Periodismo en japonés

La noticia sometida a  la lógica de espectáculo.
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El terremoto y tsunami de Japón que han cobrado, hasta el momento de escribir esto, la vida de más de 12 mil 300 personas y el accidente nuclear en Fukushima, han obligado a algunos medios a revisar sus coberturas y a considerar el riesgo de incrementar la alarma, merced a lo que el Defensor del Lector de El País denomina “una realidad aumentada”, por el enorme volumen de material gráfico e informativo en circulación. Es decir, no es raro que exista una sensación de desmesura que surge de que todos los medios coloquen su atención en un punto a un mismo tiempo.

Los medios mexicanos no solo pecan de lo mismo -sobredimensionar un hecho noticioso- sino que también falsean y distorsionan y/o difunden información inexacta para convertirla en infoentretenimiento. La noticia sometida a  la lógica de espectáculo.

A mediados de marzo de este año, apenas unos días después del terremoto de 8.9 grados que sacudió Japón, Tv Azteca envió a uno de sus reporteros a la zona de Minamisanrikusho, donde el tsunami habría golpeado con mayor fuerza. En uno de sus reportes, el periodista hacía un recorrido entre los escombros mientras recogía testimonios especialmente dramáticos de algunos de los habitantes afectados.No pasó mucho tiempo para que personas que sí sabían japonés advirtieran que la traducción hecha por la televisora poco tenía que ver con lo expresado por los entrevistados.

En los días posteriores tuve oportunidad de hacer contacto con Manuel Medina González, si no el primero en llamar la atención sobre el caso, sí uno de los mexicanos radicados en Japón que se refirió con mayor amplitud a las incongruencias entre las palabras y su traducción. Peticiones como “No me tome la cara, por favor”, aparecían en pantalla como “Esto es lo único que quedó de mi casa”; explicaciones del tipo “El edificio de la asociación local de pesqueros estaba cerca de la compuerta”, se convertían en “Algunos tuvimos la fortuna de ver al mar acercándose, pero otros no, y no pudieron salir”.

Pese a las críticas por ese episodio, la tergiversación de testimonios volvió a repetirse en otro reporte de la televisora, perpetrando la premisa del brasileño Nelson Rodrigues: "si los datos no nos apoyan, peor para los datos".

La información es un bien público; llega a los ciudadanos como una oportunidad para conocer sus problemas, debatirlos, compartir puntos de vista comunes y contrastar sus realidades con las de otros1. Se esperaría, pues, que el periodismo y quienes lo ejercen se rijan por principios como la verificación estricta y mantengan una obligación de veracidad y honestidad con sus públicos. Hacer que la realidad se ajuste a lo que informamos y no al revés, constituye un fraude a la sociedad.

Empleados de Tv Azteca han sido acusados en ocasiones anteriores de realizar montajes que luego se transmitían como información en sus espacios noticiosos. Ex miembros del personal de la televisora declararon en su momento haber simulado, por órdenes de sus jefes y en complicidad con otras personas, riñas, protestas y asaltos que tenían como fin elevar el rating y desprestigiar a la autoridad local.

Los casos arriba descritos no merecieron una disculpa a la audiencia por parte de Tv Azteca, que cuenta con un Código ético para la autorregulación, basado —al menos así se asegura— en la necesidad de construir un proyecto de comunicación fundamentado en la ética. De hecho, el documento no solo considera que “distorsionar o colocar fuera de contexto las palabras de un entrevistado” constituyen una falta, sino que impone a productores, conductores, reporteros, redactores y editores la obligación de desmentir información incorrecta, reconocer y subsanar los errores incluso antes de que el público lo exija.

Se quiera o no, los informativos establecen desde su formato un contrato de lectura con el público en el que, a menos que se indique lo contrario, el televidente, lector o radioescucha puede asumir que más allá de inexactitudes, hay un trabajo profesional y responsable que tiene como objetivo permitirle entender qué está pasando en el país y en el mundo.

Cuando este contrato es violado, también se conculca el derecho de las audiencias a saber. El periodismo parte de lo factual y no se puede dar el lujo de enriquecer la realidad con ficción. Sostener que en el caso de Japón hubo problemas de traducción, pero nunca se faltó a la verdad, pues las imágenes y las lágrimas te respaldan, es un acto de irresponsabilidad para con el público. El juego leal con la audiencia implica advertirle siempre cuando está frente a una dramatización; no hacerlo representa violar las reglas y desarrollar melodramas en los tiempos destinados a los noticiarios.

 

Además, exijo a las autoridades federales y locales que esclarezcan el crimen múltiple en que fue asesinado Juan Francisco Sicilia Ortega, hijo del poeta Javier Sicilia.

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Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).


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