Foto: Michael Pfister

“El recurso más poderoso con el que contamos es el libre intercambio de ideas.” Entrevista a David Frum

El escritor y comentarista canadiense habla sobre el surgimiento de líderes autoritarios en el mundo, el panorama de la relación México - E.U. de cara a 2024, y las formas de proteger la democracia liberal.
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David Frum es un escritor y comentarista canadiense que conoce de primera mano la realidad política en Washington, D. C. Se trata de un intelectual en la tradición del pensamiento conservador que se podría remontar a las ideas del filósofo Edmund Burke. Lúcido y perspicaz, Frum es un polemista de alta escuela y su presencia es requerida donde quiera que se intente clarificar la situación política mundial. Tradicionalmente ha estado cerca del Partido Republicano en Estados Unidos. Sin embargo, fue uno de los primeros en abandonar el barco cuando Trump se convirtió en el líder de ese partido. Desde entonces ha medido con precisión el talante autoritario del trumpismo, sobre el cual ha escrito dos libros de lectura obligada.

Hace poco, Frum intervino en la discusión sobre la amenaza del populismo obradorista en México y escribió un ensayo indispensable sobre el tema para la revista Atlantic Monthly.

Accediendo a conversar conmigo sobre estos temas, Frum y yo dialogamos a miles de kilómetros de distancia: la capital estadounidense conectándose con la Ciudad de México.

Escribiste un par de libros sobre Donald Trump (Trumpocracy y Trumpocalypse). En resumen, ¿cuál sería el principal mensaje de esos libros para tus lectores?

En mis escritos sobre Trump argumento algo que quizás los mexicanos comprendan bien, pero que hasta hace poco era extraño e incomprensible para los estadounidenses. A saber: que líderes autoritarios pueden subvertir la democracia al tiempo que preservan las formas democráticas. Trump violó reglas y costumbres que existen en Estados Unidos para evitar el enriquecimiento de los presidentes. También intentó subvertir la independencia de las instituciones de procuración de justicia. Y no olvidemos que después atacó la integridad de las elecciones. Aunque solo hasta el final recurrió a la violencia, la amenaza del uso de la fuerza estuvo presente desde el principio de su gobierno.

Parecería que no hay similitudes entre un estrafalario billonario neoyorquino dedicado al negocio inmobiliario y un político priista mexicano con graves complejos. Y, sin embargo, Trump y López Obrador se parecen como dos gotas de agua en su estilo autoritario de gobernar.

Categorías del siglo XXI como la “izquierda” o la “derecha” ya no sirven para designar a los autoritarismos contemporáneos. Incluso los líderes autoritarios lo entienden bien. El presidente López Obrador percibía al expresidente Donald Trump como un aliado y percibe al presidente Joe Biden como una amenaza. Encuentro las siguientes similitudes entre Trump y López Obrador: 1) hostilidad contra el estado de derecho y la autoridad impersonal; 2) falta de confianza en expertos técnicos; 3) subversión de instituciones autónomas del Estado, especialmente aquellas que califican las elecciones; 4) afán por politizar al ejército y otros instrumentos de la seguridad nacional; 5) resentimiento hacia los medios de comunicación independientes; 6) uso del cargo público como una arma política contra enemigos personales; y 7) un estilo presidencial abusivo, vengativo y poco digno.

Tanto Trump como López Obrador son ciertamente parte de una gran ola de líderes autoritarios en el mundo que han irrumpido en la escena reciente. ¿Cuál es tu explicación de este fenómeno global?

El caso de cada país es determinado por factores locales. Sin embargo, dado que estamos ante una tendencia mundial, podemos determinar causas globales. Me refiero aquí a tres en particular.

En primer lugar, el advenimiento de China. El comercio con China ha sido positivo económicamente para muchos, pero también ha minado patrones tradicionales de trabajo y recompensas. Para los mexicanos el surgimiento de China ha contribuido a un sentido de decepción en amplias franjas de población respecto al desempeño económico del país.

En segundo lugar, existe una aceleración global de la migración. Hoy es más fácil trasladarse de un país pobre a uno rico, y decenas de millones están migrando del sur global al norte opulento. Todo esto también ha sido políticamente desestabilizante.

Finalmente, tanto las poblaciones del mundo desarrollado como del menos desarrollado están envejeciendo. La edad media en México es hoy cerca de los 30 años, cuando hace dos décadas era de 23. En el caso de Estados Unidos y Europa, el proceso de envejecimiento es aún más pronunciado. Este cambio demográfico ha hecho que nuestras poblaciones se inclinen hacia la nostalgia y sean más sospechosas del cambio, así como más pesimistas sobre el futuro.

Tus tres explicaciones son de carácter económico y demográfico. Me pregunto si para ti tienen menos importancia transformaciones de orden ideológico o filosófico en la opinión tanto de élites como de poblaciones que expliquen el advenimiento del populismo del siglo XXI.

