Leopoldo Pomés, fotógrafo y publicista español nacido en Barcelona en 1931, acaba de fallecer en Gerona. Reproducimos un poema de Antón Castro en homenaje al artista, que en 2018 recibió el premio nacional de fotografía.
Hay fotógrafos que ven más allá de la luz.
Alquimistas de la imagen, calígrafos del aire,
ilusionistas del movimiento y del deseo,
soñadores de la mujer, Karin, Elsa, Nico, Margit o Teresa,
saltimbanquis del vacío, artistas
en medio de la arena o del naufragio.
No sé muy bien quién es ni qué ansía Leopoldo Pomés:
quizá sea un buscavidas, un explorador del anhelo,
quizá sea un cosmonauta de las emociones inmediatas,
el rapsoda visual de la sensualidad.
Canta y capta la belleza y su temblor eléctrico,
atrapa y extiende los culos asombrados al sol,
desnuda la intimidad inefable,
aquella que está antes o después del cuerpo,
aquella que ni es un seno ni un muslo ni el ardor,
aquella intimidad vedada que se revela en el fondo de los ojos
y en la piel estremecida: el delirio gozoso,
la picardía, el gesto teatral, el arrebato, la perplejidad poseída,
los surcos más insondables del retrato.
Leopoldo Pomés invita a amar la vida.
O quizá sea al revés: la vida ama la cámara de Pomés
y le ofrece sus mejores elementos, los instantes decisivos
de un cuerpo que es nube, mar abierto y confianza.
Pomés lo hace todo. Viste y desviste a las señoras,
les enseña a mostrar lo que quizá ni supieran que tenían,
y ellas le entregan la sinceridad suprema de la tentación,
la humedad más salobre de los sueños
y una promesa abierta a los placeres.
Pomés dialoga con las paredes y el tiempo detenido,
con la memoria de las piedras, la lección de la arquitectura,
y cuenta historias: de amor, de publicidad, de bailarinas
que montan a caballo, alargan la tarde y desdibujan el silencio.
Pomés descifra la realidad y sus ángeles,
exalta a la criatura herida que oculta su desconcierto entre las multitudes.
Pomés adora la brisa, el lenguaje de los zapatos,
el abismo gris de las miradas, la ira de las mareas.
Al final del día, de las semanas o de los meses,
el mundo le ha entregado el poema magistral de sus dones
y él lo devuelve agitado en su lasciva rebelión:
misterio, tumultuosa vida, seguridad natural de los sentidos.
Leopoldo Pomés ama la alegría y la contagia.
El fotógrafo es tan osado que se atreve a abrir
el corazón de su musa (Karin, Elsa, Nico, Margit o Teresa)
a la altura exacta del espejo carnal de su alma.
(Garrapinillos, Zaragoza, 17 y 18 de octubre de 2015).
*Está publicado en el libro El musgo del bosque Antón Castro. (Prensas Unviversitarias de Zaragoza. La Gruta de las palabras. Zaragoza, 2016).
es escritor y responsable del suplemento Artes & Letras de Heraldo de Aragón. Entre sus libros recientes están Golpes de mar (Ediciones del Viento, 2017) y Cariñena (Pregunta, 2018)