No estamos ante la primera ni probablemente la รบltima de las pandemias que han sufrido las naciones europeas a lo largo de la historia. Las pestes, las calamidades y las enfermedades de todo tipo han sido recurrentes. ยฟQuรฉ podemos aprender de los comentarios y de las reacciones de las sociedades que entonces las padecieron?
El conocimiento de la historia siempre enseรฑa, otra cosa es que los seres humanos aprendamos de ella. Con frecuencia, la memoria subjetiva y su relato mรกs o menos ficcional sustituye a la historia, es decir, sustituye a los hechos histรณricos, a la โverdad de los hechosโ que decรญa Hannah Arendt, y los rodea de marcos de significaciรณn manipulados o falsos. La historia como una narrativa basada rigurosamente en los hechos y acontecimientos histรณricos, desarrollada racional y objetivamente y siempre abierta a nuevas investigaciones y descubrimientos โpor tanto, como ocurre en la ciencia y en todo conocimiento riguroso, no definitivaโ queda arrasada a veces por mitos y creencias y emociones que suplantan toda realidad y contribuyen a la mentira y falsedad de los hechos. Sin los marcos o narrativas de significaciรณn en un contexto complejo, nada podemos entender los humanos, pero ello no implica que no haya โde nuevo Arendtโ una โverdad factual y que pueden existir los hechos independientes de la opiniรณn y de la interpretaciรณn subjetivaโ (Hannah Arendt, Verdad y mentira en la polรญtica, Pรกgina Indรณmita, 2017).
Efectivamente, las pestes, las enfermedades, las pandemias han sido hechos histรณricos, registrados en varias partes y sin discusiรณn de su existencia, pero sus causas y sus consecuencias difieren segรบn los niveles de conocimiento de distintas รฉpocas y de los marcos de significaciรณn que los analizan. Precisamente, la historia oral y escrita de Occidente comienza con una epidemia. El gran poema fundador de Homero, la Ilรญada, ya advierte sobre la catรกstrofe de la peste caรญda sobre los aqueos como castigo divino y como venganza de Apolo por el secuestro de la hija de uno de sus sacerdotes: โยฟQuรฉ dios pudo mezclaros en tan atroz contienda?// El hijo de Latona y del Croniรณn que, airado,// Lanzรณ por los ejรฉrcitos una peste tremendaโฆโ (La Ilรญada de Homero, traducciรณn de Alfonso Reyes, FCE).
En numerosos textos clรกsicos se repite este castigo de los dioses por errores o maldades realizados por los humanos, como en Sรณfocles en su Edipo rey, y otros grandes poemas y dramas รฉpicos. Mรกs tarde, serรก sobre todo en Tucรญdides donde encontraremos por primera vez un relato histรณrico riguroso, centrado en la Atenas de la guerra del Peloponeso contra los persas y, especialmente, en la Atenas de Pericles en la guerra contra Esparta y sus aliados; en esta se describe objetiva y crudamente la peste que asolรณ a Atenas en el 430 a. C., fiel a los hechos ocurridos y sin alusiones a castigos sobrenaturales ni a intervenciones de dios alguno, ni a culpa alguna por los pecados de los humanos (Historia de la guerra del Peloponeso, Aguilar, 1969, 47 y 48-54). Algo excepcional no solo en el mundo antiguo, sino prรกcticamente hasta nuestros dรญas. Volveremos sobre ello. Pero lo que sรญ recoge magistralmente el historiador griego es la desesperaciรณn de mรฉdicos y enfermos ante la devastaciรณn de una epidemia que provoca un horrendo final y contra la que no se posee ni conocimiento ni remedios. โLo mรกs terrible de la dolencia โnos cuenta Tucรญdidesโ era el decaimiento al sentirse enfermos โentregados a la desesperaciรณn, se abandonaban ellos mismos, sin poner remedioโ y que, contagiรกndose unos al cuidar de otros, morรญan como ovejas; esto causรณ la mayor mortandad [โฆ] todo remedio humano resultaba inรบtil: oraciones en los templos, orรกculos y otros recursos, todo era en vano y acabaron por renunciar, vencidos por el mal.โ
Como es sabido, la muerte de Pericles por la peste y la devastaciรณn de los atenienses dio lugar a cambios sociopolรญticos y geoestratรฉgicos en el mundo mediterrรกneo. Si bien no ocurriรณ asรญ con su potente cultura, que se expandiรณ a partir de Alejandro y sus sucesores helenรญsticos y fue recogida y reinterpretada por Roma y base de toda la cultura occidental โla ciencia y la democracia son legados griegosโ, junto con la decisiva herencia judeocristiana; en la Biblia abundan las menciones sobre plagas y pestes, generalmente enviadas por Yahvรฉ ante la desobediencia o pecados de los hombres. En la historia de Roma las epidemias fueron constantes, pero locales respecto a la totalidad del Imperio, sin que se produjera un fulminante final, si bien en determinadas regiones y tiempos contribuyeron sin duda a la decadencia y empobrecimiento de las zonas afectadas, y desde luego la gran pandemia denominada Antonina (165-180 d. C.), en la que pereciรณ el gran Marco Aurelio, llevada a Roma por las legiones que volvรญan de las guerras en Asia Menor, diezmรณ una tercera parte de la poblaciรณn romana.
Brotes epidรฉmicos diversos y pandemias catastrรณficas siguieron la estela humana en todas las รฉpocas. En el mundo europeo y euroasiรกtico, fueron recordadas especialmente la terrible peste bubรณnica en el Imperio bizantino, bajo el emperador Justiniano (541-542 y 558), junto con contagios mรบltiples de cรณlera, viruela y otras enfermedades extendidas por toda Asia Menor. La Edad Media europea quedรณ marcada por la terrible peste negra de 1348, un antes y un despuรฉs, como veremos. La Edad Moderna y el descubrimiento de Amรฉrica produjeron nuevos contagios y nuevas enfermedades, sumadas a las tradicionales epidemias de viruela, gripe, tifus, disenterรญa, fiebre amarilla transmitida por el virus de un mosquito, etc. La contemporaneidad no se librรณ ni del cรณlera morbo en el siglo XIX, ni de la mal llamada โgripe espaรฑolaโ de 1918, que causรณ mรกs muertes que la Primera Guerra Mundial. Virus y bacterias forman parte inseparable de nuestras vidas โy no solo para malโ, como hoy sabemos por el avance cientรญfico. Y nuevas enfermedades infecciosas han continuado en el siglo XX y XXI hasta llegar a nuestra actualidad con la covid-19.
Pero, efectivamente, se ha ido aprendiendo a lo largo del dolor de siglos, aunque los seres humanos repitan en mayor o menor medida unos mismos o parecidos comportamientos y actitudes entre el egoรญsmo feroz en ciertos casos y el altruismo y generosa solidaridad heroica de otros. La historia nos enseรฑa al tiempo en estas circunstancia crรญticas, una y otra vez, el valor de nuestras vidas efรญmeras y la constante innovaciรณn e invenciรณn del ser humano. Pero solo a partir del desarrollo de la ciencia y la tecnologรญa en la contemporaneidad hemos tenido instrumentos reales para combatir los contagios y las muertes en alguna medida. Y aun con ello, nunca estaremos a salvo, como estamos viviendo en una actualidad que todavรญa asombra, por inesperada, al haber olvidado la fuerza de la naturaleza y de lo viviente.
Desde la huida ante la peste y el aislamiento o separaciรณn de los contagiados, de la cuarentena de barcos y personas y la incineraciรณn de los muertos contagiados, o de la confinaciรณn de ciudades y villas enteras, que se han repetido una y otra vez en la historia humana, hasta llegar hoy a la esperanza de las vacunas y cuidados mรฉdicos actuales hay un salto gigante, pero en el fondo nos sigue la advertencia de la inestable y dificultosa existencia y la necesidad de resiliencia, fortaleza y respeto a la naturaleza y hรกbitat que nos rodea.
ยฟCรณmo afrontaron las sociedades de los siglos pasados los retos que les presentaba una epidemia de esta magnitud, teniendo en cuenta que sus medios eran mucho mรกs limitados que los que hoy estรกn a nuestro alcance?
