El fondo se hunde

El Fondo se hunde

No hubo nada que celebrar el pasado 2 de septiembre, en el 87 aniversario del Fondo de Cultura Económica. La editorial se enfrenta con subsidiarias que apenas se mantienen a flote, un proceso de integración institucional detenido y, antes como ahora, las promesas sin mesura de su director.
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I.

La labor de Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica, ha sido un infortunio. Inexperto, asumió ufano la responsabilidad. Distante de la realidad, prometió sin mesura y apostó por proyectos inviables o fuera de lugar. Ante la crítica de los conocedores en el sector, se cobijó en la desfachatez. La locuacidad ideológica es el pregón con el que celebra sus anuncios de escasa valía.

Buscó inicialmente impulsar la creación del Instituto del Libro y la Lectura, propuesto y/o avalado por el presidente de México, acerca del cual insistimos en que era más bien un punto de llegada que uno de partida. La idea fue pronto sustituida por la promesa de integrar la cadena de librerías Educal y la Dirección General del Libro y la Lectura, antes Dirección General de Publicaciones, pertenecientes a la Secretaría de Cultura, con el FCE, adscrito a la SEP.

No sabía a lo que se comprometía y, al estamparse con la complejidad de la administración pública federal, a los pocos meses aseguró que la fusión ya sucedía de facto –lo cual es ilegal– con el beneplácito de la Secretaría de Cultura. Desde entonces, el director del Fondo ha dispuesto a su albedrío de los presupuestos e inclusive intercambiado el personal, comisionándolo de una a otra dependencia, lo cual también es ilegal. A casi tres años, no hay avances.

Fatigado por la intentona, a la mitad del sexenio arrojó los bártulos. Luego de una reunión con el Ejecutivo Federal, se tomó la decisión de comisionar a la Consejería Jurídica de la presidencia la formulación de un decreto para acelerar el proceso, y a la Secretaría de Hacienda la elaboración de un presupuesto común. Tan pronto suceda, si es que llega a suceder, la Junta Directiva del FCE tendrá que reunirse en sesión extraordinaria para estudiar la propuesta; el nuevo organigrama será sometido a su aprobación.

No son pocos los obstáculos administrativos. Por una parte, los encargados del proyecto de fusión tendrán que encarar la existencia de dos sindicatos con tabuladores diferentes. Por la otra, Educal es una sociedad anónima de capital variable con objeto social, y por lo tanto con una estructura distinta a la del Fondo, un organismo desconcentrado de la administración pública federal, por lo que hay que deshacerla y rehacerla antes de moverla a la SEP.

De la misma manera, tendrán que unificarse las infraestructuras de transporte y las áreas de promoción y difusión de ambas instituciones. No de menor complejidad, dada la impericia en cuestiones tecnológicas que el sector cultural gubernamental mostró durante la pandemia, es la integración de las dos librerías virtuales en una sola plataforma. Los cambios recientes en la Consejería Jurídica y en la Secretaría de Hacienda llevan a pensar que hará falta arrancar de cero otra vez.

Educal ha estado en varias ocasiones a punto de suspender sus operaciones, por encontrarse en situación de insolvencia para pagar la nómina. El Fondo ha subsidiado su déficit y ha tenido que ampliar el crédito de sus propios libros. Además, impuso a las otras editoriales cuyos libros comercializa Educal, la condición de pagarles solo el 80% de los adeudos y no el total, un 20% de derecho de piso en los hechos. No se sabe cuántas, pero está previsto el cierre de varias de las 82 librerías que integran la red. A pesar de la experiencia de los tres años recientes, más los horizontes adversos, Taibo II proyecta restructurar algunas –sin que haya claridad acerca de en qué consistiría esa reestructuración– y abrir otras más.

II.

Las diez subsidiarias –esa “trasnacional latinoamericana” que convertiría “el viejo sueño bolivarista en una nueva realidad”, como prometió Taibo II el 30 de marzo de 2018, en el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española– se convirtieron en “una de las pesadillas del Fondo desde que nació esta administración, pero ahí vamos”, según habría dicho el propio director del Fondo durante la Primera Sesión Ordinaria de la Junta Directiva de 2021.

Aunque Taibo II relevó a los anteriores titulares de las subsidiarias y designó a otros de su confianza, que en principio deberían conocer el comportamiento del mercado local, optó por centralizar las decisiones. Inicialmente, decidió que el presupuesto de las sedes del FCE en el exterior se aprobara mes a mes o cada tres meses, lo cual entorpecía cualquier esfuerzo de planeación anual. Actualmente busca instaurar un nuevo órgano consultivo editorial para dictaminar las obras que serían editadas, lo que acota aún más la capacidad de decisión. Mientras continúa con sus experimentos, se da de bruces con la realidad.

Para empezar, la subsidiaria de Venezuela cerró. El Fondo anunció la firma de un “convenio de asociación” con la Fundación de Librerías del Sur del Ministerio de Cultura de Venezuela, pero el convenio no es tal. La fundación se hará responsable de los gastos de mantenimiento y de operación, y el FCE solo mantendría un punto de venta y distribución, de importación de libros venezolanos y de adquisición de derechos. En la Cuenta Pública de 2020 de la Secretaría de Función Pública ya no aparece reportada. Taibo II insiste una y otra vez a los medios en considerarla como subsidiaria, pero esto es contrario a la verdad.

En tanto, el cierre de la sede en Brasil se anunció a principios de 2019, solo que dos años y medio después aún no concluye el proceso de liquidación, pues no se ha encontrado comprador para el activo inmobiliario que fue puesto a la venta. En tal situación, el Fondo se ha visto obligado a aceptar un acuerdo con un arrendatario, que apenas cubre el 30% del monto total en el que estaría valuada la renta del inmueble. Tampoco se ha encontrado a un distribuidor interesado en los libros de la editorial.

Taibo II prometió que volvería autosustentables a las subsidiarias. No obstante, desde finales de la gestión de José Carreño Carlón y hasta la fecha, las ventas se mantienen a la baja. En 2017, alcanzaron los 9 millones 22 mil dólares, que descendieron a 7 millones 430 mil dólares para 2018, a 6 millones 237 mil en 2019, y a 5 millones 008 mil en 2020. Es decir, incluso desde antes de la pandemia, la tendencia histórica desfavorecía a las emblemáticas sedes del Fondo en el exterior.

Hecho el balance entre los gastos y los ingresos, las pérdidas aumentaron también.

El 15 de marzo de 2021, la Secretaría de la Función Pública fue notificada de la auditoría realizada por el despacho Álvarez Balbás. En el documento se reporta que la participación en el resultado de los estados financieros de 2020 por parte de las compañías subsidiarias, arrojó pérdidas que pasaron de los 139 mil 860 pesos en 2019 a los 86 millones 332 mil 811 en 2020.

Por su parte, los despachos independientes que realizaron las auditorias de las subsidiarias en España y Estados Unidos incluyeron “un párrafo de énfasis” acerca de “la incertidumbre de que dichas empresas subsidiarias puedan considerarse como empresas en funcionamiento (negocios en marcha)”.

Antes de que concluyera 2020, Taibo II ya estaba cabizbajo por la sede en España –además de la de Ecuador. Habría expresado ante la Junta de Gobierno:

Ecuador y España solo tienen posibilidad de existencia con una inyección casi constante de capital desde Casa Matriz; o bien, en el caso de Ecuador, dejando de pedirle resultados mercantiles inviables, y a España, a partir de la venta de su bodega, tener un fondo que le permita sanear los enormes pasivos históricos y junto con reducir sus gastos de operación y fomentar una mejor distribución más allá de los dos puntos de venta que representan sus librerías, tratar de al menos sacarla de la quiebra técnica y a largo plazo buscar un punto de equilibrio”.

España, y las subsidiarias en general, sobreviven con pulmón artificial.

Las filiales tampoco están al corriente en sus pagos con la casa matriz. Al cierre de 2019, las cuentas por cobrar generadas por ventas a las subsidiarias ascendieron a 2 millones 474 mil 882 pesos. Al cierre de 2020, alcanzaron los 17 millones 204 mil 119 pesos, 695.1% más. 1 

En tanto, el inventario del fondo editorial propio, que Taibo II se comprometió también a reducir, no reporta variaciones relevantes. En 2018, el número de ejemplares embodegados alcanzaba, en cifras aproximadas, los 2 millones 600 mil ejemplares, bajó a 2 millones 500 mil en 2019 y para 2020 se mantuvo más o menos igual.

La economía de las filiales es “un agujero tenebroso en la estructura del Fondo”, habría expresado Taibo II a la Junta de Gobierno.

La “trasnacional latinoamericana”, un desvarío.

III.

No salen a flote las filiales, y Taibo II quiere hacer diplomacia cultural.

