciรณn del encuentro crucial de las dos mujeres que se da luego en su momento adecuado estorba la linealidad del relato y nos priva de la dulzura que tiene el inicio del libro, con sus estampas de la vida diaria dentro del gran almacรฉn Frankenberg y la apariciรณn entre maletas, muรฑecas y trenecitos elรฉctricos de esa elegante venus de las pieles que es la seรฑora Aird, majestuosamente interpretada por Cate Blanchett.

Es sabido que Carol tiene una prehistoria literaria. La novelista, dependienta ella misma en unos almacenes de Manhattan en la navidad de 1948, cuando, antes de la publicaciรณn de su primera obra, Extraรฑos en un tren (1949), necesitaba el dinero de aquel empleo temporal, vio un dรญa a una mujer rubia con un abrigo de visรณn que “parecรญa irradiar luz” y que al acabar la compra de una muรฑeca para su hija “pagรณ y se marchรณ. Pero yo me sentรญ extraรฑa y mareada, casi a punto de desmayarme, y al mismo tiempo exaltada, como si hubiera tenido una visiรณn”. Esa noche, al volver a su casa, Highsmith ocupรณ un par de horas y ocho pรกginas escribiendo a mano la trama argumental de El precio de la sal, segรบn explicรณ en 1989 en el prรณlogo a la reediciรณn rebautizada como Carol del libro, aparecido por primera vez en 1952 tras ser rechazado por la editorial que le publicรณ Extraรฑos en un tren. Pese a la atrevida naturaleza de la historia, El precio de la sal obtuvo crรญticas apreciativas y, cosa mรกs sorprendente, fue reeditado un aรฑo despuรฉs en bolsillo, alcanzando una venta de casi un millรณn de ejemplares, hasta convertirse, en los mรกs de cincuenta aรฑos trascurridos desde entonces, en un clรกsico de la literatura homoerรณtica. Con legรญtimo orgullo, la autora de tantas magnรญficas aventuras de Ripley afirma en el citado texto prologal que la suya fue la primera novela norteamericana en la que los hombres y mujeres homosexuales no “tenรญan que pagar por su desviaciรณn cortรกndose las venas, ahogรกndose en una piscina, abandonando su homosexualidad (al menos, asรญ lo afirmaban), o cayendo en una depresiรณn infernal” (cito por la traducciรณn de Isabel Nรบรฑez y Josรฉ Aguirre, Anagrama, 1997).

La pelรญcula de Todd Haynes mejora la novela, que peca de prolijidad, exceso de diรกlogos nada elocuentes y algunas florituras lรญricas de dudoso gusto, como la que celebra el demorado contacto carnal de las dos mujeres con este sรญmil: “La felicidad era como una hiedra verde que se extendรญa por su piel, alargando delicados zarcillos, llevando flores a travรฉs de su cuerpo”. Haynes, un hombre de infalible buen gusto, poda toda la hojarasca, acierta al hacer mรกs irrelevantes a los personajes masculinos, y, en una inspirada transposiciรณn del guionista Phyllus Nagy, convierte a la joven Therese Belivet en aspirante a fotรณgrafa y no escenรณgrafa, lo que da al filme, naturalmente, un correlato plรกstico lleno de posibilidades que, en un alarde de producciรณn, el cineasta y su exquisito director de fotografรญa Ed Lachman desarrollan como una mรญstica, inspirรกndose en los trabajos de grandes fotรณgrafas estadounidenses de los aรฑos 1940-1950: Ruth Orkin, Berenice Abbott, Lisette Model, Esther Bubley o Helen Levitt, entre otras. Quien quiera saber al detalle los propรณsitos y la metodologรญa de Lachman en la iluminaciรณn de las escenas diurnas y nocturnas de Carol puede leer la minuciosa entrevista que le hizo American Cinematographer, traducida en el nรบmero de febrero de Caimรกn. Cuadernos de Cine. Tengo dudas, por mi parte, de que “la paleta de color sucia y apagada” mimetizada de ese gran arte fotogrรกfico en papel se advierta plenamente en las copias digitales que el espectador ve en los cines, sobre todo sabiendo que Haynes y Lachman sacaron una copia en 35 mm para mostrarla en festivales.

Las tres mujeres (contando tambiรฉn a la excelente Sarah Paulson en el papel de Abby, la antigua amante de Carol) centran la acciรณn y soportan todo el peso de una pelรญcula que solo con sus refinamientos formales nos ahogarรญa en un รกlbum de bellas estampas. En ese sentido, decepciona la parte en que Carol y Therese, huyendo de los acosos fรญsicos y legales de Harge Aird, el marido cazurro, viven su particular road movie sentimental, que en la novela las llevaba frenรฉticamente por Salt Lake City, Colorado Springs, Waterloo, Omaha, Sioux Falls, ciudades cuyos nombres llamativos y novelescos eran explotados con notable trepidaciรณn por la escritora. En la pelรญcula es solo Waterloo el que se explota, siendo tambiรฉn allรญ donde se descubre al detective privado, episodio muy enriquecido en la pantalla.

Cate Blanchett tiene una manera incomparable de decir ante la cรกmara; subraya ciertas palabras, les da resonancia, cรณmica o grave, mientras que sus ojos descreรญdos niegan el รฉnfasis. Es un genio de la media voz, aunque tambiรฉn sabemos de lo que es capaz cuando un director la quiere en plan de fiera corrupia: ahรญ estรก Blue Jasmine. Rooney Mara, por su parte, es la mรกs perfecta visionaria, si recordamos el texto confesional de Patricia Highsmith citado en el segundo pรกrrafo de este artรญculo: siente al descubrir a Carol mareo y desmayo, exaltaciรณn y temor, con una mirada que lo ve todo y no se apodera de nada externo a su pasiรณn, oculta en la modosidad de su atuendo y la transparencia de sus hermosas facciones sin apenas maquillaje. Dos tipologรญas femeninas que no podรญan tener mejor representaciรณn icรณnica de la que Blanchett y Mara le dan. El desenlace, que sintetiza con mucho acierto lo que en la novela es el amago de un nuevo y breve ligue de Therese con otra mujer, alcanza en la planificaciรณn de Haynes un pathos conmovedor, sin aparato estรฉtico en esta ocasiรณn. Sigue siendo invierno en el interior de un restaurante de lujo, pero las dos miradas largas, sin palabras, sin gesticulaciรณn, de las amantes, ponen final feliz a una agonรญa impuesta por el clima de un tiempo inclemente. ~

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Vicente Molina Foix es escritor. Su libro
mรกs reciente es 'El tercer siglo. 20 aรฑos de
cine contemporรกneo' (Cรกtedra, 2021).


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