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¿Es momento de reconocer que este Real Madrid es uno de los mejores equipos de la historia?

Aunque no parezca haber una mística alrededor del equipo, es innegable la capacidad que tiene el equipo dirigido por Zinedine Zidane para arrasar en competencias europeas. ¿Por qué nos cuesta trabajo reconocerlo?
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El día que Florentino Pérez presentó a José Mourinho como nuevo entrenador del equipo pronunció una frase llamada a marcar su mandato: “En el Real Madrid, el estilo consiste en ganar”. Durante las siguientes tres temporadas, la frase persiguió a técnico y a presidente porque la verdad es que se ganó más bien poco, pero incluso ahora, en tiempos de bonanza y títulos, sigue resumiendo a la perfección el gran problema mediático del Madrid: no hay una narrativa que explique la victoria más allá del propio trofeo en las vitrinas.

Precisamente esa falta de narrativa, esa ausencia de método y de relato, es lo que hace que a menudo se sea injusto con el que probablemente sea uno de los mejores equipos de la historia. Más allá de la victoria no hay nada. Cuando se gana, a celebrar. En cuanto se pierde o se empata, ataque de pánico. Esta misma temporada hemos visto varios partidos en los que el Madrid ha jugado bien o incluso muy bien, ha tirado veinticinco veces a portería, y el resultado final ha provocado que decenas de expertos pidieran a gritos el cese de Zidane, único entrenador en la historia de la Champions League capaz de ganar el título dos temporadas consecutivas. En concreto, las dos últimas.

Esa falta de medida propia por parte del madridismo hace difícil el análisis objetivo desde fuera. Nadie como el Barcelona ha sabido vender sus muchos triunfos. Cada título era mucho más que una copa al aire, era la culminación de un proyecto con aires a menudo místicos. En el Madrid, no hay más mística que la del presente. Hay un gusto por lo práctico que hace que lo difícil parezca fácil, que uno pueda ganar nueve eliminatorias consecutivas de la máxima competición europea y el público siga rumiando: “Ya, pero es que siempre le tocan los más fáciles”.

El Madrid es esa clase de equipo en el que el entrenador saca a Marco Asensio y a Lucas Vázquez de titulares, deja a Bale, Kroos y Modric en el banquillo, y aun así gana 1-2 en el Parque de los Príncipes al club más rico del mundo delante de una afición para la que el adjetivo “agresiva” se queda corto. ¿Cómo se valora eso? De acuerdo, el Madrid ha hecho de la victoria europea una rutina, pero, ¿no es acaso esa rutina de constante éxito la que marca a los grandes equipos de la historia?

Es cierto que la irregularidad que ha mostrado en las dos competiciones nacionales hace que el Madrid ahora mismo sea un equipo sospechoso. Podría emparejarse con cualquier equipo en cuartos de final y caer derrotado. Aun así, daría igual. Las tres Champions en cuatro años seguirían ahí, algo que solo han conseguido o han rozado equipos de la talla del Bayern de Munich de Beckenbauer, el Ajax de Cruyff, el Milan de Capello y Sacchi o el Barcelona de Rijkaard y Guardiola.

En cualquier caso, lo que ha marcado sin duda esta época de dominio blanco en Europa ha sido precisamente su capacidad para sobreponerse. Su mandíbula de piedra. Su ausencia absoluta de errores. Mientras en liga cualquier Leganés o cualquier Villarreal puede campar a sus anchas por el Bernabéu, en Europa no hay despistes, no hay desidia, no hay reservas. El Madrid, Saporta mediante, inventó la competición y sesenta años más tarde sigue devorándola.

Puede, incluso, que sea precisamente esa abundancia la que nos impide pararnos y juzgar los enormes méritos de esta generación de jugadores. Toda esa retahíla forofa de “la décima”, “la undécima”, “la duodécima”… Cuando llegas a determinado número ordinal parece que el siguiente no es un hito sino un eslabón más de una cadena infinita. Como aficionado al Barcelona, me es imposible asistir a estos años de triunfo sin una mezcla de estupor y envidia: lo que cuesta ganar una Champions League y lo fácil que le resulta al Madrid hacerlo. Como hombre que no cree en las casualidades, me resisto a pensar que se puede ganar tanto por una cuestión de suerte o que el hecho de que Cristiano no deje de marcar en todos los partidos importantes sea una coincidencia.

Ha sido precisamente la narrativa barcelonista la que ha dejado claro varias veces que, en el fútbol, las casualidades no existen o al menos no se prolongan demasiado tiempo. Habrá que explicarse, entonces, por qué gana siempre el Madrid en Europa sin recurrir a tópicos como “el escudo”. Quizá, de una vez por todas, habrá que reconocer que la clave es el talento. Y que, ahora mismo, en el equipo de Zidane, sobra.

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(Madrid, 1977) es escritor y licenciado en filosofía. Autor de varios libros sobre deporte, lleva años colaborando en diversos medios culturales intentando darle al juego una dimensión narrativa que vaya más allá del exabrupto apasionado.


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