Hay un argumento interesante según el cual estamos viviendo un período de reacción en contra de ideas liberales y democráticas. Quienes fueron jóvenes en los años ochenta y noventa rechazaron al comunismo –al menos así va el argumento– y ahora hay una reacción contra el liberalismo entre quienes son jóvenes. El problema con esta explicación es que justamente el voto por líderes autoritarios, tanto en México como Estados Unidos, se concentró entre quienes eran jóvenes en los ochentas y noventas. Donald Trump y López Obrador son más populares entre quienes tienen alrededor de 70 años que entre quienes tienen 20 años. Es divertido especular, pero yo insisto en mi anterior respuesta, que se basa en cosas que puedo medir.

A pesar de sus problemas con la ley, hay una muy buena posibilidad de que Donald Trump sea el candidato presidencial del Partido Republicano para la presidencia. En 2024 habrá elecciones presidenciales en México y en Estados Unidos, y puede ser que dos populistas autoritarios sean presidentes en ambas naciones. ¿Cómo te imaginas la relación bilateral bajo esta hipótesis?

Me preocupa mucho la elección presidencial en México en 2024. Especialmente me preocupa el hecho de que López Obrador esté a punto de deshacerse del mayor activo que tiene un Estado en su lucha contra el crimen: la legitimidad democrática. Los criminales podrían rivalizar con el Estado en su poder paramilitar. Hoy compiten por la supremacía en muchas regiones y han penetrado al Estado mexicano. Aún en el caso de que obtuviera el triunfo un presidente legítimo en 2024, podría haber una crisis y una convulsión en México y un crecimiento de la migración en el hemisferio occidental hacia los Estados Unidos. El fracaso para controlar la migración es una de las grandes vulnerabilidades del presidente Biden.

¿Cómo luciría un segundo período de Trump para México? La idea de desplegar la fuerza militar de Estados Unidos hacia México en contra de las bandas de narcotraficantes está ganando simpatías entre la derecha. Es posible que Trump intente extraer algún tipo de permiso por parte del gobierno mexicano para hacerlo. Pero incluso si no lo consiguiera, Trump solo necesitaría el apoyo de sus aliados. Este camino no llevaría a ninguna parte. Necesitamos trabajar juntos para evitar cualquier paso en esa dirección.

Pareciera que la amenaza del populismo es global. El gobierno de Biden tuvo la idea de organizar un encuentro de democracias, pero terminó invitando al gobierno de López Obrador. Me pregunto si la situación nos debiera convocar a establecer una alianza transnacional más bien cívica: fundaciones, intelectuales, organizaciones de la sociedad civil, universidades y otras instituciones deberíamos establecer una red global de protección de la democracia liberal.

El principal propósito del liberalismo –en el sentido amplio del término– es proponer sistemas guiados por individuos que puedan establecer redes fundadas en la colaboración voluntaria. Las mentes autoritarias ven en este “orden espontáneo”, como le llamó Friedrich Hayek, algo caótico. Ellas piensan que es más eficiente que un líder decida qué hacer desde la cima. Excepto que, en la realidad, resulta que los sistemas autoritarios operados desde arriba siempre fallan y que la cooperación espontánea es siempre sorpresivamente exitosa.

A ti y a mí, así como a la revista para la que ahora contribuimos, nos une el poder de las letras libres y nuestra conciencia individual. Donald Trump y López Obrador, y quienes piensan como ellos, imaginan que hay una conspiración secreta conjurando contra ellos, tal vez dirigida por George Soros o el Foro Económico Mundial o los masones o los judíos. Son incapaces de imaginar que sus evidentes abusos provoquen una reacción natural. No pueden creer que la gente se pueda organizar desde abajo cuando las libertades fundamentales se encuentran amenazadas desde arriba.

Cuando publiqué mi artículo en Atlantic Monthly acerca de la amenaza al sistema electoral mexicano, gente que apoya a López Obrador me desafiaba en las redes sociales. ¿Quién te dijo eso? ¿Y por qué lo publicas ahora? Escuché historias sobre minas de litio y teorías acerca de que lo que yo decía distraía de tal evento o tal otro. Pero la teoría que nunca consideraban era obvia: la razón por la que estoy escribiendo sobre el sistema electoral ahora es porque el ataque a ese sistema electoral está sucediendo ahora.   

Pero regresando a tu pregunta sobre posibles soluciones. Me parece que efectivamente muchas organizaciones de la sociedad civil y fundaciones deberían trabajar en concierto y compartir información acerca de los peligros presentes contra la democracia liberal. Pero el recurso más poderoso con el que contamos es precisamente el que da título a esta revista: el libre intercambio de ideas. ~

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(ciudad de México, 1967) es ensayista, periodista e historiador de las ideas políticas.


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