Se dice que los noventa son los nuevos setenta. Aunque he leรญdo alguna informaciรณn al respecto, tengo la suerte de confirmarlo en mi entorno: la vejez ya no es lo que era.
Varios compaรฑeros de El Colegio Nacional rondan la frontera de los noventa o la han rebasado, con buena salud y vigor intelectual. Nuestro decano, don Silvio Zavala, muriรณ serenamente hace unos meses, a los 105 aรฑos, en razonable uso de sus facultades y dejando una obra inmensa. En otros รกmbitos, tengo amigos cercanos a esas fechas que gozan de una formidable vitalidad: el que a los 96 aรฑos acude diario a la gran empresa que fundรณ y encabezรณ por cinco dรฉcadas, y opina con autoridad sobre los grandes problemas nacionales; el que a los 97 nada un kilรณmetro diario, el que a los 92 juega tenis y dirige un famoso club. El que estรก por cumplir los 90, participa en triatlones con sus nietas, recorre 25 kilรณmetros en bicicleta cada fin de semana, y predica con el ejemplo: "La vida es asรญ: si dejas de pedalear te derrumbas".
Es sabido que las mujeres tienen mayor esperanza de vida que los hombres. Quizรก se deba a que tienen mayor esperanza en la vida que los hombres. Joy Laville, a sus casi 93, pinta con una alegrรญa juvenil cuadros de sensualidad gauganiana: ninfas danzantes, playas tropicales, confines misteriosos. Un detalle curioso que siempre me ha llamado la atenciรณn en las calles de Nueva York es el hormigueo de seรฑoras de avanzada edad empujando sus carritos de supermercado. Arregladas perfectamente de acuerdo a la estaciรณn, en el calor sofocante o en la nieve, con sus boquitas pintadas y sus atuendos de color, caminan con filosรณfica parsimonia. Uno de mis hijos ayudรณ a una de ellas a cruzar la calle y encaminarla a la puerta de su edificio. Ella le agradeciรณ el gesto, no sin antes proponerle matrimonio.
Es obvio que el fenรณmeno estรก restringido por factores sociales, econรณmicos, genรฉticos, y por el mรกs poderoso de todos: el azar. Por otra parte, el envejecimiento de las poblaciones tiene (en Europa, en Corea o Japรณn) consecuencias gravรญsimas. Pero lo que me importa subrayar es la actitud ante la edad. Si el progreso de la medicina ha sido fundamental, la buena gerencia personal que aprovecha ese progreso (cuidando la alimentaciรณn, el ejercicio, la "escucha" del cuerpo) no debe serlo menos. Segรบn Gabriel Zaid, la clave estรก en tener proyectos. Tiene razรณn: ver para adelante; ver aquello que estรก adelante nos distrae del impulso entrรณpico a descender en la tristeza. Siempre he leรญdo asรญ la enseรฑanza de Spinoza: "En lo que menos piensa un hombre libre es en la muerte; y su sabidurรญa no es una meditaciรณn de la muerte, sino de la vida" (รtica, Parte IV, Proposiciรณn LXVII).
Otro secreto para ganarle tiempo al tiempo -ademรกs, claro, del amor- estรก en la familia. No me refiero solo a la alegrรญa natural de la descendencia sino a la responsabilidad frente a ella. Lo entendรญ en una obra de teatro llamada The Retreat from Moscow, del dramaturgo inglรฉs William Nicholson. Un matrimonio de muchos aรฑos enfrenta una crisis terminal, frente a la cual la esposa declara a su hijo que se propone suicidarse. Tras escucharla, รฉl pronuncia este monรณlogo:
No puedo pedirte que vivas por mรญ. Cada uno debe soportar su propia carga. Pero tรบ eres como la exploradora. Has avanzado hacia dentro del camino, has seguido adelante. Pero si luego de un tiempo decides que no avanzarรกs mรกs, entenderรฉ que el camino es demasiado duro, demasiado largo. Y sabrรฉ que al final triunfa la desdicha. Pero si decides seguir y, aunque fuese terrible, lo soportas, entonces sabrรฉ que, por mรกs malo que sea, tambiรฉn yo puedo soportarlo. Lo sabrรฉ porque tรบ lo hiciste antes de mรญ.
Ese imperativo estoico es ineludible pero en una carta "Sobre la vejez" el propio Sรฉneca recomendaba "irnos a dormir alegres y gozosos diciendo: 'He vivido y he acabado la carrera que me dio la fortuna'". Su corresponsal Lucilio se extraรฑaba de que el estoico recomendara una enseรฑanza epicรบrea. "Continuarรฉ infundiรฉndote a Epicuro […] las mejores sentencias son de todos". Y agregaba su cรฉlebre rรบbrica: "Ten salud".
Mi gran exploradora fue mi abuela materna. De joven, en su natal Polonia, habรญa enfrentado fรญsicamente a los asaltantes de su casa durante un pogromo. Creo que no perdiรณ la fe religiosa. La escuchรฉ quejarse una sola vez en la vida. Y minutos antes de morir, en el hospital, me susurrรณ: "¿Cuรกnto te va a costar esto?". Su hija รบnica ha llegado a los noventa. Estรก aprendiendo a explorar.
(Publicado previamente en el periรณdico Reforma)
Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.