El morado es un destello inesperado y vivo. Nunca se le habรญa visto con esa intensidad, en esa intransigencia. El nuevo tono no vacila como el pรบrpura de la realeza, no es delicado como el lila ni alelado como el lavanda. No hay, en el listรณn de muestra que tiรฑรณ su inventor, un pedazo donde el color dude de sรญ mismo, se deslave o intente pasar desapercibido. Hay colores que palpitan: quienes vieron el malva que William H. Perkin descubriรณ en 1865 parecรญan sumidos en un trance. Un tintorero escocรฉs puso en riesgo su negocio cuando determinรณ que se asociarรญa con Perkin en la nueva empresa del morado; el cientรญfico mรกs reconocido de Londres le dedicรณ discursos, lo promoviรณ en ferias y por fin dejรณ de ser el color segundรณn que resulta de combinar el azul con el rojo. Entre los victorianos, el malva hizo constar que existรญa por derecho propio.
Cautivadas, y durante una dรฉcada, las mujeres de la burguesรญa lo llevaron en los botines, en los guantes y hasta en los sombreros. Cuando se forraron de malva, la moda parecรญa salvarlas del ridรญculo de vestirse igual โde la fastidiosa redundancia. Por entonces se necesitaban varios metros de tela para confeccionar un vestido que cubriera por completo a la crinolina, y algunos metros mรกs para crear los pliegues y coser los adornos que estaban en boga. La vestimenta no caรญa lisa sobre el cuerpo de las mujeres; en cambio, le gustaba abombarse, alterar la silueta, jugar con el volumen y complacerse en detalles que nosotros juzgarรญamos exagerados. De la mano de la crinolina, el malva fue una explosiรณn (y no un acento o un ribete): el color se aparecรญa en los salones, teรฑรญa las avenidas sin temor a exagerar.
No era para menos. Por entonces, Inglaterra vivรญa una suerte de optimismo cromรกtico. Los prerrafaelitas proclamaban el uso atrevido โdesvergonzado, inclusoโ de los colores; cubrรญan el lienzo de blanco y luego aplicaban los rojos, los verdes, los azules y los amarillos que con esa tรฉcnica parecรญan saltar de la pintura: el รณleo brillaba como nunca antes. Cuenta Simon Garfield (historiador del color y de la quรญmica, y autor del libro Mauve. How One Man Invented a Colour that Changed the World) que, al mismo tiempo, los cientรญficos de Francia, Alemania, Suiza y Gran Bretaรฑa descubrรญan un color por semana. Ya podรญan los tintoreros ahorrarse la penosa maniobra de irritar y triturar a 250,000 moluscos para teรฑir apenas una capa (y se aliviaron tambiรฉn de lidiar con la repulsiva maraรฑa de raรญces de la que se extrae el rojo cuando los tintes sintรฉticos destituyeron a los vegetales). El morado que durante siglos habรญa sido un lujo se convirtiรณ en un placer visual accesible para las esposas de los burgueses โcon el tiempo, y en una calidad inferior, para las obreras. Las cadenas pentรกgonos y hexรกgonos de carbono de la quรญmica moderna democratizaron el color. Por ello, no es del todo frรญvolo que la emperatriz de Francia declarara su predilecciรณn por el malva ni que la reina Victoria lo escogiera para la boda de su hija. Detrรกs de lo que parece un capricho, las mujeres de la polรญtica promovรญan la industria de sus paรญses: los violetas britรกnicos hacรญan que Inglaterra destacara como potencia comercial โen la moda se jugaba buena parte del mercado del mundo.
Sabemos que muy pronto un color reemplaza a otro, al anterior que se siente inadecuado y viejo en un abrir y cerrar de ojos. Nadie habrรญa podido pronosticar que el morado estarรญa de vuelta. No fue por una tendencia retro que tiรฑรณ las calles por segunda vez y con mรกs fuerza. La mujeres dejaron de usarlo por moda y, en cambio, lo llevaron por convicciรณn cuando las sufragistas lo reclamaron para sus estandartes, listones, bandas y broches. El siglo XX entendiรณ al morado como seรฑal polรญtica y el aรฑo pasado el discurso de concesiรณn de Hillary Clinton cobrรณ mรกs relevancia entre las solapas violeta de su traje: โTo all the little girls who are watching this, never doubt that you are valuable, powerful and deserving of every chance and opportunity to pursue your own dreamsโ, dijo y parecรญa estar ondeando una bandera feminista. De la realeza a las mujeres de la burguesรญa y de ahรญ a las sufragistas; del imperio, la ciencia y la moda a la polรญtica: nadie habrรญa podido imaginar la voltereta final del morado.
(Ciudad de Mรฉxico, 1986) estudiรณ la licenciatura en ciencia polรญtica en el ITAM. Es editora.