Foto: Beto Gutiérrez, CC BY-SA 4.0 , via Wikimedia Commons

“No deberíamos perder el hábito de recordar y conservar lo que verdaderamente importa”. Entrevista a Jorge Carrión

Una charla con el escritor español a propósito de su novela Membrana.
AÑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

Las estructuras canónicas de la novela se han puesto a prueba constantemente con el trabajo de escritores que cruzan las fronteras de los géneros y estilos. Uno de ellos es el español Jorge Carrión (Tarragona, 1976), quien con novelas como Todos los museos son novelas de ciencia ficción (Galaxia Gutenberg, 2022) y Membrana (Galaxia Gutenberg, 2021, LII Premio Internacional de Novela Ciudad de Barbastro) explora la ciencia ficción y los futuros distópicos y reflexiona sobre el hombre, la ciencia y el mundo digital a partir de historias que en ciertos momentos parecen ensayos, y en otros vaticinios.

Carrión logra, en el texto del catálogo de un ficticio museo del siglo XXI, una novela futurista con base en el conocimiento creativo e intelectual de nuestro presente. Esto representa un reto para el lector pero también un paseo cognitivo por la concepción de lo humano y la coexistencia, inevitable en nuestro siglo, con la virtualidad y sus implicaciones.

Este museo del siglo XXI que es el epicentro de tu novela me parece un símbolo activo e inteligente, porque usualmente los museos, por lo menos en Latinoamérica, son espacios pasivos, contemplativos y a veces restrictivos, mientras que en tu libro el museo es un ente vivo. ¿Cómo llegaste a la idea del museo como este espacio de tanta fuerza?

Creo que es la evolución natural del museo de ahora. Porque la tendencia es hacia la interactividad y la narrativa, como se puede observar en los mejores museos sobre la memoria histórica o los fenómenos naturales. Membrana asume que las inteligencias artificiales conocen todo lo que se ha publicado y proyectado sobre museografía y lo han interpretado en su clave algorítmica. Disponen además de la tecnología para, por ejemplo, hacer el catálogo simultáneamente en todos los idiomas que existen. Nosotros leemos la versión en español.

Membrana va del ensayo científico a la ciencia ficción; una distopía e incluso en momentos una ucronía del cómo será el mundo con las transformaciones que ocurren a cada microsegundo. Mientras la leía pensé en Bradbury, Asimov, Richard Matheson, Yuval Noah Harari, entre otros.¿Cuál fue la génesis de la novela?

Supongo que todo lo que he leído y visto y escuchado durante toda mi vida, desde las películas de ciencia ficción o los cómics de Superman (ese extraterrestre) de mi infancia hasta los ensayos de Stefano Mancuso, la novelas de Ursula K LeGuin o las series de Damon Lindeloff de los últimos años. Pero en el momento de la escritura no era consciente de ello. Fue un proceso muy rápido y muy intuitivo. Todo fluía y se entrelazaba. Como las cuerdas, digamos, que se tejen en la artesanía tradicional o en los libros de Donna Haraway, como si las manos ya supieran lo que tenían que escribir, arrastradas por la música mental y la lógica extraña de las narradoras de ficción.

La cita de Coetzee con la que inicias Membrana lo resume de forma maravillosa, pues es cierto que no existe una “ficción compartida del futuro”. Por supuesto, existen predicciones de hacia dónde podremos llegar, pero carecemos de una visión clara del porvenir. ¿Cómo lograste convertirte en narrador de lo que viene?

Me sorprendió encontrar esa reflexión sobre el futuro en una conferencia de Coetzee, cuyas obras principales piensan sobre todo el pasado. Mi interés principal está en esa zona del presente que anuncia futuros posibles, ese laboratorio a menudo utópico que pronto gira por lo general hacia la distopía. Tiene que ver con mi trabajo como crítico cultural, que a veces se parece al del cool hunter o buscador de tendencias. Por eso me interesé hace más de quince años por las entonces nuevas series de televisión o más recientemente por los algoritmos y las plataformas. También tiene que ver con mi recuperación hace algunos años de la vocación científica e informática de mi infancia, que había olvidado, y que he ha cristalizado en todos mis proyectos recientes, sobre todo en el pódcast Solaris, ensayos sonoros.

