La prensa las esperaba. Los reporteros se habĆan acomodado para recibir con el click de sus cĆ”maras a las manifestantes que llegaron siguiendo el paso lento de una carroza fĆŗnebre. Alguien, probablemente una de ellas, se habĆa tomado la molestia de llamar un dĆa antes a las redacciones de los diarios para avisarles que el 13 de diciembre setenta mujeres marcharĆan en el centro de Los Ćngeles.
Es mĆ”s bien difĆcil, si no imposible, perder de vista a una procesiĆ³n de casi cien mujeres que camina por las avenidas principales de una ciudad. Sobre todo cuando diez de ellas, vestidas de negro estricto y por obra de sombreros y mantillas, parecĆan medir dos metros. Pero ha pasado que acontecimientos mĆ”s grandes no llegan al ojo de la prensa. Prefirieron no jugĆ”rsela, tomar sus precauciones y poner unos anzuelos a los medios de comunicaciĆ³n.
Decidieron entonces que marcharĆan al edificio del ayuntamiento, asegurando asĆ la atenciĆ³n de los reporteros encargados de la polĆtica local. Mejor aĆŗn, se pronunciarĆan sobre la muerte de diez mujeres jĆ³venes que en aquellas semanas saturaba el ciclo de noticias porque la idea de un asesino serial renovaba la sensaciĆ³n de peligro y el morbo de los espectadores.
Cada parte de la manifestaciĆ³n āla ruta y el destino, las pancartas grandes de consignas claras, el tema y hasta la vestimentaā fueron consideradas con precisiĆ³n y de antemano, calculadas con cuidado para hacerse de la atenciĆ³n de la prensa en lo que fue pensado como un performance para los medios de comunicaciĆ³n.
((De acuerdo con Jeannie Klein, Suzanne Lacy hacĆa performances āamigablesā para los medios de comunicaciĆ³n. Este anĆ”lisis sigue los razonamientos de su artĆculo Jennie Klein, āThe Ritual Body as Pedagogical Tool: The Performance Art of the Womanās Buildingā, en Sondra Hale y Terry Wolverton (eds.), From Site to Vision. The Womanās Building in Contemporary Culture, Otis College of Art and Design, 2011. ))
En una de tantas fotografĆas que documentaron In Mourning and Rage, un hombre se adelanta al grupo de curiosos, se pone en cuclillas y toma una foto de las manifestantes. Otro, tambiĆ©n en cuclillas, escribe sus notas en una libreta. Creo distinguir a uno mĆ”s, que sostiene un micrĆ³fono. Los reporteros son los espectadores que el grupo anticipaba, la audiencia objetivo del performance.
DespuĆ©s de la primera tanda de fotos, las manifestantes dieron por turnos un discurso que bien podrĆa haber salido de la oficina de prensa de una instituciĆ³n pĆŗblica. Cada una de las mujeres vestidas de luto dio un ejemplo de la violencia sexual de gĆ©nero que se vivĆa en Los Ćngeles āuno solo, para no arriesgar la claridad del mensaje.
El discurso funcionĆ³ a la manera de un comunicado: el grupo de manifestantes habĆa anticipado que los reporteros, por la lĆ³gica de su trabajo, debĆan transcribir fielmente las palabras. Me los imagino, de vuelta en las redacciones, en ese juego entre los dedos y los botones de la grabadora āpause, play, rewind, playā que se necesita para escuchar y registrar puntualmente el discurso. Tengo para mĆ que si las artistas de In Mourning and in Rage se hubieran valido sĆ³lo de performance corporal, el mensaje podrĆa haberse perdido entre interpretaciones. El texto, en cambio, sirviĆ³ para que la perspectiva feminista se colara exacta en las noticias.
Esas palabras a modo de comunicado terminaron por darle otro Ć”ngulo a la cobertura de los feminicidios, que por entonces sĆ³lo se llamaban asesinatos. De acuerdo con Suzanne Lacy y Leslie Labowitz, organizadoras del performance, la prensa reparaba en la personalidad trastocada y āenfermaā, pero fascinante, del Hillside Strangler (āEl estrangulador de las colinasā), y no en las mujeres de entre 12 y 28 aƱos de edad que fueron secuestradas, torturadas, violadas y asesinadas por Ć©l. Hasta entonces las notas tampoco identificaban las posibles causas de esa serie de feminicidios. Dice Lacy que “las vĆctimas no pasaban de ser un puƱado de muchachitas ingenuas, tontas, que se encontraban āen el lugar equivocado y en el momento equivocadoā.
Ante la muchedumbre de feministas, curiosos y reporteros apostados en las escalinatas del edificio de gobierno, los funcionarios tuvieron que salir de sus oficinas y reconocer la protesta. Incluso prometieron que apoyarĆan la lĆnea telefĆ³nica de atenciĆ³n a las vĆctimas de violaciĆ³n y que impartirĆan clases de defensa personal para las mujeres ante los clicks, las grabadoras y las cĆ”maras de video de los medios de comunicaciĆ³n. On the record.
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LĆ”mpara en mano, un hombre ilumina la escena de la nota, mientras el reportero que tiene al lado graba con su cĆ”mara de video. En medio, MĆ³nica Mayer y Maris Bustamante preparan un remedio contra el mal de ojo de los violadores. Es parte del performance de Polvo de Gallina Negra, el primer grupo de arte feminista en MĆ©xico.
((Al principio, tambiĆ©n colaborĆ³ Herminia Dosal en el grupo. ))Voy a adelantar la moraleja: sabemos que hubo una Marcha contra la ViolaciĆ³n en octubre de 1983 gracias a esta acciĆ³n artĆstica que, como la de Lacy y Labowitz, pensĆ³ en otra clase de audiencia, muy distinta de la que acude a las galerĆas, los estudios y las salas de museo.
MĆ³nica Mayer recuerda que el performance tuvo mil espectadores y que la receta se publicĆ³ en revistas, pero tambiĆ©n en la televisiĆ³n. Otra de las acciones del grupo llegĆ³ al programa Nuestro Mundo que conducĆa Guillermo Ochoa y se transmitĆa por el canal 2.
Como en In Mourning and Rage, Polvo de Gallina Negra eligiĆ³ bien la ubicaciĆ³n de su performance sobre la violaciĆ³n. Es mĆ”s bien difĆcil que pase desapercibido un trĆo de artistas que se pretenden brujas del mercado de Sonora y que preparan su pĆ³cima en el Hemiciclo a JuĆ”rez.
āNo es fayuca conceptualā, dice Mayer en entrevista. Es cierto que estudiĆ³ dos aƱos en el Feminist Studio Workshop del Womanās Building, la Ćŗnica instituciĆ³n que en los setenta tenĆa programas educativos de arte feminista. TambiĆ©n lo es que trabajĆ³ como āaprendiz de brujaā en el grupo Ariadne: A Social Network, de Lacy y Labowitz. āNo me fui de shopping a los Estados Unidosā, insiste Mayer.
A pesar de que ambos grupos vieron en el performance para los medios una estrategia Ćŗtil para el feminismo, Mayer y Bustamante no se pararon, vestidas de luto, en la entrada de las oficinas de gobierno del entonces Distrito Federal. En vez de adoptar el tono ādramĆ”ticoā de Lacy, Polvo de Gallina Negra recurrĆa al humor āpara salvar la resistencia del pĆŗblicoā, explica Mayer.
Mejor aĆŗn: la acciĆ³n se llama āel derecho al respeto al cuerpo ajeno es la pazā y es una manera ingeniosa, pero accesible para el pĆŗblico, de enmendarle la plana al prĆ³cer de la patria y de advertir, quizĆ”, que las mĆ”s de las veces el liberalismo y sus instituciones no terminan de dar cabida a la violencia sexual que viven las mujeres, problema que subsiste hasta ahora, por ejemplo, en la sentencia de amparo del juez Anuar GonzĆ”lez Hemadi que interpretĆ³ que Diego Cruz Alonso, acusado de pederastia, no habĆa tocado a Daphne F. con āintenciĆ³n lascivaā.
Con todo y sus diferencias, tanto In Mourning and Rage como El derecho al respeto del cuerpo ajeno es la paz se valen de los referentes que nos son comunes. Ni siquiera a un niƱo le costarĆa adivinar que diez mujeres vestidas de negro estĆ”n en luto y todavĆa no conozco al capitalino que no sepa, aunque sea de oĆdas, del Mercado de Sonora y de los polvos que ahĆ venden para curar la hemorroides o hacer amarres.
Mayer y Bustamente aprovecharon la cultura popular para su performance, pero tambiĆ©n hicieron que en ella entrara algo del contenido feminista. DespuĆ©s de todo, no cocinaron un brebaje para conseguir marido. Entre veladoras y ollas de peltre, hicieron un polvo contra el mal del ojo de los violadores que repartieron entre el pĆŗblico y que āsĆ se parecĆan a los sobrecitos que venden en ese mercadoā.
Con el entusiasmo de quien descubre una estrategia inteligente, Mayer ha dicho que los performances de Lacy eran āverdaderas acciones polĆticasā. No se limitaban a los conocedores. No le hablaban solamente a ālos enteradosā. HabĆa que valerse de los medios de comunicaciĆ³n, esa peculiar audiencia que toma notas y fotos, graba y transcribe, publica, difunde y se esmera en llegar a otros pĆŗblicos, para que el feminismo entrara de lleno a lo masivo.
Sin formarse en las filas del performance, Marta Lamas tiene desde hace tiempo una secciĆ³n feminista en el noticiero de Brozo. En cada coyuntura, Estereotipas publica videos explicativos desde la perspectiva de gĆ©nero. Sobre la invitaciĆ³n para hablar del acoso sexual en el programa āĀæQuĆ© hay de comer?ā de TV Azteca, Tamara de Anda escribiĆ³ en facebook: āDecidĆ ir porque si las feministas no nos colamos a la cultura pop pop-per bien-pop nomĆ”s nos vemos las caras entre nosotras, y pues quĆ© bonito pero pues para quĆ©ā.
((Tampoco se me escapa que los medios de comunicaciĆ³n tienen una lĆ³gica que puede ser contraproducente, o de plano chocante, para varias feministas. Es innegable que cierto tipo de mujeres ācon estudios universitarios, cierto nivel de ingreso y cierto color de pielā tienen mĆ”s acceso que otras a la televisiĆ³n, al periĆ³dico, al radio. Hay que reparar en que los medios de comunicaciĆ³n tambiĆ©n crean celebridades y que una feminista con renombre puede terminar dando una entrevista sobre un tema que desconoce en vez de una experta. Hay que decirlo: el prestigio que resulta de ser convocada constantemente a la televisiĆ³n suele asignar ofertas de trabajo y recursos a unas en detrimento de otras. La economĆa de las superestrellas suele provocar grandes brechas de desigualdad (incluso en ingresos) entre las celebridades y las demĆ”s feministas, en este caso. Incluso deberĆamos asumir que la celebridad contradice otros principios del feminismo, como la sororidad. AdemĆ”s hay que tomar en cuenta que las feministas que entran a los medios de comunicaciĆ³n se exponen al ciberacoso, a las amenazas y a las agresiones de cierta parte del pĆŗblico que expresa su desacuerdo por medio de la violencia de gĆ©nero. Por lo tanto, aunque sea una estrategia eficaz de difusiĆ³n, al mismo tiempo hay que considerar los vicios que supone. Sobre la economĆa de las superestrellas, este artĆculo de los ochenta no deja de llamarme la atenciĆ³n: Sherwin Rosen, āThe Economics of Superstarsā, The American Economic Review, Volume 71, Issue 5 (Dec. 1981), pp. 845-858. ))
Incluso es posible encontrar ejemplos de la estrategia feminista ante los medios de comunicaciĆ³n en la primera ola del movimiento. Poco a poco, se ha ampliado la cobertura, ha cambiado el Ć”ngulo de las notas y los mensajes llegan no sĆ³lo al pĆŗblico inmediato de una acciĆ³n artĆstica sino al que reproduce el video en casa y al que lee el periĆ³dico. AsĆ, las performanceras han evitado ser reseƱadas solamente por las secciones de arte de las revistas o, peor, por las revistas acadĆ©micas. La tĆ”ctica es colarse a la primera plana, al noticiero de las diez, ganarse a la opiniĆ³n pĆŗblica.
No se me escapa que usted leyĆ³ esto en su gustada secciĆ³n de cultura.
(Ciudad de MĆ©xico, 1986) estudiĆ³ la licenciatura en ciencia polĆtica en el ITAM. Es editora.