El caso de un periodista que robaba

El caso de un periodista que robaba

La ética profesional exhibida por La Prensa y sus directivos es muestra de una manera de conducirse en algunos sectores del periodismo mexicano, lejos de la narración literaria, cerca de la historieta.
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Habían pasado apenas cinco días desde que Tom Brady y los Patriotas de Nueva Inglaterra habían logrado remontar un 28-3 para terminar ganando el Super Bowl LI, en lo que hasta ahora es el regreso más grande de la historia.

La hazaña estuvo en la primera plana de prácticamente todos diarios la mañana siguiente, aunque de manera secundaria varios medios reportaban que el quarterback de los Patriotas había sufrido el robo de su playera de juego: “Puse el jersey en mi bolsa y después salí y ya no estaba allí. Es lamentable porque era un buen recuerdo. Si termina en eBay, háganmelo saber”, dijo a la prensa.

Dan Barry, columnista de The New York Times, tomó el episodio y lo convirtió en el inicio de una historia policiaca en la que un detective era interrumpido por su jefe cuando, fuera de servicio, bebe ya su segundo trago de la noche.

—Tenemos una situación —le dijo su teniente.

—Escucho.

­ —Un jersey de futbol ha desaparecido. El propietario es Tom Brady, mejor conocido como el marido de Gisele Bündchen,  quarterback de los Patriotas de Nueva Inglaterra y el jugador más valioso de esta noche en el Super Bowl . 

­—Brady. ¿No era uno de los delincuentes en aquel…

—Esto no es broma. Ese jersey es como la Sábana Santa de Turín estadounidense. Así que encuéntralo. Rápido.

—Sí, señor —le dije­—. ¿Descripción?

—Blanco y azul. El número 12, adelante y atrás. Dice “Brady” a la altura de los hombros.

Murmuré una palabra por la que mi santa madre me hubiera abofeteado

—¿Quieres decir, un jersey idéntico a los jerseys usados por miles de borrachos idiotas que andan por todo Houston en este momento?

El detective de esta ficción periodística no entiende por qué debe buscar una  camiseta sudada, propiedad de un tipo que puede darse el lujo de simplemente comprar otra. Ve los videos de seguridad en busca de quién podría querer robar a Brady, pero no ve nada más que jugadores y periodistas.

Después de varias horas en su lista de sospechosos aparecen los Halcones de Atlanta, el comisionado de la NFL y la mayor parte de los 300 millones de estadounidenses que viven fuera de Nueva Inglaterra.

El protagonista descubre, sorpresivamente, que el tema es más importante de lo que parece, pues el vicegobernador de Texas ha involucrado al grupo de élite de la policía estatal en la búsqueda de la camiseta y aun la Casa Blanca ha sumado a uno de sus grupos de inteligencia. Es entonces que antes de apagar la luz para tratar de dormir, el detective musita una oración a San Antonio, santo patrono de los objetos perdidos.

***

La pequeña ficción es dejada por su autor en puntos suspensivos, pero la realidad, se encargaría de retomarla mes y medio más tarde, superando en algunos aspectos este ejercicio de imaginación. Pocos días atrás, el FBI y la NFL lograron recuperar el jersey, el cual se hallaba en poder de un hombre que se había acreditado como reportero para cubrir el partido del 5 de febrero. Una revisión cuidadosa de los videos de la cancha, los túneles y los vestidores, puso rostro a su sospechoso el cual fue rastreado en las últimas semanas.

Una vez que hubo elementos suficientes en su contra, las autoridades llegaron con una orden de cateo a su domicilio. El responsable no solo tenía en su poder la camiseta con la que Brady ganó su quinto campeonato, sino también la que usó hace dos años al obtener su cuarto título frente a Seattle y el casco de Von Miller, jugador de los Broncos de Denver, designado el jugador más valioso del Super Bowl del año pasado.

El ladrón resultó ser un hombre de altos ingresos, coleccionista de memorabilia deportiva y quien usaba las redes sociales para contactar a coleccionistas con experiencia que le permitieran conocer cuánto podía obtener por al menos una de las piezas robadas.

Este periodista no escribía de deportes, pero llevaba al menos 16 años acreditándose para el juego de campeonato de la NFL. Cuando su nombre surgió, su medio lo despidió, aunque luego se dijo que él había presentado su renuncia por problemas personales.

Su cargo no era menor; Mauricio Ortega Camberos había sido por más de veinte años director del diario La Prensa, de la Organización Editorial Mexicana, uno de los tabloides más populares de la Ciudad de México por su amarillismo y su característica adjetivación moral de los presuntos delincuentes, especialmente los ladrones a los que llamaba “ratas” en sus titulares. 

La ética profesional exhibida por La Prensa y sus directivos es muestra de una manera de conducirse en algunos sectores del periodismo mexicano, lejos de la narración literaria, cerca de la historieta. ~

 

 

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Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).


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