La descripciรณn que nos hace Tucรญdides de la peste de Atenas y del comportamiento de sus habitantes puede servir de guรญa en la historia de las epidemias tanto locales como โuniversalesโ o pandรฉmicas para el mundo conocido antes del descubrimiento de Amรฉrica y, en general, para las sociedades preindustriales hasta el siglo XIX. Como es sabido, el crecimiento demogrรกfico y la necesidad de subsistencia, o simplemente la curiosidad y la ambiciรณn de conocimiento y exploraciรณn de lo desconocido, han motivado el movimiento irrefrenable de pueblos enteros, especialmente en Euroasia, desde el Este โdonde emergieron las antiguas civilizacionesโ hacia el Oeste, dando lugar a guerras e intercambios culturales y sociales y cruzamiento de enfermedades y etnias a lo largo de los siglos. Estos continuados desplazamientos, generalmente violentos, que por donde pasaban alteraban al tiempo los nichos ecolรณgicos de lo viviente, en especial los de los roedores silvestres como ratas y marmotas y otros varios animales, eran los portadores que, sin saberlo, expandรญan enfermedades cronificadas de unos territorios a otros. Fenรณmenos histรณricos que, si por un lado han originado guerras y conflictos violentos โfuria y muerteโ, por otro, en el asunto que tratamos, han amalgamado e inmunizado en el caso de ciertas enfermedades a pueblos y humanos de distintas procedencias. Precisamente, como tambiรฉn es sabido, el aislamiento de las poblaciones americanas a la llegada de espaรฑoles y europeos fue elemento decisivo para la mortalidad de los habitantes indรญgenas por el contagio de enfermedades para las que no tenรญan inmunidad alguna; mientras que, a la inversa, los contagios de enfermedades nuevas a los que llegaban, aunque fueron inevitables, no alcanzaron nunca la letalidad causada en los americanos originarios. Mรกs que en las propias guerras, el jinete apocalรญptico de la peste ha sido el fulminante heraldo de la propia muerte en su mรกs terrible forma de horror y sufrimiento. La mal llamada โgripe espaรฑolaโ de 1918 (surgida en Kansas, eeuu) causรณ mรกs muertos y quizรกs tambiรฉn mรกs secuelas en los supervivientes que la Primera Guerra Mundial (libros clรกsicos de William H. McNeill, Plagas y pueblos, Siglo XXI, 2016 y de Jared Diamond, Armas, gรฉrmenes y acero, Debolsillo, 2016, entre otros).
Volviendo, pues, a esa pionera descripciรณn de Tucรญdides como el primer historiador basado en hechos reales, de forma objetiva y buscando las causas reales de los acontecimientos (aparte de su predecesor Herรณdoto, padre de la historia, que relata maravillosamente hechos y mitos y leyendas unidas en su gran obra), encontramos en su historia de la peste ateniense lo que Jean Delumeau, historiador francรฉs del siglo XX, en su imprescindible obra El miedo en Occidente elaborarรญa como una autรฉntica tipologรญa de los comportamientos colectivos de los humanos en tiempos de peste a lo largo de los siglos y en muy diferentes pueblos o naciones infectadas. En todos ellos y en todas las รฉpocas estudiadas, reaccionan sus habitantes de formas similares en el terreno de las emociones y de los miedos y terrores que acompaรฑan las pandemias. Por lo menos hasta el siglo XVIII, los medios a los que pueden recurrir enfermos y mรฉdicos son en verdad muy limitados, aunque cambien algunos con el tiempo y se vayan incorporando poco a poco normas de higiene y aislamiento y cuarentenas que alivien los contagios masivos y fulminantes.
Pero lo primero que levanta una pandemia es el miedo y el terror ante una calamidad que no se sabe quรฉ es ni de dรณnde procede, el pรกnico y la huida como recurso de los que podรญan permitรญrselo โalgo imposible en la Atenas cercada, pero que fue conducta habitual en las epidemias de la historiaโ. Una reacciรณn que se repite una y otra vez es la tendencia de las autoridades que en cada momento, si no han abandonado a todo correr el lugar infectado, intentan ocultar en lo posible la gravedad de la enfermedad en los primeros sรญntomas, para despuรฉs tomar medidas contradictorias y en ocasiones dictatoriales e incluso criminales: en la peste de 1348 (a la que volveremos en varias ocasiones por ser paradigma de โun antes y un despuรฉsโ en Europa y en los lugares por los que hizo su macabro recorrido, con brotes recurrentes y ramalazos a lo largo de tres siglos), en algunos feudos y poblaciones, bastaba que se conociera un miembro infectado para encerrar a todos los que vivรญan con รฉl en su propia casa, enfermos y sanos juntos, y tapiar la salida hasta que morรญan todos.
Ante la impotencia y el horror de una muerte terrible y dolorosa, las poblaciones no encontraban otra explicaciรณn que el castigo divino y la bรบsqueda de chivos expiatorios causantes de la ira de los dioses o de un dios vengador e inmisericorde. Mientras unos mantenรญan con plegarias y ofrendas alguna esperanza de salvaciรณn, otros numerosos grupos humanos caรญan en el desorden y el desenfreno. Tucรญdices cuenta cรณmo los hombres se lanzaron al disfrute de los placeres (un carpe diem que encontramos siempre en situaciones crรญticas) y a la avaricia y apropiaciรณn de los bienes de otros. โPues viendo que los ricos morรญan en un instante y las riquezas eran igualmente transitorias, resolvieron deleitarse mientras pudieran.โ Observaron que la epidemia no atacaba por segunda vez mortalmente a la misma persona y llenos de euforia, con un punto de locura y pรฉrdida de la realidad, esperaban salir ilesos de toda enfermedad en el futuro. La peste introdujo tambiรฉn el desprecio a las leyes y el desenfreno compulsivo en sus conductas.
Asรญ observamos que algunos de los ciclos emocionales humanos son intemporales, aunque su plasmaciรณn sea diferente en cada momento histรณrico, en funciรณn de contextos distintos. Lo mรกs terrible de la dolencia โnos sigue contando Tucรญdicesโ era el decaimiento y desesperaciรณn y que seguรญan los contagios sin saber cรณmo y sin ninguna medicina que pudiera aliviar el sufrimiento y deterioro del cuerpo y del espรญritu. En tal situaciรณn los atenienses se abandonaban a sรญ mismos y aunque hubiera algunos que, a pesar del peligro de contagio, cuidaban a familiares o amigos, otros morรญan abandonados โy no pocas familias murieron por falta de asistenciaโ y hasta los otros โacababan por cansarse del lamento de los moribundosโ. Incluso, como hemos visto, los mรฉdicos, tan expuestos por su profesiรณn y dedicaciรณn y vรญctimas muchos de la pandemia, se desesperaban viendo que todo era inรบtil, de la misma manera que la gente del comรบn abandonaba las plegarias y renunciaban a todo.
En la tipologรญa de Delumeau, este ciclo de temor y pรกnico, de oraciones y esperanza de salvaciรณn, de euforia engaรฑosa y disfrute compulsivo del presente y, finalmente, de decaimiento y abandono de sรญ mismos, llegando en muchos casos a la desesperaciรณn, perturbaciรณn mental e incluso el suicidio, afecta en todas las รฉpocas a ciertos sectores de la poblaciรณn que experimentan una situaciรณn tan al lรญmite. Quizรกs mรกs todavรญa en estas sociedades preindustriales, en las que el conocimiento de la existencia de virus y bacterias, y de su tratamiento, estaba todavรญa muy lejos.
Pero en los siglos contemporรกneos, aunque el conocimiento cientรญfico sea uno de los factores decisivos en la historia de la vida, vemos tambiรฉn que no evita el miedo y su deriva irracional al pรกnico, se crean nuevas supersticiones y dislates, y la difรญcil asunciรณn de la fragilidad y a la vez fortaleza de los seres humanos sigue siendo parte de los estallidos emocionales y conductas contradictorias. La ciencia no produce certezas absolutas, solo avanza a travรฉs del desarrollo de sus preguntas y el mรฉtodo prueba-error. Como sabemos, no hay ganancias absolutas en la historia o, si se prefiere, parafraseando un dicho de historiador: โel รฉxito nunca es definitivoโ, pero tampoco el fracaso lo es.
La evoluciรณn de las sociedades
No cabe duda de que, tras una gran epidemia, como hemos visto en la de Atenas del 430 a. C., o como las pandemias de la รฉpoca de Justiniano (siglos VI-VIII) โque arrasรณ el Imperio bizantino y contribuyรณ a su debilitamiento finalโ, o la de China en el siglo XIX, o la lepra en diferentes lugares y tiempo con toda su carga bรญblica y terrorรญfica (hoy enfermedad curable), o la viruela sobre todo en el siglo XVIII o el cรณlera brotando intermitente en gran parte del mundo, o las epidemias de tifus tambiรฉn ahora vencidas, etc., producen en gran medida un โantes y despuรฉsโ en las sociedades que las sufren. Me voy a centrar bรกsicamente en la pandemia de la historia de Occidente que creo es paradigmรกtica, como ya comentรฉ, de unas transformaciones sociales, econรณmicas, polรญticas, religiosas y mentales, en una รฉpoca en sรญ transformadora y esencial para entender Europa y Occidente: la peste negra de 1348, alargada en sucesivos brotes recurrentes en el siglo XVI y especialmente en el XVII, prosiguiendo un tanto en el XVIII y desaparecida en el XIX. La identificaciรณn del ADN de la bacteria responsable, la yersina pestis, no se descodificรณ por un equipo internacional de cientรญficos hasta el siglo XXI (aรฑo 2002), si bien desde 1894, en Hong Kong, se reconociรณ la existencia del bacilo extremadamente mortรญfero.
La peste bubรณnica que trajeron a Europa en octubre de 1347 los barcos mercantes genoveses llegados a Mesina (Sicilia), procedentes de su factorรญa del puerto de Caffa, en Crimea, con una carga de cadรกveres y marineros agonizantes, era absolutamente desconocida en Occidente. Desde la gran pandemia de Justiniano, Europa no habรญa sufrido nada similar. La terrible nueva peste que traรญa la โmuerte negraโ, llena de horrores, prรกcticamente se hizo crรณnica durante los cuatro siglos siguientes. En la variada geografรญa europea, se habรญa sufrido en los largos siglos de la que denominamos Edad Media โcomo en todas las sociedades preindustriales con una economรญa de subsistenciaโ, hambrunas, guerras, epidemias producidas por la pobreza, la falta de higiene, la escasez causada a veces por terribles sequรญas o inundaciones que acababan o daรฑaban grandemente las cosechas, pero en conjunto hoy sabemos por el avance de la investigaciรณn paleoclimatolรณgica que, al menos entre los siglos IX y XIII, en general Europa habรญa disfrutado de lo que los cientรญficos de esta joven ciencia llaman Periodo Cรกlido Medieval. A pesar de que, en una economรญa de subsistencia, cualquier alteraciรณn en la cosecha anual puede producir escasez, hambrunas y debilitamiento por tanto de las defensas biolรณgicas humanas, no es hasta 1315 cuando aparece โla gran hambrunaโ y es bien conocido el desarrollo comercial y urbano de los siglos XII y XIII, desde ese llamado โprimer Renacimientoโ del siglo XII hasta la creaciรณn de universidades y centros culturales, la edificaciรณn de grandes catedrales y la riqueza paulatina cortesana y de refinada civilizaciรณn en varios sentidos. Dos siglos de edad de oro para arquitectos, maestros de obra, carpinteros y demรกs gremios relacionados con la construcciรณn; tambiรฉn para el arte (Giotto). Sin una base de buenas cosechas, en un clima relativamente estable, para todo ese desarrollo en una sociedad europea relativamente bien ordenada (Europa como โun mosaico de Estados feudales y seรฑores en guerra, a quienes solo unรญa la fe cristianaโ, con el convencimiento religioso general e individual de sentirse โen manos de Diosโ); una cierta riqueza de caza y pesca (especialmente la abundancia de bacalao, que los nรณrdicos expandieron hacia el resto del continente europeo), sin todo ello no hubiera sido posible el crecimiento demogrรกfico, econรณmico, social y cultural de esos dos siglos.
Sin embargo, ya desde finales del XIII, un frรญo intenso empieza a aparecer en el Norte, en Groenlandia e Islandia, y comienza un cambio climรกtico que, aunque no sea determinante sino correlativo a otra serie de fenรณmenos, y con efectos distintos segรบn los lugares, contribuye a la desestabilizaciรณn de ese anterior equilibrio, siempre inestable por lo demรกs. En la misma รฉpoca tiene lugar el gran movimiento poblacional de los mongoles, que atraviesan toda Euroasia y, como ocurre en cualquier situaciรณn invasora, altera la ecologรญa de los lugares que atraviesan, generalmente con violencia, y contribuyen a la extensiรณn del mal pestรญfero desde lejanas regiones donde la peste era endรฉmica, pero relativamente sujeta a unos territorios determinados โcon unas normas consuetudinarias de conducta en los habitantes humanos que minimizaban el riesgo de contagioโ, a allรก por donde pasan; โuno de tales focos naturales estaba localizado probablemente en la zona fronteriza entre la India, China y Birmania, al pie del Himalayaโ, zonas por las que pasaron los veloces invasores โjinetes mongolesโ, en la segunda mitad del siglo XIII, hacia โlas amplias praderas del norte de Eurasiaโ, rompiendo las โreglas y costumbres localesโ y expandiendo por tanto la infecciรณn pestรญfera cruzando todos los lรญmites geogrรกficos (como cuenta McNeill).
Todo ello confluye en lo que los cientรญficos han caracterizado como la pequeรฑa Edad de Hielo, โcasi cinco siglos largos de una historia europea decisivaโ, que llegarรก hasta la contemporaneidad del siglo XIX y la Revoluciรณn industrial en 1850. โSi durante los cinco siglos anteriores Europa gozรณ de un clima cรกlido estable, interrumpido en ocasiones aisladas por algunos inviernos duros, veranos frescos y tormentas memorablesโ, que no afectaron globalmente en su momento, la pequeรฑa Edad de Hielo se caracteriza por una inestabilidad que โforma parte de una secuencia mรกs amplia de cambios entre periodos frรญos y cรกlidos de corta duraciรณn que habรญan comenzado 1000 aรฑos antesโ. โLas fuertes lluvias y las grandes hambrunas de 1315-1316 marcaron el comienzo de una รฉpoca de varios siglos durante los cuales fue imposible pronosticar el tiempo en Europa.โ Hoy โaรบn no se comprende bien el sistema climรกtico de nuestro planeta, ni la interacciรณn entre la atmรณsfera y los ocรฉanos, que incide sobre el climaโ (Brian Fagan, La pequeรฑa Edad de Hielo. Cรณmo el clima afectรณ a la historia de Europa. 1300-1850, Gedisa, 2008).
Un importante fenรณmeno natural de esa interacciรณn hoy conocida entre la atmรณsfera y los ocรฉanos, uno de los mรกs devastadores de la historia del mundo, que ahora conocemos como la corriente de El Niรฑo (de todo lo cual no podรญan tener ni idea los humanos de aquellos siglos), con cambios climรกticos a corto plazo y anomalรญas climรกticas โsequรญas, inundaciones, temperaturas extremasโ acompaรฑados de huracanes, terremotos, y otras catรกstrofes naturales, todo ello junto arrasaba globalmente los continentes y sus poblaciones y, como se puede deducir, multiplicaba las hambrunas, las enfermedades, los desplazamientos de humanos y animales y la pobreza y el terror ante lo incomprensible. La peste negra cayรณ en medio de esta naturaleza caรณtica. No se puede hablar de causalidad de unos fenรณmenos y acontecimientos con otros, sino de unas correlaciones que, por efecto acumulativo, llevaban a la destrucciรณn de pueblos y civilizaciones en la historia en determinados periodos. El de la pequeรฑa Edad de Hielo fue uno de los mรกs feroces. Una buena investigaciรณn sobre el efecto de esta situaciรณn en una zona concreta, como fue el Perรบ y en parte de la monarquรญa hispรกnica concretamente en uno de los periodos mรกs crรญticos y duros de esa pequeรฑa Edad de Hielo, en el siglo XVII, es el estudio del historiador Fernando Iwasaki en su excelente libro ยกAplaca, Seรฑor, tu ira! Lo maravilloso y lo imaginario en Lima colonial (FCE, 2018). Podemos imaginar muy bien que la conjunciรณn de terremotos, huracanes, avistamiento de cometas (una seรฑal en el imaginario colectivo de la รฉpoca como aviso de la ira de Dios por los pecados de los hombres), la terrible destrucciรณn de Arequipa y las enfermedades contagiosas y mortรญferas podรญan hundir en el pรกnico y en la irracionalidad a poblaciones enteras sin distinciรณn apenas de estratos sociales.
