Foto: Adam Jones from Kelowna, BC, Canada / CC BY-SA (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0)

Visiones desde la cuarentena: Xalapa

En el encierro, asustan la extraรฑa algarabรญa que se lee en las redes, las innumerables selfies, la rijosidad que parece no acabar nunca. Reunimos en esta serie testimonios de la cuarentena mรกs extensa de la historia.
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โ€œLo irreparable es el hastรญoโ€, decรญa Gonzalo Rojas y seguramente se referรญa a una cosa distinta de la que yo siento cuando recuerdo sus palabras y veo el rostro de mis hijos, que llevan encerrados con nosotros desde el 13 de marzo, hace mes y medio aproximadamente y solo pueden asomarse al balcรณn pero, por razones que no comprendo, no lo hacen. En un principio intentamos realizar actividades que nos involucraran a todos. Juegos de mesa, lectura de libros; incluso David acondicionรณ el comedor para que sirviera como un remedo de la pared donde cotidianamente entrena tenis en un club cercano a la casa, que naturalmente estรก cerrado. Allรญ, en nuestra pared, jugarรญamos un minitenis. No fue posible. No por falta de tiempo, sino de ganas, aunque mi hija ยญโ€“Valeriaโ€“, asegure que tiene mucho trabajo pues estรก terminando su tesis y tiene clases a distancia casi todos los dรญas. Emiliano โ€“que cumpliรณ su mayorรญa de edad en el encierroโ€“ pasa la mayor parte del dรญa y hasta bien entrada la noche haciendo mรบsica en la computadora y David y yo โ€“como todos los afortunados que, al menos por ahora, pudieron quedarse en sus casasโ€“ vivimos limpiando, obsesivamente. Mis hijos y yo odiamos hacerlo, pero David es inflexible. Si no fuera por รฉl ya habrรญamos muerto de peste y nadie se habrรญa quitado la pijama.

 

David es el รบnico que sale por vรญveres al sรบper y yo, dos veces, al banco. Ambos con cubrebocas y guantes. Las calles silenciosas del lugar donde vivo no tienen nada que ver con las de otras partes de la ciudad. Allรญ no conocen a Susana Distancia. He regresado a mi casa con nรกuseas, para fastidio de mis hijos que aseguran que estamos exagerando โ€“en Xalapa, hasta el dรญa de hoy, sรณlo hay 10 casos de covid-19 comprobadosโ€“ y nos lo dicen con cierto rencor en la mirada. Quizรก tengan razรณn. No lo sรฉ y ese no saber es lo que nos estรก acabando. O quizรก, como tambiรฉn me dice David, el error consiste en estar casi diez horas diarias mirando los distintos dispositivos, buscando no sรฉ quรฉ: nรบmeros, datos, grรกficas incomprensibles, animales rondando las ciudades, casos espeluznantes, a nuestras autoridades diciendo barbaridades que solo auguran, para mรญ, el desastre y, no menos graves aรบn, noticias de la economรญa mundial y nacional. En realidad, lo que busco son ilusiones: posibles vacunas, medicinas y si yo lo creyera, hasta un โ€œdetenteโ€ que parara este vรฉrtigo en medio del espantoso pasmo que nos rodea. En Xalapa, hasta el sol parece detenido sobre nuestras cabezas: se filtra por las ventanas y grietas, sobrecalienta el aire de la calle en silencio, de mi casa en silencio.

 

Si no te has muerto, sรญ, โ€œlo irreparable es el hastรญoโ€, pero tambiรฉn el miedo. Tengo incrustado el miedo hasta en las orejas. Al virus, sรญ, pero mรกs a sus consecuencias. Diariamente, camino varios kilรณmetros dentro de mi casa para calmarme, pero no lo consigo. Me asombra que tantas personas en la redes digan que leen (lo que seguramente es verdad); en este momento, David tiene entre sus manos El origen de la tragedia. ยฟA quiรฉn se le ocurre volver a Nietzsche en este momento? Yo no puedo. Para intentar concentrarme y leer, me repito todo el tiempo aquella frase de Paz que dice: โ€œLa literatura no salva al mundo, al menos lo hace visibleโ€. Hoy no me consuela. Mi naturaleza es mรกs simple, es absolutamente animal: lo que me angustia son mis hijos, su impredecible futuro, nuestra posible incapacidad โ€“mรญa y de Davidโ€“ para ayudarlos. Su alegrรญa o su desdicha futuras me desesperan, pero en esos momentos recuerdo que vivรญ las recurrentes crisis mexicanas casi sin darme cuenta, gracias al tesรณn de mi madre. Quizรก yo no lo tenga, pero entonces me anima la voluntad de risa, de futuro, de mis hijos.

Aunque prefiero los cientรญficos, me asombra leer en las redes anรกlisis filosรณficos, literarios, de la pandemia; de nosotros en ella como un ejรฉrcito sobre barquitos de papel โ€“asรญ imagino cada familiaโ€“ naufragando en un mar de cruces. Yo no he podido escribir, hasta ahora. Debo una columna a una revista espaรฑola donde comento novedades literarias en Mรฉxico. Intentรฉ escribirla. Me pareciรณ absolutamente inmoral. Pero quizรก estoy equivocada.

Tengo dos hermanas, recluidas como yo. Una en Mainz, Alemania, con su esposo y su hijo de cinco aรฑos; la otra en el Ajusco, con su esposo. A mi madre, con cรกncer, tambiรฉn encerrada en Mรฉxico despuรฉs de sortear los 20 dรญas previos, durante los que mi hermana y mi sobrina la llevaron diariamente al hospital, con todas las precauciones del mundo. Mi padre ya no estรก con nosotros y aunque lo extraรฑo muchรญsimo, pienso en todas las personas que deben cuidar ancianos y lo difรญcil que debe ser este momento para ellos. Agradezco, pues, que haya muerto antes de que ocurriera esta situaciรณn. Tenemos, como todos, un grupo de WhatsApp y un grupo solo de โ€œHermanasโ€ donde, a diferencia del otro (al que subimos chistes, recetas, videos y fotos), podemos las tres โ€“como siempre en momentos difรญcilesโ€“ desahogarnos. Ese barco pequeรฑo, en el mar de cruces, es mi fortaleza. La extraรฑa algarabรญa que leo en las redes, las innumerables selfies, la rijosidad que parece no acabar nunca, tambiรฉn me asustan. Entonces vuelvo a conversar con mis hermanas.

ยฟCรณmo irรกn a recordar mis hijos esta temporada? ยฟQuรฉ irรกn a decir de nosotros, sus padres? Sรณlo espero que no sea irreparable la ilusiรณn.

 

 

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(Ciudad de Mรฉxico, 1961) es poeta, ensayista y editora de poesรญa en Letras Libres. Este aรฑo su libro Estrella de dos puntas. Octavio Paz y Carlos Fuentes: crรณnica de una amistad (Ariel, 2020) recibiรณ los premios Mazatlรกn de Literatura y Xavier Villaurrutia.


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