La fiesta está por terminar

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Continuando con el tema de mi último escrito, otro factor que enredará la posible recuperación de los mercados inmobiliarios a través de diferentes regiones es la paupérrima situación fiscal de los estados. Parte del estímulo fiscal que proviene de la federación será compensado por alzas en los impuestos (y en los costos de servicios públicos) estatales y de las ciudades. Los impuestos prediales aumentarán. En una situación normal, un menor precio de los inmuebles provocaría una baja en los impuestos sobre éstos; ahora, seguramente veremos incrementos en las tasas de impuesto para compensar la baja en los avalúos de los inmuebles y así evitar que los ingresos fiscales bajen. Ya ha pasado antes, en los setenta, cuando la deplorable condición fiscal de algunas ciudades suscitó un éxodo masivo de quienes empezaron a ser estrangulados por impuestos excesivos.

La solvencia de los bancos dependerá, en primera instancia, de cómo evolucione el valor de los activos en su balance. Dentro de éstos, los bienes raíces son los activos más relevantes. Es por eso, quizá, que el gobierno federal y algunos gobiernos estatales, como California, han impuesto una moratoria al embargo de propiedades. Es un hecho que la oferta de inmuebles excede, por mucho, a la demanda que se va a generar en los próximos años. Los precios tienen un largo trecho por bajar y, a juzgar por el descomunal tamaño de la burbuja creada, es muy probable que el mercado exagere la baja antes de que haya una recuperación sostenible. Según Ken Rogoff, ex economista en jefe del Fondo Monetario Internacional y profesor de la Universidad de Harvard, no veremos una recuperación en el precio de los inmuebles en los próximos siete a diez años.

Conforme esto ocurra, el patrimonio de las familias estadounidenses seguirá cayendo y forzando a que se amarren el cinturón para reparar su acervo de ahorro. Me preocupa que el éxito de la estrategia de estímulo keynesiano en Estados Unidos, China y otros países parece depender de que el consumo se recobre pronto, a pesar de que sabemos que es a largo plazo insostenible. No deja de ser contradictorio que los gobiernos finquen sus esperanzas para recuperarse de una crisis originada por un exceso de deuda –que a su vez generó una descomunal demanda–, buscando que la gente siga consumiendo antes que poner orden a sus finanzas. Me recuerda aquel dicho: “señor, dame castidad y continencia, pero todavía no”.

Por una parte, la situación demográfica de los países industrializados impondrá un colosal costo al crecimiento de sus economías conforme el envejecimiento de sus sociedades genere un pesado costo fiscal. En pocas palabras, habrá muy pocos jóvenes pagando por el retiro y los gastos médicos de muchos viejos.

Si Obama hubiera sido presidente en medio de una situación normal, no dominada por la crisis, habría gastado su capital político en la resolución de la futura quiebra del sistema de Medicare y del sistema de Seguro Social que se estima podría durar hasta 2041. La resolución implicaría un enorme compromiso fiscal. Ahora, ningún político tiene siquiera el estómago para recordar que estos problemas siguen en el tintero.

¿Y qué quiere decir todo esto para los mercados de hoy? ¿Por qué los precios de acciones y materias primas se han comportado con tanto vigor? En el primer caso, quizá sea una reacción excesiva a un hecho importante: estuvimos a un paso del despeñadero y nos salvamos; no es un hecho menor. En el segundo, porque ante el barranco todo mundo corrió a rematar inventarios y hacerse de liquidez en cualquier forma posible.

En el caso de la bolsa, hay varios factores que podrían hacer que no veamos una corrección pronto. Principalmente, porque vimos un alza con muy poco volumen. Eso quiere decir que pocos participaron en ella, y la presión para meterse al mercado en cuanto haya cualquier ajuste será muy grande. Sin embargo, siempre es posible que haya un catalizador que provoque un cambio negativo en el ambiente.

Si la bolsa permanece al alza, eventualmente veremos que el proceso que antes presenciamos, en el cual las empresas se endeudaron para recomprar sus acciones (lo que hizo que los niveles de utilidades por acción subieran, haciendo que las acciones se abarataran), ahora se revertirá, conforme busquen emitir acciones para pagar pasivos. Este proceso pondrá un límite al alza de los mercados. Por otra parte, los resultados del segundo trimestre, que empezaremos a recibir en julio, tendrán una comparación menos favorable, pues se contrastarán con los del segundo trimestre del año pasado, influido positivamente por la devolución de impuestos que hiciera Bush.

En mi opinión, una vez que se acabe el impulso que proviene del proceso de reconstruir inventarios, el panorama será mucho más desolador. El consumo no va a reaccionar pues no hay razón para que lo haga. Eso afectará también al mercado chino de exportaciones, que tiene los dedos cruzados esperando un milagro.

Las empresas chinas, que han demandado vastas cantidades de materias primas provocando un alza en los precios, parecen estar en un proceso de constitución de reservas estratégicas de algunos commodities. Increíblemente, como parte de su esquema de estímulo fiscal siguen desarrollando capacidad y almacenando producción. Esto lo han hecho en el pasado, con la intención de suavizar la baja en la actividad económica. La pregunta cardinal es qué van a hacer cuando la demanda no reaccione y ellos estén hasta los ojos de inventarios.

Creo que es enteramente probable que regresemos a un escenario cercano a donde estábamos: sí, sabiendo que el mundo no acabó, pero viendo que los precios de los commodities bajan fuertemente, que el desempleo sigue creciendo (creo que lo hará todo este año y el que viene), con la bolsa a la baja, los bonos del tesoro al alza (y las tasas nuevamente bajando), el dólar fortaleciéndose, y el yen también.

Créame que es agotador ser pesimista. Mucha gente cree que lo soy por naturaleza, pero no es así. Considerando a lo que me dedico, un cierto grado de escepticismo y paranoia es saludable. Sin embargo, me encantaría poder decir que veo la luz al final del túnel o que los precios de los activos se encuentran a niveles razonables. No es así. Creo, sin embargo, que en algún momento los diferentes mercados exagerarán el ajuste y presentarán excelentes oportunidades de entrada.

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Es columnista en el periódico Reforma.


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