La muerte negra en el siglo XIV parecรญa el anuncio inapelable del fin del mundo, la llegada del apocalipsis. La gran mortandad o la pestilencia, como se la denominรณ al principio, era algo nunca visto. La infecciรณn llevaba a la muerte en una semana o menos de forma fulminante y horrorosa. La total ignorancia de su causa y de la forma de contagio aumentaba el terror y el pรกnico. Con independencia de sus orรญgenes y transporte biolรณgico que, desde el siglo XX, se pensรณ mayoritariamente que era debido a un complicado mecanismo de transmisiรณn a travรฉs de la pulga de las ratas y actualmente se debate en la comunidad cientรญfica respecto a dos dolencias diferentes o a cepas mutantes bactericidas, la descripciรณn de las formas de morir de los infectados en los testimonios que podemos tener en crรณnicas y obras diversas, como el famoso Decamerรณn de Boccaccio (1352), abarca al menos dos formas de morir, a cual mรกs espeluznante. Sin detenernos mucho en ellas, en una los enfermos mostraban bubones negros del tamaรฑo de un huevo en diferentes partes del cuerpo, con derrames internos y externos de sangre y pus, con dolores inimaginables y morรญan en mรกs o menos cinco dรญas. Otros tenรญan fiebre continua, de carรกcter neumรณnico, que infectaba los pulmones e impedรญa respirar y era tan virulenta, dolorosa y sangrienta como la anterior. En ambos casos, los enfermos exudaban por todo el organismo y hedรญan de tal manera que la descomposiciรณn corporal se presentaba desnuda antes de morir. Al sufrimiento fรญsico se unรญa esa malignidad misteriosa y casi infernal. Desde nuestra รฉpoca cientรญfica, puede deducirse que los primeros contagiaban por el contacto y los segundos por la respiraciรณn. En cualquier caso, ni los mรฉdicos ni las gentes del comรบn podรญan explicar el horror continuado de tanta letalidad y su rapidez expansiva. La difusiรณn de la plaga fue global para los tres continentes medievales: Asia, Europa y รfrica. Una โunificaciรณn microbianaโ que causรณ una fractura demogrรกfica como pocas veces ha habido en la historia humana; las rutas de las caravanas en unas redes comerciales muy intensas en esa รฉpoca medieval, el poderรญo en el mar de genoveses y venecianos recorriendo casi todo el mundo entonces conocido, incluyendo China, explican la extensiรณn de la enfermedad.
En Europa, se calcula que desapareciรณ al menos un tercio de la poblaciรณn, aunque algunos estudiosos lo aumentan hasta la mitad; lo cierto es que de algunos lugares, tanto aldeas, seรฑorรญos feudales o pequeรฑas ciudades, solo se conservรณ el nombre. La respuesta emocional y fรญsica a toda esta catรกstrofe fue variada y conocida por lo que llevamos dicho: huidas, egoรญsmo sin compasiรณn ni afecto, pero tambiรฉn solidaridad y sacrificio entre los humanos, bรบsqueda de chivos expiatorios, embotamiento y desesperaciรณn. Desรณrdenes sociales y dureza de persecuciones, locura y delirios. Merece la pena referirse brevemente a estas conductas y actitudes.
Los mรฉdicos de mediados del siglo XIV poco podรญan hacer. Entre ellos, hubo de todo, los que huyeron espantados y los que aguantaron la embestida de la peste. Lo mismo ocurriรณ con los sacerdotes y por supuesto con las autoridades de cada lugar y clases altas que, a pesar de su mayor protecciรณn y sus huidas deliberadas en muchos casos (Boccaccio), no se libraron de ella; el carรกcter โigualitarioโ de esta pandemia lo vemos bien reflejado en el arte de la รฉpoca, desde el Camposanto de Pisa a Brueghel. Los estudios especรญficos en varios lugares de Europa respecto a monasterios y frailes reflejan la misma imagen, si bien hubo mayor generosidad y cuidado de sus fieles en algunos casos en que pudieron sobrevivir, pues la mortalidad en espacios confinados โcomo podรญan ser monasterios o cรกrcelesโ podรญa ser letal para todos ellos en muy poco tiempo. San Roque, que muriรณ en 1327, cuidando a los enfermos y habiendo renunciado a sus bienes anteriores, se convirtiรณ en el protector de los pobres y enfermos, con el aรฑadido legendario del perro que finalmente era el รบnico ser viviente que, sin temor al contagio, ni asco por sus รบlceras purulentas, se acercaba al santo.
Para los mรฉdicos que intentaban hacer lo que podรญan, el misterio del contagio era โel mรกs espantoso de los horroresโ. Las anteriores pandemias โAtenas, Justinianoโ no habรญan dejado conocimientos concretos รบtiles que se pudieran utilizar, mรกs allรก de la huida y alejamiento o aislamiento de los infectados. La concepciรณn cosmolรณgica de la รฉpoca, ademรกs de depender de la divinidad totalmente, estaba apoyada principalmente en el conocimiento de los astros, una sabidurรญa de la que no se podรญa prescindir, asรญ como en la teorรญa de los cuatro humores (sanguรญneo, flemรกtico, colรฉrico y melancรณlico) con la que se intentaba encontrar medios concretos para aliviar el dolor y curar; en resumen, fuera de las sangrรญas y purgas y unos remedios medicinales que estaban entre lo empรญrico y lo mรกgico, poco mรกs podรญan hacer. La Iglesia no permitรญa la disecciรณn de los cadรกveres, aunque la tradiciรณn anatรณmica de Galeno, presente en los tratados รกrabes, circulaba en algunos grupos que se interesaban por la anatomรญa y fisiologรญa del ser humano de manera privada. En la medida de lo posible, los mรฉdicos contribuyeron a mantener ciertas medidas higiรฉnicas, como el lavado de manos y la cremaciรณn de ropas y enseres infectados, impulsaron algo que no era ajeno en el siglo XIV pero que en medio de la peste se convertรญa en prioritario como era la cuestiรณn, sobre todo en las ciudades, de los pozos negros y sumideros, fuente de infecciรณn de primer orden. Pero no podรญan averiguar el vericueto del contagio, se hacรญa hincapiรฉ en el aire emponzoรฑado, en emanaciones mortรญferas que salรญan de las tierras removidas por los terremotos que se producรญan, en los incendios y en los terribles huracanes o โinmundas bocanadas de vientoโ. Los sabios mรฉdicos de Parรญs, convocados por el rey de Francia en 1348 para que dieran su dictamen, despuรฉs de eruditas deliberaciones y reconociendo la imposibilidad de encontrar โla causa ocultaโ de tanta mortandad, declararon que se debรญa a la mala fortuna de un aire contaminado coincidente con la triple conjunciรณn de Saturno, Jรบpiter y Marte en determinado cuadrante en una fecha determinante; astrologรญa y astronomรญa seguรญan unidas como un todo. Y ese dictamen se convirtiรณ en la interpretaciรณn oficial y se tradujo, al parecer, a varios idiomas.