Escribes que “La historia humana fue catástrofe desde siempre.”¿Crees que estamos predestinados a un círculo infinito de catástrofes? De ser así, ¿hemos aprendido algo de ellas?

El ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor, como se ha vuelto a demostrar durante la pandemia. La humanidad existe y no existe al mismo tiempo: es un ente abstracto, una inteligencia colectiva, pero sobre todo es la suma de muchas conciencias individuales, que no se pueden poner de acuerdo. Por eso las narradoras de Membrana son también múltiples y contradictorias. Tanto como sus madres biológicas. El ecocidio de Bolsonaro o los crímenes de guerra de Putin son datos pesimistas; la rapidez con que hemos logrado y administrado la nueva vacuna o el aumento de la esperanza de vida son datos optimistas. Pero incluso en lo bueno se proyectan sombras. Hemos creado una realidad insostenible. Mis narradoras creen que la única solución es el códigocentrismo. Yo, en cambio, intuyo que la única vía es el equilibrio entre el biocentrismo y la inteligencia artificial. Pero el mundo sigue girando alrededor de la figura humana y de algunos egos masculinos. En ese sentido me preocupa que la mayoría de los alumnos de ingenierías, matemáticas e informática sean hombres.

Cuando abordas la figura de Pinocho dices que, aunque abandone la condición vegetal y esté provisto de lenguaje, todavía no es humano: “el progreso hacia el difícil seno de la humanidad.” Planteas de forma recurrente la pregunta de qué hace al ser humano.

La novela está repleta de figuras que se mueven entre varios mundos, como Pinocho, Spiderman, Nebrija o Ada Lovelace, figuras de traducción y mediación. La más extrema es la del híbrido. El humano que se inyecta algoritmo en vena. En Membrana no hay robots, sino inteligencias artificiales sin cuerpo, fluidas, postgénero, e híbridos, millones de ellos. El libro se pregunta por nuestra obsesión por el cuerpo y por su duplicación, por el antropomorfismo, y explora alternativas.

Planteas que toda inteligencia requiere de artificio, así como que la lengua es tecnología. ¿Era tu intención que la lengua, en esta hipermodernidad de tu novela, adquiriera una interpretación científica?

Me interesan las lenguas como sistemas. Y la traducción. No es descabellado pensar que Membrana ha sido escrita en código, que es el gran lenguaje de nuestra época y tal vez del futuro, y que lo que estamos leyendo es una versión en español producida por el algoritmo catedral Nebrija. En cualquier caso, hay que leer el mundo y la literatura desde la tecnología, la ciencia, el arte y la propia literatura (la novela es muy cervantina, muy clásica, de hecho), no desde la filología.

 La historia existe porque los hombres desarrollaron tecnologías para registrarla”, escribes. Con las nuevas tecnologías, ¿qué clase de memoria nos espera?

Vivimos en la paradoja de tener registro de todo y de no tener acceso a la mayoría de esos archivos. Era más fácil encontrar textos en la red hace diez años que ahora. Google se ha vuelto una máquina de publicidad que antepone los intereses de sus clientes a los de sus usuarios. Muchos diarios han cerrado, legítimamente, sus hemerotecas a sus suscriptores. Etcétera. Yo diría que por esos motivos es importante que las memorias sean al mismo tiempo físicas y digitales. La próxima pandemia podría ser un apagón o un virus digital. No deberíamos perder el hábito de recordar y conservar lo que verdaderamente importa.

+ posts

Jaime Garba es escritor, reportero y profesor de escritura creativa. Ha publicado la novela ¿Qué tanto es morir? (Arlequín, 2016) y el libro de relatos Cuando las estatuas se cansan (Ficción Breve, 2017). También coordinó la antología de crónicas sobre la pandemia #TextosAislados (2021).


    ×

    Selecciona el país o región donde quieres recibir tu revista: