El triunfo de la metáfora

La metaforización está a la orden del día en todo el Complejo Académico-Cultural-Filantrópico. Responde, entre otras cosas, al triunfo de lo traumático.
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El triunfo de lo traumático, que amplía la idea del trauma hasta el punto de considerarla la fuente de casi todas las formas de infelicidad humana, es también el triunfo de lo metafórico en el sentido de que rechaza en gran medida cualquier sugerencia de que exista una distinción moralmente significativa entre lo físico y lo verbal. La metaforización está a la orden del día en todo el Complejo Académico-Cultural-Filantrópico. Pero en ningún lugar se ha vuelto más central que en la retórica de la vanguardia identitaria de la cultura traumática, el movimiento trans, donde ahora se considera evidente que cualquier rechazo verbal de las reivindicaciones del movimiento trans sobre el género por parte del llamado Movimiento Crítico de Género de las feministas antitrans es en sí mismo indistinguible en cualquier sentido moral relevante de los actos de violencia física contra las personas trans. Una expresión representativa de ello puede encontrarse en la “Declaración sobre la Naturaleza Genocida de la Ideología y Práctica del Movimiento de Género” del Instituto Lemkin para la Prevención del Genocidio de 2022. “Aunque los miembros del Movimiento Crítico de Género pueden argumentar que no pretenden matar los cuerpos físicos de las personas transgénero”, sostiene la declaración, “sí buscan abiertamente erradicar la identidad transgénero en el mundo”.*

El uso en la declaración del término “cuerpos físicos”, en lugar de solo “cuerpos”, presumiblemente para distinguirlos de los “cuerpos espirituales”, es en sí mismo emblemático de la nueva hegemonía de lo metafórico, por la que la declaración del Instituto Lemkin desciende en Mach 2. Se considera que impugnar la identidad transgénero es negar la identidad transgénero. Impugnar la identidad trans es negarla, y negarla no es diferente de querer erradicarla. Como tal, es genocida. Por supuesto, este argumento requiere que se considere a quienes se definen como trans miembros de un pueblo tanto como puede decirse de los judíos europeos o de los tutsis ruandeses, y que se considere que los intentos de los nazis y los hutus por exterminarlos no son ideológicamente diferentes de los del feminismo crítico con el género por negar la identidad trans, que la declaración de hecho señala como “particularmente genocida” [la cursiva es mía] aunque no se especifica en comparación con qué resulta “particularmente”.

La declaración del Instituto Lemkin admite que, al menos hasta ahora, no ha habido ningún intento de matanza masiva de personas trans, aunque advierte de que esto podría muy bien suceder si el Movimiento Crítico de Género se impusiera. Compara la negación de la identidad trans con los internados de Estados Unidos, Canadá y Australia, que pretendían destruir las identidades culturales de los niños indígenas que se veían obligados a residir en ellos. Pero incluso esta comparación depende de creer que el “asesinato del alma” no es fundamentalmente diferente del asesinato físico. Como tal, es el triunfo definitivo de la visión metafórica del mundo en el sentido estricto que el gran teórico literario I. A. Richards entendía cuando describía la metáfora como el “traslado de una palabra de su uso normal a un nuevo uso” y como una “transacción entre contextos”.**

El problema es que, si bien esas transacciones pueden no suponer ningún peligro en una obra literaria, trasladar de su uso normal a un nuevo uso la palabra “genocidio” o cualquier término que solo sirva para describir el sufrimiento físico y la muerte en la realidad es una transacción entre contextos que se realiza con la moneda falsa de la mala fe.

Traducción de Daniel Gascón. 

Publicado originalmente en el Substack del autor.

*https://www.lemkininstitute.com/statements-new-page/statement-on-the-genocidal-nature-of-the-gender-critical-movement’s-ideology-and-practice

**https://www.jstor.org/stable/435560?seq=2

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David Rieff es escritor. En 2022 Debate reeditó su libro 'Un mar de muerte: recuerdos de un hijo'.


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