Los lรญderes redentoristas, narcisos enamorados de su autoproclamada belleza moral, no se hacen responsables de las consecuencias de sus actos. Esta verdad de hierro fue el tema de “La polรญtica como vocaciรณn”, cรฉlebre conferencia que impartiรณ Max Weber en enero de 1919 en Mรบnich. Su llamado resuena en nuestro tiempo.*
Las circunstancias eran dramรกticas. Alemania habรญa perdido la guerra. En medio de la crisis econรณmica y el desaliento social, cundรญa la polarizaciรณn ideolรณgica: el rencor nacionalista apelaba a los mitos germรกnicos, el mesianismo revolucionario buscaba emular el reciente triunfo bolchevique.
Weber hablaba a un pรบblico compuesto por jรณvenes anarquistas y comunistas, todos de buena fe. Uno de ellos, el dramaturgo Ernst Toller, dejรณ un testimonio significativo:
Es a Max Weber a quien la juventud de ese tiempo volteaba a ver, atraรญda profundamente por su honestidad intelectual. Weber detestaba el romanticismo polรญtico [โฆ] el orden prusiano, basado en la distinciรณn de clase, debรญa desaparecer, junto con el poder de la burocracia. Debรญamos abrir paso a un gobierno parlamentario, con control democrรกtico.
Weber estaba defendiendo la naciente y frรกgil repรบblica alemana, pero los jรณvenes no valoraban su mensaje. “Nuestra preocupaciรณn โescribiรณ Tollerโ iba mรกs allรก de los pecados del kรกiser o la reforma electoral. Querรญamos crear un mundo nuevo, confiรกbamos en transformar el orden existente para cambiar el corazรณn de los hombres”. E interpelรณ al maestro: “Muรฉstrenos el camino. Hemos esperado suficiente”.
Pero el maestro no tenรญa profecรญas que ofrecerles. Lo que podรญa transmitir era la esencia de su pensamiento polรญtico, fruto de una obra sociolรณgica que abarcรณ todas las culturas y civilizaciones.
Su premisa consistรญa en reconocer “la urdimbre trรกgica en que se asienta la trama de todo quehacer humano y especialmente el quehacer polรญtico”. A partir de ella, definรญa la polรญtica como “el rudo y lento taladrar de tablas duras” que, justamente por serlo, reclamaba en el polรญtico cualidades muy precisas. Una de ellas, sin duda, era la entrega apasionada a una causa, pero Weber aconsejaba orientarla con la mesura, la prudencia. El equilibrio era difรญcil, porque contra ambas conspiraba la vanidad, tรญpica de los demagogos: “no hay deformaciรณn mรกs perniciosa [โฆ] que el baladronear de poderโฆ”.
Los jรณvenes esperaban que bendijera moralmente sus afanes revolucionarios, pero Weber, fiel a su vocaciรณn cientรญfica, los descorazonรณ. Entre la รฉtica y la polรญtica existรญa una tensiรณn inevitable:
Quien busca la salvaciรณn de su alma y la de los demรกs que no lo haga por el camino de la polรญtica cuyas tareas, que son muy otras, solo pueden ser cumplidas mediante la fuerzaโฆ
Weber sostenรญa la imposibilidad de sustentar la acciรณn polรญtica en la รฉtica absoluta del Evangelio y dedicรณ el dramรกtico final de su conferencia a elucidar esa idea. Pero, en tรฉrminos prรกcticos, planteรณ a sus escuchas dos posibilidades: actuar bajo la “รฉtica de la convicciรณn” o bajo la “รฉtica de la responsabilidad”.
Si bien no ignoraba el cรญnico pragmatismo que podรญa enmascarar al polรญtico aparentemente “responsable”, aconsejaba adoptar la “รฉtica de la responsabilidad”, es decir, la preocupaciรณn constante que debรญa mostrar el polรญtico por los resultados de sus acciones. Esa preocupaciรณn no existรญa en quienes practicaban la “รฉtica de la convicciรณn”. Para esos iluminados โadvirtiรณ Weberโ el sublime fin justifica todos los medios, y si los medios conducen a resultados distintos o contrarios a los esperados, el revolucionario jamรกs asume su responsabilidad. En รบltima instancia “responsabilizarรก al mundo, a la estupidez de los hombres o a la voluntad de Dios, que asรญ los hizo”.
Su llamado no calรณ. Meses despuรฉs, los jรณvenes idealistas instauraron en Bavaria una caรณtica y fugaz Repรบblica Soviรฉtica cuyos resultados, trรกgicamente, desprestigiaron al socialismo alemรกn y alentaron a sus criminales adversarios โracistas fanรกticos, brutales militaristas, antisemitas irreductiblesโ a tomar el poder y reprimirlos con furia indescriptible. Lenin alentaba a los primeros; Hitler โpresente en Mรบnichโ se aprestaba a encabezar la marcha incontenible de los segundos, que al final prevalecerรญan.
Max Weber morirรญa un aรฑo mรกs tarde, a los 56 aรฑos, vรญctima de la influenza espaรฑola y consciente de que Alemania, incapaz de un liderazgo democrรกtico y responsable, entraba en “la helada noche polar de oscuridad y pesar” que habรญa temido y profetizado
* En Max Weber, El polรญtico y el cientรญfico, Alianza Editorial, 1967.
Publicado en Reforma el 7/VII/22.
Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.