Al respecto, y parafraseando a la administración actual, el Fondo necesita una cuarta transformación. Fundado por Daniel Cosío Villegas, la primera ocurrió con Arnaldo Orfila Reynal, la etapa de la expansión. Luego de los descalabros que enfrentó el sello durante los sexenios de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez, José Luis Martínez se ocupó de la segunda, el rescate de la tradición. Miguel de la Madrid alentó la tercera, la modernización, que continuaron sus sucesores. La cuarta, que requiere el Fondo en la actualidad aún no comienza.

Esa transformación pasa por las subsidiarias.

El Fondo tendría que cerrar las que son insostenibles y solo implican un dispendio, y sanear e invertir en las viables. Quizás a Taibo II la decisión le resultaría deshonrosa y naturalmente no le gustaría pasar así a la historia. No obstante, no son rentables, venden y distribuyen más libros de sellos de los países y las regiones donde están ubicadas que del propio Fondo, y a consecuencia de sus decisiones carecen de presupuesto anual y de capacidad de decisión acerca del programa editorial. Lo que el sello editorial necesita son mecanismos de distribución y venta más eficaces en lugar de subsidiar quiebras técnicas por razones de oropel.

Las subsidiarias, con razón, son consideradas baluartes de la presencia de México en el exterior. La valoración es justa: lo han sido durante varios periodos, aunque también, salvo en ocasiones excepcionales, desde hace varios años realizan actividades de bajo o nulo impacto en la vida cultural de los países en los que se encuentran, que tampoco son su función central, menos en la circunstancia actual. Esa es la faena de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), a través de su diplomacia cultural, que atraviesa un momento penoso y se encuentra al garete.

Ni al Fondo le alcanza el presupuesto para publicar libros, ni la SRE tiene presupuesto para la promoción de la cultura de México –hay adscripciones que no han recibido siquiera el presupuesto de 2021. Hace seis años apuntamos que el Fondo, la SRE y la UNAM deberían establecer una alianza para encontrar convergencias en sus sedes foráneas, para de tal manera, sin apartarse de sus propios objetivos, construir una imagen de México en común. Ese momento ha quedado atrás.

A pesar de lo anterior, en lugar de comenzar a resolver lo que debió haber comenzado a arreglar hace tres años, Taibo II le echa más carga a la embarcación y contempla instalar un centro cultural en La Paz, Bolivia, que será supervisado desde Colombia o Chile, y abrir librerías en Asunción, Montevideo y La Habana, en colaboración con las embajadas. Además, se anunció la apertura de un centro cultural-librería en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima, y se realizan trabajos de adecuación en la sede de Guatemala, bajo el mismo esquema de centro cultural-librería.

La alianza con las representaciones diplomáticas –embajadas y consulados– contempla ir más allá. Incluiría un programa de exposiciones, conferencias y videos, entre otras actividades. Para las exposiciones, lo sabemos, no se contará con presupuesto, las que llegaran a realizarse no alcanzarán relevancia y se inventarán, de manera casuística y con escasa coherencia y visión, cuantas conferencias y videoeventos sean necesarios para cumplir con las metas programadas y los indicadores de gestión.

El Fondo no puede con lo que le corresponde y abre aún más su círculo de acción.

Por iniciativa del Instituto de Mexicanos en el Exterior de la SRE, aspira a “crear y supervisar un programa piloto y multiplicador de capacitación de mediadores, que promuevan la instalación de clubes y salas de lectura en Estados Unidos de América, acompañado de la edición de libros que disminuyan la distancia provocada por la barrera intergeneracional de los migrantes y apoyar procesos de enseñanza del español”, de acuerdo con información institucional.

Se trata de otro despropósito, en el cual acaso estarían involucradas, por un lado, las Brigadas para Leer en Libertad, de las que Taibo es fundador, lo cual es un conflicto de interés, sino es que un acto de corrupción, y por otro el Instituto de Capacitación Política de Morena, donde es partícipe también. Se trata de las actividades, en las Brigadas y el Instituto, a las que, tal y como advirtió en un video en Youtube cuando aceptó la invitación de Andrés Manuel López Obrador a dirigir la editorial, no iba a renunciar. Tales tareas no son el problema. El problema es aprovecharse de la editorial.

Taibo II no es un servidor público al servicio del Fondo. Hace uso del Fondo con actitud patrimonialista.

IV.

La Casa Matriz reporta indicadores estables, aunque al final tampoco sorteó el vendaval.

En 2018, el FCE publicó 168 novedades, que bajaron a 149 en 2019, año previo a la pandemia, y a 127 en 2020. Las reimpresiones pasaron de 280 en 2018 a 292 en 2019, antes de caer a 238 en 2020. Las cifras acumuladas de novedades y reimpresiones, en consecuencia, constatan el declive: 448 en 2018, 441 en 2019 y 365 en 2020.

La producción de ejemplares se mantuvo estable. El total de novedades y reimpresiones ascendió de 2 millones 525 mil 863 ejemplares en 2018, a 2 millones 913 mil 004 en 2019, y a tres millones 446 mil 746 en 2020.

Solo que el reporte de 2020 incluye 1 millón 158 mil 938 ejemplares impresos debido a un convenio con la Dirección General de Materiales Educativos de la SEP, para el programa “Ruta nacional de lectura: a fondo con el Fondo”, correspondientes a 18 títulos, lo que ajustaría la cifra a 2 millones 287 mil 808 ejemplares.

A consecuencia de la pandemia, en 2020 se desplomaron las ventas en las librerías. Los ingresos bajaron de 123.9 millones de pesos en 2019 a 51.3 en 2020, un descenso del 59%. La venta de ejemplares pasó de 1 millón 187 mil 985 a 424 mil 326, una caída del 64%. El Fondo contemplaba para 2020 ingresos por 97.76 millones y la venta de 910 mil 258 ejemplares, y llegó apenas al 51% y al 46%, respectivamente.

Por otra parte, crecieron la producción de libros electrónicos y las ventas en línea. La producción pasó de 122 títulos en 2019 a 201 en 2020, 147% más. En tanto, la librería virtual vendió 1.9 millones de pesos en 2019 y 7.6 en 2020, cuatro veces más. La venta de ejemplares pasó de 17 mil 614 a 61 mil 564, dos y medio veces más. No es un mal indicador, aunque el volumen de ventas en línea está bastante por debajo de las ventas en librerías, no alcanzó a amortiguar el desplome y no resulta relevante en el recuento final: las ventas de la librería virtual representan el 14.8% de las ventas totales en librerías.

Y las ventas de bienes y servicios en general, correspondientes a las ventas en librerías, institucionales, internacionales, internet, clientes, coediciones, derechos y otros servicios, se vinieron abajo también. En 2019 sumaron 252 millones 766 mil 217 pesos. En 2020, 130 millones 625 mil 352. Una caída del 48.3%.

El balance final no es favorable. En 2019, el Fondo reportó un total de “ingresos y otros beneficios” por 611.40 millones de pesos, que para 2020 bajaron a 330.41, el 46% menos. La caída se debió al desplome de las ventas institucionales y en las librerías en un 48%, las transferencias y asignaciones en un 47%, y otros ingresos y beneficios, en un 21%.

En tanto, en 2019 reportó “gastos y otras pérdidas” por 505.93 millones de pesos que para 2020 se redujeron discretamente a 481.34 millones, el 5%. Esa disminución se logró en buena medida con la baja en las ayudas sociales, el 40%, y la aplicación de las medidas de austeridad en los “gastos de funcionamiento”, solo un 7%.

En consecuencia, y por contraste con el ejercicio correspondiente a 2019, que arrojó un ahorro de 105 millones 467 mil 183 pesos, en 2020, hubo un “desahorro” de 150 millones 931 mil 369 mil pesos. Una caída, en relación con el año anterior, de 256 millones 398 mil 552 pesos, el 243.1%.

Al año de su gestión, Taibo II ya había demostrado que no era capaz.

Desde entonces, no ha hecho más que refrendarlo. No hubo, pues, nada que celebrar el pasado 2 de septiembre, en el 87 aniversario del Fondo. Salvo, claro, la “Venta Nocturna 2021. La noche de los libros, descuentos desde el 15% hasta el 60%, aprovecha y compra a tres a seis meses sin intereses, sólo tarjetas participantes, excepto novedades, no acumulable con otras promociones, en compras mayores a 500 pesos te llevas de regalo un paquete de libros”, según rezaba el promocional.

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Es autor del libro digital 80 años: las batallas culturales del Fondo (México, Nieve de Chamoy, 2014), de Política cultural, ¿qué hacer? (México, Raya en el Agua, 2001, y de La palabra dicha. Entrevistas con escritores mexicanos (Conaculta, 2000), entre otros. Ha sido agregado cultural en las embajadas de México en la República Checa y Perú y en el Consulado General de México en Toronto.

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