Para la gente del comรบn, solo se podรญa explicar por la ira divina frente a los pecados de los hombres: los judรญos, las brujas, los magos, se convirtieron en chivos expiatorios. El fanatismo y la irracionalidad se desataron por toda la cristiandad. Los peligrosos flagelantes, una plaga en sรญ mismos, aparecรญan por distintos lugares de Europa. Algรบn papa como Clemente VI, que llegรณ a prohibir las procesiones al darse cuenta de que eran gran foco de contagio, intentรณ con una bula en septiembre de 1348 detener la ola de antisemitismo en la que los cristianos culpaban a los judรญos de la pestilencia y del envenenamiento de los pozos y demรกs fechorรญas, argumentando frente a la grey cristiana cรณmo la peste atacaba a todos los pueblos, incluido el pueblo judรญo, e incluso a pueblos lejanos donde no habรญa judรญos. Pero la semilla venรญa de mucho antes (vรฉase Julio Valdeรณn Baruque, El chivo expiatorio. Judรญos, revueltas y vida cotidiana en la Edad Media, รmbito Ediciones, 2000).
En el excelente y ya citado libro de Delumeau puede seguirse el camino tortuoso de la satanizaciรณn de un pueblo y de un gรฉnero โel femeninoโ y, en general, del otro, del โde fueraโ, el que no pertenece a la โtribuโ; una pulsiรณn de pertenencia al grupo que sigue presente en nuestra contemporaneidad a travรฉs del nacionalismo excluyente. Es posible ahora, con la abundancia de importantes investigaciones de historiadores actuales, matizar algunos aspectos de la obra del historiador francรฉs. Mas la tesis principal de cรณmo el miedo y el terror conducen a la violencia y a la irracionalidad y persecuciรณn en varios estratos de una sociedad sigue siendo reconocible en nuestras propias vivencias contemporรกneas.
Walter Benjamin nos enseรฑรณ a identificar la cruda realidad de que โtodo avance civilizatorio viene emparejado con la barbarieโ. Aunque sabemos, como se ha dicho, que la terrible peste no se va apagando hasta el siglo XVIII, su primera explosiรณn en el siglo XIV, desde ya una larga perspectiva histรณrica, cambiรณ la vida en Europa para siempre.
La terrible fractura demogrรกfica y la pesadilla inhumana de esa muerte negra se tradujo en una desorganizaciรณn econรณmica y social en toda Europa. El cรญrculo maldito de carestรญas-peste-catรกstrofes naturales fue el acompaรฑamiento repetido durante los siglos siguientes hasta el XIX . A raรญz de la peste de 1348, la descomposiciรณn en Europa de la estructura feudal fue imparable. La despoblaciรณn del campo por la elevada mortandad y la huida de los campesinos y siervos de los seรฑorรญos a las ciudades (ya lo hacรญan antes de la peste: โla ciudad hace libresโ, pero ahora es en masa) provocรณ un desequilibrio profundo en las tareas agrรญcolas, la agitaciรณn social y las revueltas campesinas se repitieron cรญclicamente, el empobrecimiento fue general en un principio. Sin embargo, la escasez de mano de obra obligรณ a subir los salarios y supuso la mejora de algunos sectores del campesinado, al tiempo que surgรญa lo que algunos historiadores han llamado un โproletariado agrรญcolaโ. La agricultura cambia para siempre al tener que lograr la adaptaciรณn de los cultivos con nuevas plantas que se pudieran aclimatar rรกpidamente tanto al calor agobiante como al frรญo polar; la ganaderรญa sustituye en muchos lugares a la agricultura โla apariciรณn de la oveja merina fue calificada por algunos como โhija de la pestilenciaโโ. La necesidad de la lana expande el mercado textil y va surgiendo una nueva organizaciรณn que el comerciante introduce con la industria manufacturera casera en el campo, surgiendo la especializaciรณn y nuevos oficios. Los mercados se amplรญan, el proceso de urbanizaciรณn sigue extendiรฉndose imparable en los siguientes siglos.
Todo ello en medio de conflictos entre los reinos y grandes seรฑores de Europa. Solo recordar la famosa Guerra de los Cien Aรฑos que, intermitentemente, se extendiรณ entre 1339 a 1453, casi en las mismas fechas del conocido Cisma de Occidente (1377 hasta el Concilio de 1414-1417). Poco a poco las monarquรญas nacionales y la influencia de las crecientes ciudades van imponiรฉndose a los restos feudales.
Pero quizรกs lo mรกs llamativo es el cambio social y moral que se desarrolla a partir de la gran pandemia y sus repeticiones cรญclicas. Por su parte, los mรฉdicos van ampliando la panoplia de prevenciones y cuidados, incluso higiรฉnicos, si bien el lavado de manos de ellos mismos despuรฉs de ejercitar su oficio en los partos tuvo que esperar hasta el siglo XIX y no se adoptรณ de forma fรกcil (Sherwin B. Nuland, El enigma del Dr. Semmelweis: Fiebres de parto y gรฉrmenes mortales. Grandes descubrimientos, Antoni Bosch Editor, 2005; Louis-Ferdinand Cรฉline, Semmelweis, Marbot, 2014), y aparecen nuevos estudios e investigaciones sobre la alimentaciรณn sana (dirรญamos hoy), contra las sangrรญas, sobre antรญdotos contra venenos y pestilencias; sobre la importancia de las plantas y su carรกcter curativo โcreencia ancestral por lo demรกsโ que es palpable en la creaciรณn de jardines botรกnicos en los siglos siguientes y en el auge sostenido de la farmacopea (Historia, medicina y ciencia en tiempo de epidemias, coordinado por Javier Puerto, Fundaciรณn de Ciencias de la Salud, 2010). Uno de los tratados mรกs importantes desde finales del siglo XVI fue el publicado en 1569 por el espaรฑol Francisco Franco: Libro de las enfermedades contagiosas y de la preservaciรณn de ellas, traducido y conocido en toda Europa (vรฉase el Diccionario biogrรกfico electrรณnico. Real Academia de la Historia). Igualmente, las autoridades responsables se cuidaron de la vigilancia en los puertos para evitar la entrada de barcos infectados, la obligada cuarentena (que vino determinada por los venecianos al comprobar que la incubaciรณn de la peste duraba 37 dรญas), la creaciรณn de nuevos hospitales por reyes y particulares (la iniciativa privada generosa de distintos mecenas fue fundamental), la utilizaciรณn de lazaretos para leprosos, reformados o construido de nuevo, que ahora servรญan para todas las enfermedades contagiosas y tenรญan su propio cementerio, etc. La paulatina concentraciรณn del poder y relativa unificaciรณn de medidas que desde la Baja Edad Media venรญan produciรฉndose en los distintos territorios europeos, alrededor de las monarquรญas en general, van acompaรฑadas, como vemos, por unos cambios colectivos de las propias sociedades y en sus diferentes estratos que asumen la necesidad de normas y prรกcticas sanitarias que afectan a todos y que exigen una direcciรณn de lo que serรก, ya mucho mรกs tarde en nuestra contemporaneidad, la idea de una salud pรบblica en la que todos estรกn implicados. Y mรกs en catรกstrofes pandรฉmicas. Unas lentas transformaciones durante siglos, con numerosos zigzags, pero con innovaciones de los individuos y de los Estados.
Todo ello, acompaรฑado de unos cambios en la forma de pensar y sentir, es decir, de unas transformaciones de mentalidad, incluyendo las creencias y prรกcticas religiosas y las ideas morales e intelectuales.
Asรญ pues, el impacto moral y cรญvico de aquella pestilencia que parecรญa eterna cambiรณ muchas cosas. La incapacidad de entender las causas de tanto mal conducรญa a una vivencia dramรกtica que caracteriza ya la รฉpoca gรณtica y las inmediatas siguientes, que introduce distintas formas de sentir la religiosidad y la devociรณn, pero tambiรฉn la imagen de la vida y fundamentalmente la de la muerte. Una muerte sin piedad ni dignidad. El โDios nos ha abandonadoโ debiรณ resonar en la desesperanza de aquellos seres humanos, al tiempo que la fuerza de la vida impulsaba a muchos al carpe diem. El sufrimiento de tantos deja una estela de melancolรญa que, en las pรกginas emocionantes de Johan Huizinga (El otoรฑo de la Edad Media, traducciรณn del alemรกn por Josรฉ Gaos) sobre el siglo xv, en pleno Renacimiento, se traduce en un nuevo sentido del memento mori y en la retirada del mundo y lectura de la โImitaciรณn de Cristoโ. La insistencia en la muerte que, antes, solo pertenecรญa a cรญrculos escogidos que sabรญan leer los libros piadosos, ahora se extiende por la predicaciรณn al pueblo por las รณrdenes mendicantes (que, por lo demรกs, como es sabido, realizan una tarea extraordinaria de solidaridad y apoyo a los pobres y enfermos) y por la profusiรณn de imรกgenes, de grabados de madera o grandes obras de arte como el gran mural ya mencionado del Camposanto de Pisa. En este queda fijado ese igualitarismo de la muerte que se lleva lo mismo a reyes, papas, nobles, bellas doncellas que a los campesinos, a los pobres, a los mendigos. Las representaciones pictรณricas del Juicio Final comienzan a aparecer no solo con los esqueletos saliendo de sus tumbas, sino como cuerpos en descomposiciรณn que causan horror y asco. El tema de la caducidad de la vida y esa imagen de la muerte se prolonga en el terrible siglo XVII, el โsiglo malditoโ con revoluciones, catรกstrofes y peste, y en la riquรญsima cultura del Barroco. La parรกbola de โlos tres vivos y los tres muertosโ, que recoge Huizinga, es de dominio popular y las danzas de la muerte (Brueghel) recorren toda Europa. Un sentido de lo macabro que, para muchos, se aleja del cristianismo y de la propia Iglesia. El triunfo de la muerte es paradรณjicamente un miedo a la vida que arrastra largo tiempo en tratados, libros, literatura, poesรญa, pintura y escultura.
El gran cine de nuestra รฉpoca ha recreado, generalmente en tecnicolor en todos los sentidos, aquellos tiempos pestรญferos una y otra vez: John Huston y su Paseo por el amor y la muerte en plena Guerra de los Cien Aรฑos, Ingmar Bergman en la inolvidable El sรฉptimo sello, Visconti con su Muerte en Venecia, sobre la novela de Thomas Mann, Elia Kazan en su ya clรกsica Pรกnico en las callesโฆ La lista se alarga hasta nuestros dรญas y nuestras vivencias como la impresionante Dallas buyers club, del director canadiense Jean-Marc Vallรฉe, sobre el sida, y tantas otras. En literatura Daniel Defoe con su relato sobre la peste de 1665 y Albert Camus con la insuperable La peste son trending topic en esta pandemia del siglo XXI, tan diferente a las anteriores y tan parecida en algunas reacciones humanas a las demรกs.
Los historiadores del futuro
Es demasiado pronto para pensar, no ya en los posibles anรกlisis y relatos que harรกn los futuros historiadores, sino en lo que pasarรก realmente en el mundo despuรฉs de la pandemia. La historia suele sorprender, las innumerables variables de la interacciรณn entre los seres humanos y el factor de lo inesperado o azar que existe siempre hacen difรญcil predecir el futuro. Podemos ver ciertas tendencias a las que me referirรฉ brevemente, pero lejos de cualquier intento de futurologรญa; justo en este segundo aรฑo de la covid-19, hay demasiados discursos, filosรณficos y sociolรณgicos preferentemente, que nos anuncian mundos contradictorios y apocalรญpticos o, todo lo contrario, la paz y la igualdad para siempre, universal; unos y otros con un aire distรณpico inconfundible. Aunque estas actitudes hayan surgido en distintas รฉpocas crรญticas anteriores, en la nuestra actual se agudiza por ese โpresentismoโ generalizado que ignora la historia y las humanidades, entre otras razones. Hay que recordar el penรบltimo alud de โprofecรญasโ en los aรฑos setenta del siglo XX, entre las cuales nunca figuraron inventos y sucesos como el ordenador personal, el telรฉfono mรณvil o la caรญda del muro de Berlรญn. Algo parecido ocurriรณ con el paso de siglo.
Desde luego, lo primero que serรก evidente para el historiador es la gran diferencia de esta pandemia global con cualquiera anterior, dado el grado de desarrollo tecnolรณgico, econรณmico y social de nuestra รฉpoca con otras anteriores. La ventaja que tenemos en esta รฉpoca por el desarrollo de la ciencia y la tecnologรญa es inconmensurable. Pero, como hemos visto, es tambiรฉn resultado de innovaciones sociales paulatinas, unas modestas y otras fulgurantes, que fueron cambiando Europa y se proyectaron en todo el mundo.
En el plano sanitario, la mรกs llamativa diferencia es la existencia de las vacunas (desde aquel primer descubrimiento por Jenner contra la viruela a finales del XVIII) y la rapidez con que se han logrado ahora contra el virus, por mรกs que todavรญa habrรก que ver su eficacia a largo plazo y sobre todo que puedan llegar a todas partes del mundo, algo en precario en este momento. Ademรกs del desarrollo de la medicina y cirugรญa en todos los campos y de los medicamentos farmacรฉuticos. Y, como seรฑalaba el doctor Luis Rojas-Marcos, refiriรฉndose al largo trayecto que ha recorrido la humanidad desde los tiempos antiguos, desde 1348 e incluso desde 1918 hasta el presente, โla higiene salvรณ mรกs vidas que ninguna medicinaโ (entrevista en ABC 10-2-2010). Ello nos lleva a esa importante transformaciรณn social y polรญtica, e individual en la ciudadanรญa, de que los seres humanos estamos ligados en el mismo planeta y hay cosas que nos afectan a todos. En lo que estamos tratando, esa idea de salud pรบblica que empieza a materializarse a partir del siglo XIX y se extiende en el XX despuรฉs de la Segunda Guerra Mundial y llega a este siglo XXI con la urgencia de que afecta a toda la comunidad y que se regula por normas de higiene y de asepsia y protocolos respaldados por el Estado y autoridades, con el empuje de la sociedad. Si ya los venecianos habรญan creado un consejo especial con estos fines, es la contemporaneidad la que estรก ahora involucrada. Por lo que respecta a Espaรฑa, es tambiรฉn a partir del siglo XIX, desde 1811 cuando ya se intenta por la Junta Suprema de Sanidad crear una legislaciรณn y una Ley de Sanidad que verรก la luz dรฉcadas mรกs tarde, especialmente planteada a partir del Trienio Liberal (vรฉase El poder y la peste en 2020, de Santiago Muรฑoz Machado, publicado en 2021, un pequeรฑo gran libro donde el recorrido histรณrico por un lado y el anรกlisis de los avatares de la pandemia que estamos sufriendo, por otro, es altamente recomendable).
Asรญ pues, el historiador del futuro podrรก comprobar que sรญ se va aprendiendo, no solo por los avances de la medicina, de la ciencia y de la tรฉcnica, sino tambiรฉn por las innovaciones sociales y comunitarias, por la percepciรณn asumida de que todos estamos en el mismo barco y la solidaridad y responsabilidad es de todos y de cada uno. Histรณricamente, con medios cientรญficos limitados, los individuos observan, buscan la manera de cortar la transmisiรณn (cuarentenas, aislamiento, etc.), se adoptan normas de higiene (Rojas-Marcos); no todo viene del laboratorio (recordemos el libro ya citado de Cรฉline, que tambiรฉn era mรฉdico, sobre el lavado de manos despuรฉs de los partos por Semmelweis, expulsado de la profesiรณn y muerto en la miseria), sino que la innovaciรณn y un sistema de inspecciรณn social de unas estructuras comunitarias deben funcionar para que se pueda salvar la vida de todos. Algo que no estamos seguros de que haya funcionado como debรญa en la covid-19.
Quizรกs el historiador del futuro comprenderรก la sorpresa que gran nรบmero de humanos sintieron al llegar esta pandemia en el siglo XXI cuando desde el siglo XX consideraban en general, al menos en los paรญses desarrollados, que eran invulnerables y dueรฑos del mundo, y se asombre a su vez de la brecha creada entre el mundo natural y el mundo industrializado y tecnolรณgico.
Y tambiรฉn el historiador del futuro se encontrarรก con un amplio abanico de conductas en los seres humanos que le recordarรก esas reacciones emocionales ante el miedo, la incertidumbre, la pรฉrdida de confianza, incluso el pรกnico, que llevan a la irracionalidad y a creencias rรญgidas como la negaciรณn o la interpretaciรณn conspiranoica del hecho de la pandemia o el terraplanismo; o el rechazo a priori por motivos religiosos o prejuicios de las vacunas y, mรกs grave si cabe, la bรบsqueda asimismo de chivos expiatorios; redes llenas de odio, actos vandรกlicos, bulos y prejuicios. Una lejana y compleja herencia en nuestra cultura, junto con la insistencia en el apocalipsis y la distopรญa, de carรกcter judeocristiano en buena parte que, de alguna manera, recupera desde la laicidad la idea de los dioses vengadores, irritados contra los pecados de los hombres. Afirmaciones como hemos llegado a leer de que estamos โen peligro de extinciรณnโ o que โcada รฉpoca tiene la pandemia que se mereceโ remiten al โcastigo de Diosโ, que ahora pasa por el โcastigo de la Naturalezaโ (solo nos falta la โmala conjunciรณn astralโ del siglo XIV). Y afirma un sentimiento de culpabilidad que confunde la responsabilidad de cada uno con una โculpaโ de todos. Como seรฑalรณ Hannah Arendt, โsi todo el mundo es culpable nadie lo esโ, pero aclaraba que la culpa es especรญfica y no general, tiene nombres y apellidos (Hannah Arendt, Responsabilidad y juicio, Paidรณs, 2003). Por lo demรกs, la actitud de lรญderes y autoridades negando la existencia de un virus letal o despreocupรกndose de la poblaciรณn, o desbordados por la ignorancia y la presiรณn ciudadana y dando normas y noticias contradictorias, puede reconocerse en otras experiencias pandรฉmicas.
Y tambiรฉn las reacciones altruistas, generosas, de los seres humanos; su capacidad de innovaciรณn y la resiliencia de generaciones. Como alguien seรฑalรณ no hace mucho: la peste no impidiรณ el Renacimiento, la viruela del siglo XVIII no acabรณ con la Ilustraciรณn, la gripe de 1918 no impidiรณ la democracia liberal; el coronavirus no detendrรก la innovaciรณn tecnolรณgica o la globalizaciรณn, las ganas de vivir y el deseo de abrir nuevas fronteras. Ello no significa ninguna fe ingenua y optimista en el progreso y en el futuro, sino la aceptaciรณn de los avatares de la historia, la correcciรณn de los errores humanos que llevan a la destrucciรณn, una cierta sabidurรญa estoica para conocer lo que depende de nosotros y lo que no, y actuar en consecuencia. En resumen, la fuerza de la vida.
Pandemias y clima
Como en el ejemplo de la gran pandemia de 1348 respecto a la pequeรฑa Edad de Hielo, efectivamente existe esa interrelaciรณn, pero no se debe simplificar como โcausa-efectoโ, sino como una correlaciรณn que implica una relaciรณn recรญproca, una dependencia entre โvariables aleatoriasโ. Dicho esto, la humanidad desde su origen ha dependido siempre del clima y sus variaciones โlentas a veces, catastrรณficas otrasโ, que han obligado a los humanos โy tambiรฉn a animales y plantasโ a saber cรณmo adaptarse a ellas para sobrevivir. Cuando las personas y los pueblos afectados no lo han logrado, sencillamente han desaparecido.
La actual paleoclimatologรญa โel estudio del clima en la historiaโ dio un paso gigantesco desde los aรฑos ochenta del siglo XX y, en un entrecruzamiento cientรญfico genial entre la investigaciรณn de esta joven ciencia y los estudios de una astronomรญa puntera y de alta tecnologรญa, ha sido capaz, a travรฉs de fuentes histรณricas varias y la lectura estructurada de los anillos de crecimiento de los รกrboles, de proporcionar un conocimiento detallado y fundamental de la evoluciรณn y cambios climรกticos de nuestro planeta Tierra. De la secuencia de tales anillos de los รกrboles analizados, vamos recibiendo una valiosรญsima informaciรณn: desde la de algunos antiguos pueblos desaparecidos, en ciertos casos de forma fulminante por el รบltimo โempujรณnโ de la corriente de El Niรฑo en forma salvaje (los mayas clรกsicos en el siglo vi, la total desapariciรณn en ese mismo siglo vi de la milenaria civilizaciรณn de los moches del Perรบ andino o la del Egipto Antiguo mucho antes), hasta esas complicadas interacciones entre la atmรณsfera y los ocรฉanos, que inciden en el clima y que, como ya se mencionรณ, aรบn no se llega a comprender bien la complejidad del sistema climรกtico.
Sabemos que la pequeรฑa Edad de Hielo, 1300-1850 (โpequeรฑaโ para diferenciarla de las glaciaciones primigenias y de la gran Edad del Hielo) , โen un zigzag interminable de cambios climรกticos cortosโ cada aproximadamente veinticinco aรฑos, se extendiรณ durante varios siglos decisivos en la historia occidental: cinco siglos โdurante los cuales Europa saliรณ del feudalismo medieval y pasรณ por el Renacimiento, la era de los descubrimientos, la Ilustraciรณn, la Revoluciรณn Francesa, la Revoluciรณn Industrial y, en definitiva, por los procesos histรณricos que fueron construyendo la Europa modernaโ. Gran hazaรฑa si no olvidamos que la humanidad ha sobrevivido a โquizรกs ocho o nueve glaciaciones en los รบltimos 730.000 aรฑosโ y que, al final de esa gran Edad de Hielo, se iniciรณ โel proceso irregular del calentamiento globalโ al que se adaptaron con โprรกcticas nuevasโ aquellos antepasados y fundaron las โprimeras civilizaciones preindustriales del mundo en Egipto, Mesopotamia y Amรฉrica. El precio del cambio climรกtico sรบbito, que se traducรญa en hambre, enfermedades y dolor, solรญa ser altoโ (Brian Fagan, La corriente de El Niรฑo y el destino de las civilizaciones, Gedisa, 2010).
A partir de 1850 estamos en un nuevo Periodo Cรกlido, de calentamiento global. Como nos demuestra la paleoclimatologรญa, la humanidad ha pasado varias veces por estos cambios climรกticos โa largo plazoโ, que llevan en sรญ imprevisibles cambios de duraciรณn mรกs corta y contribuyen a producir catรกstrofes naturales y desorganizaciรณn social extrema. El que unos pueblos, una civilizaciรณn subsista a ellos depende de la capacidad de los humanos para adaptarse y cambiar a su vez. Como dice Fagan, โla cuestiรณn clave es la sustentabilidadโ. En definitiva, un inestable equilibrio a mantener entre el crecimiento demogrรกfico, las tรฉcnicas y modos de supervivencia y tener la suficiente movilidad para expandirse y buscar nuevos territorios y asentamientos si ello es posible. Un final trรกgico, incluso fulminante, de una civilizaciรณn no sucede por una รบnica catรกstrofe, es el efecto acumulado de mรบltiples sucesos y errores u omisiones, falta de liderazgo y de cambios por parte de los seres humanos. Un ejemplo que impresiona es el relato que Fagan nos hace del pueblo de los โindios pueblo ancestralesโ en Nuevo Mรฉxico que, a diferencia de los mayas clรกsicos o de los moches peruanos, fueron capaces de abandonar sus ciudades y tierras y transformar su forma de vida antes de que las catรกstrofes y la paralela debilitaciรณn fรญsica y moral de sus habitantes les aniquilaran y llegara la batida definitiva, el รบltimo โempujรณnโ de El Niรฑo imprevisto y feroz. Los indios pueblo ancestrales, acomodados en el โcaรฑรณn Chacoโ de Nuevo Mรฉxico desde aproximadamente el aรฑo 1000, decidieron dispersarse para sobrevivir ante unas condiciones ambientales insostenibles, y asรญ lo hicieron entre el siglo XI y XIII de nuestra era: el poseer una compleja y flexible idea del mundo y de sรญ mismos, en donde el movimiento continuo formaba parte para ellos del movimiento de las nubes, de los rรญos, de la naturaleza, les permitiรณ no solo sobrevivir sino prosperar y llegar hasta nuestros dรญas.
โHasta el nacimiento de la ciencia occidental y la Revoluciรณn Industrial, todas las sociedades humanas dieron por descontado que el cambio climรกtico sรบbito era voluntad de los dioses.โ Ahora conocemos la complejidad de un universo y de un planeta del que somos responsables tambiรฉn la propia humanidad. La urgente necesidad de ocuparnos y preocuparnos por el efecto de acumulaciรณn exponencial justo desde la Revoluciรณn industrial, debido al gran desarrollo en todos los sentidos de nuestro mundo contemporรกneo, es algo que nos afecta a todos y cada uno de los seres humanos. Si en todas las รฉpocas que hemos repasado hay siempre en cada una algo nuevo, algรบn cambio e innovaciรณn humana, en la actual, por primera vez, la intervenciรณn humana ha contribuido, con esa fuerza poderosa de la interrelaciรณn de ciencia, tecnologรญa e industrializaciรณn, en los vectores influyentes del clima. Paradรณjicamente, el รฉxito de nuestra especie โdemogrรกficamente, mรกs de 7.000 millones de humanosโ puede estar rompiendo el equilibrio inestable natural de forma crรญtica e induciendo y participando en un cambio climรกtico que hay que evitar por nuestra parte que pueda llegar a un punto de no retorno. No por casualidad diversos cientรญficos han bautizado nuestra รฉpoca como la del Antropoceno, y los estudios sobre los animales y plantas, el peligro de una zoonosis creciente que afecta a la interrelaciรณn natural entre humanos-animales-insectos, debido a cambios en el clima y temperatura, con la pรฉrdida de una diversidad natural y la posibilidad de transmisiones patรณgenas mรกs complicadas, desvelan la relativa fragilidad de nuestro entorno. Resulta por tanto prioritario en el mundo global del siglo XXI que la humanidad recapacite sobre los peligrosos lรญmites a que hemos llegado y que no es del caso extenderse aquรญ. Como seรฑala Brian Fagan, todavรญa hay opciones para que el golpe final nunca llegue, tenemos medios para ello. โLos seres humanos nos hemos adaptado sutilmente al ambiente del planeta durante los รบltimos diez mil aรฑos, pero hemos pagado un alto precio [โฆ] tenemos que escuchar los pasos de la historia y aprender de ellos.โ
Nuevo vocabulario
La lengua y los giros de los hablantes cambian y evolucionan continuamente, pero es evidente que el impacto de esta pandemia dejarรก una serie de voces incorporadas casi definitivamente; especialmente en el รกmbito cientรญfico y mรฉdico, muchas de ellas perdurarรกn y tambiรฉn en el lenguaje de la gente del comรบn quedarรกn algunas incrustadas en la pesadilla pandรฉmica sufrida. Ya en el DRA, como buen โnotario de usoโ, como se define la Real Academia Espaรฑola, se van incorporando algunas de ellas (de acuerdo con las academias hispanoamericanas), pasadas del รกmbito especializado al habla popular y dotadas en muchos casos de unas nuevas significaciones. Por ejemplo, las propias definiciones y metรกforas del virus y su entorno: coronavirus, covid-19, confinamiento, desescalada, teletrabajo, videoconferencia, videollamada, encuentro virtual, la conocida cuarentena y ahora popularizada y atribuida a otros contextos, triaje con toda su carga moral en esta pandemia al aplicarlo en algunos lugares a โlos mayoresโ en momentos crรญticos; conviviente, mascarilla o barbijo en parte de la Amรฉrica hispana; etc. A estas habrรญa que aรฑadir algunas otras extendidas y originadas directamente desde el poder polรญtico, pero puestas en cuestiรณn por considerarlas en unos casos con cargas ideolรณgicas que pueden ser efรญmeras y en otros por referirse a contextos muy diferentes que pueden distorsionar el presente vivido; tales como nueva normalidad, en guerra, contra el enemigo (el virus no tiene โintencionesโ propias como las personas), desafecciรณn referida a las noticias, estado de alarma, etc.
Procedentes tambiรฉn del campo mรฉdico y tรฉcnico, es interesante cรณmo se han asimilado ciertas frases especializadas, que transitan ahora tanto en los medios como en los hablantes, pasando de la รณptica epidemiolรณgica a la conversaciรณn de forma natural. Si cada periodo histรณrico crea en parte un universo lingรผรญstico propio, este nuestro ha extendido estas โlocuciones nominalesโ o textos compuestos, o โunidades fraseolรณgicasโ internacionalmente y de manera comunitaria. Tres ejemplos que serรญan significativos: inmunidad de rebaรฑo (nadie se ha considerado molesto siquiera y ha sido entendido como meta benรฉfica que es); doblegar la curva (quiรฉn iba a pronosticar que, para referirse al contagio, fuera comรบn en el habla culta una descripciรณn con raรญz matemรกtica y mรฉdica) y, la mรกs utilizada โpero con nuevos sentidosโ la distancia social. Como tuve el gusto de escuchar en una charla sobre estos temas del director de la Fundaciรณn bbva, Rafael Pardo Avellaneda, un concepto que de forma natural implicaba la diferencia de culturas (generalizando un poco, los europeos del sur nos aproximamos mucho unos a otros; los anglosajones de una y otra parte del Atlรกntico no lo hacen con tanta efusiรณn y, si hablamos de japoneses o chinos, la distancia de cortesรญa es regla prioritaria; cada cultura ha establecido sus normas no escritas sobre el particular), ahora se ha convertido en una norma internacional que, aunque motivada por la pandemia, posiblemente tenderรก a quedarse o a hacernos mรกs conscientes de su importancia. (Algunas mujeres de los paรญses mรกs efusivos agradeceremos mucho que esas distancias de cortesรญa queden como norma de educaciรณn general.) Estos casos de enriquecimiento y lรฉxico nuevo seguramente se ampliarรกn con el tiempo.
Otra cuestiรณn importante en este periodo, protagonizado por algunos medios de comunicaciรณn y, fundamentalmente, en las redes sociales y el mundo polรญtico, que afecta al lenguaje en cuanto instrumento de comunicaciรณn y de pensamiento en su propia esencia, es la propagaciรณn de โmarcos de significaciรณnโ falsos o mentirosos, las popularizadas fake news. En ellas se niegan los hechos ocurridos o se tergiversan de manera insidiosa, de forma que minan una necesaria โconfianza socialโ para seguir manteniendo la convivencia y la vida de todos. Ademรกs de crear incertidumbre, desconcierto y un desรกnimo general sobre una posible salida de las crisis interrelacionadas de la pandemia y de la economรญa โla salud y la supervivenciaโ conducen o pueden conducir a los ciudadanos a ese โdecaimientoโ que hemos visto en los coletazos finales de otras pandemias de la historia y que aceleran la descomposiciรณn general para llegar al โtodo da igualโ. El ser humano como โanimal de realidadesโ, que decรญa Zubiri, necesita esa โverdad de los hechosโ, al que ya me referรญ, y poder distinguir entre ello y la ficciรณn. Resulta esclarecedor releer las pรกginas de Castilla del Pino sobre los niveles de diferenciaciรณn, en una sociedad tan compleja como la que vivimos, entre verdad-falsedad en el nivel cognitivo; verdad-ficciรณn en el nivel del mundo empรญrico/mundo mental y el รบltimo de verdad-mentira que puede destruir toda construcciรณn normativa y de significaciones de la realidad. Las mentiras histรณricas que nos acosan desde determinados nรบcleos โfundamentalmente separatistas y antisistemaโ, ese nihilismo moral desinhibido, decรญa Safranski, con que se muestran son las falsedades que inventan โprincipios que hacen lo malo buenoโ, justifican los โinstintos de odio y envidiaโ; son peligrosas palabras, peligroso lenguaje mentiroso que cierran el mundo, que llaman a la sumisiรณn y no a la libertad, como ya escribรญ en otro lugar (Discurso de ingreso en la Real Academia Espaรฑola, De Historia y Literatura como elementos de ficciรณn, RAE, 2002).
Volvamos una vez mรกs, para terminar, a la gran novela de Albert Camus, La peste: โhe escrito esta narraciรณn en honor de los apestados, para dejar al menos recuerdo de la injusticia y violencia que padecieron, y para decir simplemente algo que se aprende en medio de las plagas: que hay en los seres humanos mรกs cosas dignas de admiraciรณn que de desprecioโ. ~
Una versiรณn de este texto, en forma de conversaciรณn, apareciรณ en Metahistoria.