En la octava temporada de Qatar Sports Investment -y segunda de Neymar Jr.- en París, el sorteo de octavos ha deparado de nuevo al PSG una prueba de fuego, aunque de menor entidad que en años pasados. El equipo con más recursos económicos del mundo, el que consiguió reunir a todo tipo de estrellas como Mbappé, Cavani, Di María o el propio Neymar y prolongar la carrera de Gianluigi Buffon en un último intento de conquistar el único gran torneo que falta en el palmarés del italiano, ya chocó en esta primera ronda eliminatoria contra el Barcelona en 2017 –cuando desaprovechó un 4-0 en el partido de ida– y contra el Real Madrid en 2018 –se adelantó en el Bernabéu y poco a poco se fue apagando hasta caer eliminado.
En otras palabras, justo cuando tocaba dar el paso adelante después de cuatro años seguidos llegando a cuartos de final, el París Saint Germain dio dos pasos atrás. En el primero tuvo mucho que ver la mala suerte y una desgraciada actuación arbitral en el Camp Nou. En el segundo, se demostró que el “viejo orden” europeo seguía un punto por encima de los recién llegados. Las lesiones de Neymar y Mbappé tampoco ayudaron. Con todo, nadie dudó en echarle la culpa de todo a Unai Emery, el técnico que llevó a los parisinos a dos títulos de liga y otros dos de copa además de conquistar tres Europa Leagues consecutivas con el Sevilla, una hazaña en toda regla.
Con tamaña plantilla, a Emery se le juzgó con una severidad casi despiadada. Todo había sido culpa suya: el 4-0 al Barcelona fue mérito de los jugadores y el 6-1 en contra fue demérito suyo en exclusiva. Los groseros errores individuales que condenaron a su equipo un año después en el Bernabéu también engrosaron su debe y así, los jeques pasaron de puntillas por el fracaso como pasaron los jugadores, para dejar al técnico vasco como único culpable frente a la opinión pública, siempre tan ávida de linchamientos.
El problema de este año para directiva y plantilla es que Emery ya no está en el banquillo. En su lugar está Thomas Tuchel, el prestigioso entrenador alemán. Se acabaron las excusas. Al otro lado del enfrentamiento estará el Manchester United de José Mourinho, un equipo muy venido a menos, con numerosas trifulcas, fuera de puestos europeos en su liga nacional… pero que no deja de ser otro representante de la “vieja guardia” que tanto se le está atragantando a los parisinos.
Con motivo de su reciente derrota ante el Liverpool en liga, Mourinho fue sibilinamente criticado por su gran némesis, Iker Casillas, insinuando que si él estaba ya cerca de la retirada poco le faltaba también al portugués. Fue un comentario algo ventajista e injusto. La carrera de Mourinho desde su apogeo en 2010 con el triplete del Inter de Milán ha sido un lento apagarse pero con una cantidad de títulos apreciable en el camino. Uno no debería dar por muerto ni a un entrenador así ni a un equipo con tamaña leyenda detrás.
Con todos los problemas del mundo, con un enfrentamiento abierto con Pogba que solo perjudica al equipo y con la prensa enfrentada a él como es habitual, Mourinho consiguió ganar en Turín a la Juventus y clasificar a su equipo para octavos aprovechando de paso la debilidad de sus otros dos rivales: el Valencia y el suizo Young Boys. Igual que hay ganas de ver al Manchester City de Guardiola aspirando al rol de dominador en Europa que ejerció el año pasado en Inglaterra, hay más ganas aún de ver a todas las estrellas de cientos de millones plantarse en Old Trafford y no salir escaldados.
Una figura destaca sobre todas las demás: la de Kylian Mbappé, a sus diecinueve años campeón del mundo y recientemente elegido cuarto mejor jugador del planeta por el panel de expertos de la revista France Football. Todos vemos en él a un hombre llamado a marcar época y su época tiene pinta de estar a punto de empezar en cualquier momento. Aunque a Messi no se le aprecia más declive que el de su propio equipo y Cristiano no ha dejado de marcar goles en la Juventus, el jugador francés parece mejor situado que su compañero Neymar en la carrera por dominar el fútbol mundial a corto-medio plazo.
Ahora bien, para eso, al menos a nivel de clubes, hace falta algo más que acumular ligas francesas. Ya con el Mónaco, a los 17 años, Mbappé fue pieza clave a la hora de cargarse al Manchester City de Guardiola y meter a su equipo en cuartos de final hace dos años. Ha llegado el momento de exigirle que haga lo propio con el United y propulse un proyecto que debe girar en torno a él. Como ha quedado dicho, ya no hay un “torpe” entrenador al que echarle la culpa de todo (por cierto, habría que ver al “torpe” acumulando veintidós partidos invicto con un Arsenal que parecía condenado al desguace). Queda demostrar de verdad que la inversión de estos años ha estado a la altura de los inversores y los jugadores en los que se ha invertido. Lo descubriremos bien pronto.
En cuanto al resto de eliminatorias, sobresale un Liverpool- Bayern Munich con aire a semifinales, al menos. Si el Liverpool no es el equipo que mejor está jugando en el continente ahora mismo, al menos lo parece. El Bayern está en una crisis descomunal, pero es el Bayern y dos meses de parón invernal pueden cambiar cualquier dinámica. Es de sospechar que el Ajax dará más guerra al Real Madrid de la que puede parecer a priori. Su fase de grupos ha sido soberbia, con un fútbol de ataque que puede poner en muchos apuros a la débil defensa del vigente campeón.
El Barcelona se enfrentará al Lyon, la Roma al Oporto, el City al Schalke y el Tottenham al Borussia de Dortmund, otro enfrentamiento de alta alcurnia. Dejamos para el final el análisis de una eliminatoria poco vistosa pero que une a dos equipos que han jugado en cuatro de las últimas cinco finales de la competición: el Atlético de Madrid (derrotado en 2014 y 2016) y la Juventus (derrotado en 2015 y 2017). En nuestro análisis previo a la competición, aparecían en el primer escalón de favoritos y ni siquiera la abultada derrota de los madrileños en Dortmund debería minar en exceso su estatus.
Serán dos partidos de mucha defensa y pocos goles. Si algo ha hecho bien el Atlético de Simeone en estos años es competir a doble partido… y mitigar en lo posible los efectos del huracán Cristiano cuando jugaba en el Madrid. No parece probable que sean partidos de gran espectáculo pero de esa eliminatoria –y es mucho decir, está claro- puede salir el campeón. Sería el triunfo del equipo frente a la plantilla. Las opciones son tantas, los enfrentamientos tan apasionantes, que podemos asegurar que nos vamos a divertir mucho a partir de febrero.
(Madrid, 1977) es escritor y licenciado en filosofía. Autor de varios libros sobre deporte, lleva años colaborando en diversos medios culturales intentando darle al juego una dimensión narrativa que vaya más allá del exabrupto apasionado.