Supongo que no hay bienaventurados que no hayan pasado por el angustioso aburrimiento de padecer a un mal orador: maestros, curas, polรญticos, escritores, periodistas, intelectuales, activistas, jueces y demรกs personajes que, a pesar de que parte de su oficio es hablar en pรบblico, nada hacen por mejorar tal habilidad, ni por amor propio ni por cortesรญa.
El arte de un buen orador era muy apreciado en la antigรผedad. En una carta, Plinio el Joven recomienda a un amigo que venga a Roma para escuchar a un gran retรณrico llamado Iseo. โSi tรบ no deseas ardientemente conocerlo, es porque tu corazรณn es de hierro y roca.โ Y remata el texto con la siguiente exhortaciรณn: โDebes oรญr a Iseo, aunque solo sea por esto: porque tengas la dicha de haberlo oรญdoโ. Son palabras que hoy imaginamos mejor referidas a una diva del bel canto que a un orador.
Marco Tulio Cicerรณn escribe en su Del รณptimo gรฉnero de los oradores: โรptimo es, pues, el orador que, con el decir, enseรฑa y deleita y conmueve los รกnimos de los que oyen. Enseรฑar, es debido; deleitar, honorรญfico; conmover, necesarioโ.
Grande y extensa es la bibliografรญa antigua sobre la destreza en el hablar. La retรณrica era piedra angular de la educaciรณn y muchos hombres alcanzaron el poder y pasaron a la historia por haberla dominado. De Pericles, uno de los grandes, escribiรณ el poeta รupolis:
Ademรกs de su presteza
Habรญa en sus labios divina persuasiรณn
Entre los oradores solo รฉl tenรญa el arte
De seducir y dejarte clavado su aguijรณn
Quintiliano advierte sobre aparentes virtudes que son defectos: โAl maledicente se le toma por franco, al temerario por valiente, al verborrรฉico por elocuenteโ. Algo parecido escribe Plinio: โEl defecto de la mayorรญa de oradores griegos es que confunden la afluencia con la elocuencia, y te abruman con su incesante torrente de frases tan largas como frรญgidasโ.
Tambiรฉn de aquella antigรผedad nos llegan historias de oradores que confiaban tanto en su palabra que no sabรญan en quรฉ momento detenerse. La imparable lengua de San Pablo causa la muerte de uno de sus oyentes. Esto se cuenta en los Hechos de los Apรณstoles: โPablo โฆ alargรณ el discurso hasta la medianoche. Y โฆ un joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido de un sueรฑo profundo, por cuanto Pablo disertaba largamente, vencido del sueรฑo cayรณ del tercer piso abajo, y fue levantado muertoโ.
Tampoco habรญa medida en Nerรณn, que hablaba y cantaba sin tregua. Para poderse marchar, las mujeres simulaban dolores de parto y los hombres fingรญan infartos, que a veces no eran fingidos.
A Pablo y Nerรณn los toleraban por su autoridad, pero no cualquier improvisado tenรญa la osadรญa de dirigirse a un pรบblico, pues รฉste era difรญcil de complacer. Los presentes abucheaban si el discurso no estaba bien armado, si decรญan obviedades. Habรญa burlas si se pronunciaba mal una palabra, si la voz no era clara. No habรญa derecho a ser aburridos. Muletillas, pausas y extravรญos eran cosa inaceptable.
Sin embargo la retรณrica no se trataba como un mero malabarismo verbal; era forma que necesitaba fondo; por eso no viajaba sola, sino que constituรญa una parte del trivium, junto con la gramรกtica y la lรณgica. En la Francia prerrevolucionaria, donde todo se habรญa vuelto mรกs forma que fondo, Voltaire protestรณ. โCon el nombre de retรณrica, se enseรฑa el arte de hablar antes que el arte de pensarโ.
Otro francรฉs que tambiรฉn desconfiaba de la retรณrica fue Montaigne. Nos dice que โAristรณn define sabiamente la retรณrica como la ciencia de persuadir al puebloโ. Para ser precisos, Aristรณn dijo que la retรณrica es la โscientia videndi et agendi in quaestionibus civilibus per orationem popularis persuasionisโ. Muy bien, pero ยฟpersuadirlo de quรฉ? Con intenciones torcidas del orador, la retรณrica es la ciencia de engaรฑar, subyugar, amaestrar, adormecer, conformar, emborregar, enajenar al pueblo; de dividirlo y encresparlo contra enemigos imaginarios. La palabra puede ser seductora, iluminada y bella, pero a veces es como flauta en Hamelรญn.
Para Montaigne es claro que la elocuencia fue protagonista del declive de Atenas y de Roma. Estรก dirigida a โla estupidez y la facilidad que se encuentran en el pueblo, y que lo hacen propenso a ser manejado y arrastrado por las orejas al dulce son de esta armonรญa, sin que llegue a sopesar y conocer la verdad de las cosas por la fuerza de la razรณnโ.
Bien dicho, Montaigne, pero la razรณn no tiene tanta fuerza.
(Monterrey, 1961) es escritor. Fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy.