¿El fin del humor gráfico?
El 5 de julio, CNN anunció que la emblemática revista de humor MAD ya no publicará contenido original a partir de su edición de agosto. Durante 67 años, desfilaron por sus páginas caricaturas de cantantes, políticos y estrellas de cine, lo que la convirtió en una pionera del humor satírico. Ahora será un artefacto de nostalgia que bimestralmente recuperará ilustraciones de números pasados y solamente podrá adquirirse en tiendas de cómics o mediante suscripción. Allie Goertz, editora de MAD hasta el mes pasado, compartió en su Twitter un mensaje donde lamentaba que ya no se publicará contenido original, pero consideraba que “las piezas vintage serán altamente (sino trágicamente) relevantes”.
MAD era más que una revista con chistes bobos e ilustraciones controversiales. Su objetivo era motivar a los lectores a pensar de manera crítica y escéptica. Hace siete años, John Ficarra, uno de sus editores por más tiempo, destacó la misión editorial de la revista: “Todo mundo te está mintiendo, incluso las revistas. Piensa por ti. Cuestiona a la autoridad”.
Sus portadas polémicas que mostraban a Alfred E. Neuman, un niño pelirrojo y pecoso sin un diente, se volvieron icónicas. Poco después del anuncio de su última publicación original, algunos de sus lectores compartieron sus portadas favoritas en redes sociales. Por sus páginas desfilaron ilustradores y humoristas que ahora son figuras reconocidas a nivel mundial, como recordó en Twitter el escritor e ilustrador mexicano Bernardo Fernández “Bef”.
Pese al éxito que gozó en la década de los 70, cuando tuvo en circulación más de 2 millones de ejemplares, para el 2017 solo se distribuyeron 140 mil ejemplares. En abril del 2018, la revista fue relanzada en un intento por incrementar las ventas. Sin embargo, no fue suficiente para salvarla.
El cambio de enfoque de MAD ocurre poco después de que el New York Times decidió dejar de publicar viñetas políticas en su edición internacional. El 25 de abril se publicó en la sección de opinión una caricatura que mostraba a Netanyahu como el perro lazarillo de un Trump invidente. La pieza no la realizó ninguno de los ilustradores del diario, sino Antonio Moreira, un caricaturista independiente que compartió su trabajo a través del servicio de sindicación CartoonArts. Varios lectores calificaron la viñeta como antisemita, por lo que los editores ofrecieron una disculpa y decidieron eliminar todas las caricaturas políticas de sus páginas.
Patrick Chappatte, quien fuera viñetista del diario por seis años y el responsable de que el NYT publicara cartones político, escribió un comentario donde manifestó la necesidad del humor en estos tiempos: “La caricatura política nació con la democracia. Y está en peligro cuando la democracia lo está”.
Parece que es un momento complicado para el humor gráfico. La reducción de presupuestos de las publicaciones periódicas y la presencia de contenido satírico en otros medios, como las redes sociales o los programas de televisión, son, para Jack Shafer, las principales razones de su extinción. A esto se suman los intereses políticos y corporativos, así como los comentarios en redes sociales, de acuerdo con Patrick Gathara, caricaturista africano: “La necesidad de evitar la indignación en línea, que puede llevar a la pérdida de suscripciones e ingresos publicitarios, hace que los medios estén menos dispuestos a publicar artículos, imágenes y dibujos animados que no se ajusten a la opinión popular”.
El fin de las caricaturas políticas se ha anunciado desde los años 40. En aquel entonces se consideraba que habían perdido su aspecto crítico y las imágenes que presentaban caían en el lugar común. En 1954, un año antes del nacimiento de MAD, el profesor de periodismo de la Universidad de Wisconsin Henry Ladd Smith publicó un artículo criticando a los caricaturistas por no aprovechar la oportunidad para la sátira social y por mostrar “apatía y desesperación”. Pero el humor gráfico siguió publicándose en revistas y diarios por más de sesenta años. Veremos si sobrevive otros sesenta más.
João Gilberto, entre el silencio y el barullo
“Chega de saudade” o “Garota de Ipanema” son dos canciones emblemáticas de la bossa nova, ese ritmo que se encuentra a medio camino entre el jazz y la samba. Su creador, João Gilberto, murió el sábado 6 de julio en Río de Janeiro a los 88 años.
Dotado de un gran talento musical desde niño, Gilberto inició su carrera a los 18 años. El inicio no fue fácil: tocaba en bares música que no le gustaba y el dinero escaseaba. Tras cinco años de probar suerte en Río, sufrió una profunda depresión que lo orilló a permanecer encerrado por ocho meses en la casa de su hermana, en Diamantina. Ruy Castro relata en su libro Bossa nova: la historia y las historias que durante ese tiempo Gilberto pasaba horas en el baño tocando el mismo acorde con su guitarra. La acústica especial del baño le permitía escucharse mejor. Un día descubrió que si cantaba con una voz tersa y sin vibrato podía controlar su fraseo y respiración, lo que le permitía crear su propio tempo. Al solo tener una guitarra a su alcance tuvo que aprender a reproducir la síncopa que había escuchado en el piano de Johnny Alf y el acordeón de João Donato. Fue así como nació la característica cadencia de la bossa nova.
En mayo de 1956, Gilberto abandonó la casa de su hermana y regresó a casa de sus padres. Tras una breve estancia en un hospital psiquiátrico en el que fue recluido porque su familia veía con preocupación sus cambios de humor y su obsesión con la música, volvió a probar suerte con algunos grupos musicales cariocas.
En 1958, un amigo lo convenció de visitar a Antonio Carlos Jobim, director de la disquera Odeon. Jobim quedó fascinado con el ritmo, por lo que le propuso trabajar en una canción que había compuesto con el poeta Vinicius de Moraes y que por años había guardado en el cajón: “Chega de saudade”.
El resto es historia. Gilberto alcanzó el éxito que durante años deseó. Giras internacionales, temporadas en el Carnegie Hall, colaboraciones con artistas como Stan Getz, premios Grammy, primeros lugares en la lista de Billboard. Sin embargo, por periodos se alejaba de los reflectores y de los estudios de grabación en búsqueda del silencio. Incluso en sus conciertos mostraba una personalidad ansiosa y huraña, como recuerda Ted Gioia: “El estilo de canto de Gilberto es tan tímido como su actitud teatral”. Su último disco fue lanzado en el año 2000 y desde entonces sus apariciones públicas fueron escasas. Los últimos años se enfrentó a problemas mentales y financieros. Pero su legado como el responsable de crear el sonido que identifica al Brasil del siglo XX permanecerá.
estudió literatura latinoamericana en la Universidad Iberoamericana, es editora y swiftie.