El libreto de Florencia en el Amazonas, la ópera de Daniel Catán, fue escrito por Marcela Fuentes-Berain. Es un hecho menos conocido que el compositor recurrió a las artes del poeta y traductor Francisco Segovia para resolver la versificación de algunos tramos del libreto. Segovia accedió amablemente a responder algunas preguntas acerca de esta colaboración, a unos días de que Florencia… terminara una exitosa temporada en la Metropolitan Opera House de Nueva York.
¿De qué forma participaste en la escritura del libreto de Florencia en el Amazonas?
Fui sobre todo un versificador. Daniel me visitaba casi todos los fines de semana en la casa de mi padre en Tepoztlán y me mostraba las líneas del libreto que no terminaban de cuadrarle en la melodía (sobre todo porque el acento no caía donde a él le convenía). Si no era difícil, hacíamos el cambio ahí mismo. A veces, sin embargo, yo me llevaba las líneas a mi casa y le proponía alguna solución el fin de semana siguiente. Eso significa que a veces teníamos que cambiar las palabras que había escrito Marcela, pero no siempre; en ocasiones bastaba con enrocarlas… Y poco más… Creo que el aria “Volar…”, que canta Arcadio al final de la Escena 4, es casi totalmente mía; y seguramente también la versificación del aria final, que canta Florencia.
¿Cómo era la dinámica de trabajo con Daniel Catán y con Marcela Fuentes-Berain?
Nunca nos reunimos los tres. Pero te diré que A veces Daniel me exigía algo que yo no podía hacer. Me invitaba a su casa de Tepoztlán y me tocaba al piano, sucesivamente, cada parte de lo que la orquesta tocaría al mismo tiempo, mientras él cantaba (o trataba de cantar) la letra. “Mira –decía–, esto hacen los violines (y tocaba la parte de los violines); al mismo tiempo, las violas hacen esto (y lo tocaba), y el fagot… etcétera. Yo nunca pude imaginarme cómo sonarían juntas todas esas cosas. Tuve que esperar a escuchar la ópera tocada por una orquesta.
Daniel Catán reescribió varias veces la última aria, “Escúchame, Cristóbal”, quizás el momento más íntimo y trascendente de la ópera. ¿Recuerdas algo en particular del trabajo que hicieron juntos en esa parte?
La verdad es que no conservo ningún papel relacionado con esa colaboración, así que todo lo que te cuento es de memoria, y no soy muy buen memorista. Pero recuerdo que Daniel me hizo leer con cuidado tres libretos y luego escuchamos juntos las óperas correspondientes, que él analizaba minuciosamente para mí, tanto desde el punto de vista del libreto como desde el punto de vista de la música; pero, sobre todo, mostrando cómo se imbricaban una y otra. Así, escuchamos varias veces, al detalle, siguiendo el libreto con la música, Cossì fan tutte, de Mozart, Tristán e Isolda, de Wagner, y el Wozzeck de Alban Berg. Más tarde, a petición mía, analizamos La carrera de un libertino, porque a mí me intrigaba que en el libreto de Auden todos hablaran en prosa, excepto los locos, que hablaban en verso.
En Florencia… puedo reconocer mi mano sobre todo en los casos en que un aria está medida con algún rigor. También reconozco a veces versos completos escritos por mí. Por eso puedo decir que escribí casi toda el aria “Volar”. En cuanto al aria final, está escrita mayormente en versos de 7 sílabas, aunque hay algunos de 11 y otros de 5, que es una combinación regular en la poesía en español. Puedo reconocer como mía esa versificación, e incluso el fraseo de algunos de los versos, como el que dice “el río tumultuoso de los días”, pero Daniel hacía con las palabras del libreto lo que a él le convenía, así que, una vez que tú le dabas una línea, él podía cambiarla como quisiera. Estoy seguro, pues, de haber puesto en verso medido toda esa aria, pero las palabras finales sólo a veces son mías. Supongo que en esa última aria hay algo de Marcela, algo mío, y mucho de Daniel.
¿Florencia… fue tu primer acercamiento a escribir libreto? ¿Tuvieron otros intentos tú y Daniel Catán?
Fue mi primer intento, sí. Hubo otro, después, pero quedó inconcluso. No era, propiamente, una ópera; más bien un musical. Sobre Antonieta Rivas Mercado. Imaginábamos la escena y él seleccionaba el tema principal desde el punto de vista de la música, yo escribía entonces una canción y luego la trabajábamos juntos. Hicimos unas seis u ocho canciones, ya no recuerdo. La mejor era, en realidad, un fragmento del famoso “Nocturno a Rosario”, de Acuña, musicalizado en vena de bolero. Con bastante humor, por cierto, cosa que jamás le faltaba a Daniel. Hay grabación de algunas de esas canciones, a modo de ensayos, con una cantante y un pianista.
Una idea musical presente a lo largo de Florencia… es emular los sonidos del Amazonas, de la selva, mediante la orquesta. ¿Encuentra correspondencia en el aspecto lírico?
No lo creo, al menos en cuanto a la forma. Alguna vez le propuse a Daniel un argumento operístico basado en Ariadna, Teseo y el Minotauro. Yo había escrito como muestra unos cuartetos endecasílabos de rimas abrazadas, que Daniel descartó rápidamente: “En una ópera –me dijo–, la rima del cuarto verso llega demasiado tarde, cuando el oído ya olvidó cómo terminaba el primero. Si en la música popular son muy raros los endecasílabos, ¡imagínate en una ópera!”. Y, hablando del vocabulario tropical, se me ocurrió prestarle un libro cuyo prólogo me había impresionado mucho: Tristes trópicos, de Lévi-Strauss. Tardó años en devolvérmelo, pero no aprovechó en nada su increíble vocabulario, sobre todo el relacionado con los colores. Daniel prefería que la carga emocional estuviera en la música, y que la letra fuera más bien sencilla.
Florencia… fue la primera ópera en español en representarse en la Metropolitan Opera House en casi un siglo, y es la ópera mexicana más representada en el mundo. ¿Qué significa esto para ti?
Me alegra haber colaborado en ella, así fuera modestamente. Pero lo que el estreno en la Metropolitan Opera House significa es que Daniel entendía bien el gusto del público operístico, que –la verdad sea dicha– es bastante conservador. Siempre preferirá un estilo “clásico” a uno más moderno, dodecafónico o atonal, digamos, por no hablar ya de la música electrónica. Recuerdo que Ignacio Toscano, cuando era director de la ópera del Inbal, se las vio negras por el solo hecho de atreverse a estrenar en México la Salomé, de Richard Strauss, y La carrera de un libertino, de Stravinski. Que yo sepa, no se han vuelto a poner en Bellas Artes. Pero ese estilo “clásico” (que incluye, desde luego, a Wagner) le iba muy bien a Daniel, al que le gustaba echar a volar la orquesta entera. ¿O no te parece a ti también que el sonido de una orquesta entera es muy emocionante?
En todo caso, me gustaría que el éxito de Florencia… ayudara a que se aprecien mejor las otras óperas de Daniel; y, en general, toda su obra, que es de primerísima. ~
es editor digital de Letras Libres.