Las mejores amistades son como empiezan. Mi amistad con Lorenzo Zambrano naciรณ hace ya mรกs de quince aรฑos en Parras, Coahuila, la tierra de sus ancestros. Aquella maรฑana, Lorenzo manejaba su camioneta y, a grandes trazos, entre veredas y polvaredas, me contaba su peregrinar por la exigente universidad de la vida. A la vista de los sabinos venerables, recorrimos aquel oasis en el desierto, visitamos los viรฑedos del siglo XVI, la Hacienda del Rosario y la capilla del “Santo Madero”. De pronto llegamos a la casa natal del “apรณstol de la democracia”. En algรบn otro sitio he relatado la sorprendente escena: la mesa estaba impecablemente puesta con la misma vajilla que la familia habรญa usado un siglo atrรกs. Los relojes se detuvieron a mirarnos, se escuchaba mรบsica de la รฉpoca y, por un momento, sentรญ que se aparecerรญa el espรญritu del hรฉroe para charlar con nosotros. Nuestra amistad naciรณ con un delicadรญsimo acto de generosidad. Asรญ empezรณ, y asรญ siguiรณ siempre.
Porque la discreciรณn y la modestia fueron su segunda naturaleza, Lorenzo, en aquella ocasiรณn, solo me dejรณ entrever algunos episodios de su biografรญa. La muerte de su padre lo habรญa convertido en figura tutelar de su familia. Pero esa difรญcil condiciรณn no lo amargรณ. Quizรก porque preveรญa el destino de trabajo y responsabilidad que lo aguardaba, Lorenzo tomรณ la decisiรณn de conservar a toda costa lo mejor suyo: la alegrรญa creativa, la curiosidad inquisitiva, el asombro ante la belleza, el trato franco, la mirada limpia, conservar al joven que el azar le arrebataba.
Siguieron aรฑos de estudio en el TEC de Monterrey y en Stanford, y luego casi dos dรฉcadas de aprendizaje desde el piso mismo de la operaciรณn cotidiana en Cemex. A partir de 1985 en que se convirtiรณ en su presidente, dรญa tras dรญa los 365 de cada aรฑo, con perseverancia, arrojo e inteligencia, integrando talento humano y tecnologรญa de punta, organizando la conversaciรณn entre gentes y culturas diversas, atendiendo las grandes tendencias y los pequeรฑos detalles, Lorenzo Zambrano logrรณ convertir la empresa en una cementera global, y al hacerlo desmintiรณ la idea de que los mexicanos estamos condenados a ser vรญctimas pasivas y perennes de los poderes del exterior. Siempre he creรญdo que, en el paso de la figura del conquistado a la del conquistador, Lorenzo ha sido un precursor. Logrรณ, en la vida empresarial, lo que solo algunos personajes alcanzaron en otros รกmbitos: sentarse –como decรญa su paisano Alfonso Reyes– “en el banquete de la cultura universal”. Porque Cemex no solo exporta productos mexicanos sino que se ha establecido ella misma en mรกs de cincuenta paรญses, no como cabeza de playa sino como una presencia mundial.
Pero un gran empresario debe ser mรกs que un empresario. Lorenzo fue tambiรฉn un filรกntropo que discretamente dio a manos llenas y –rasgo excepcional en un mundo de dilapidaciรณn e inconsciencia– un protector eficaz del medio ambiente. Y tambiรฉn –bien me consta– un generoso y sensible patrono de las artes y las letras. No por nada Gabriel Garcรญa Mรกrquez lo llamรณ “Lorenzo, el Magnรญfico”. En aquel encuentro en Parras sembramos la semilla de una fructรญfera relaciรณn en las ediciones de Mรฉxico y Espaรฑa de Letras Libres y, posteriormente, en la Editorial Clรญo, donde, gracias al inolvidable Eugenio Garza Lagรผera y a su gran capitรกn, Josรฉ Antonio Fernรกndez, nos volvimos socios. Mรกs que una sociedad, integramos una familia cuya vocaciรณn ha sido honrar a la cultura mexicana, defender la libertad y llevar nuestra historia a todos los rincones.
Lorenzo Zambrano contribuyรณ a ennoblecer el perfil del empresario y abriรณ brecha para que otros empresarios siguieran sus rutas de conquista. Llevรณ el nombre de Mรฉxico al mundo, le dio nuevos brรญos a la hazaรฑa histรณrica de Monterrey y fue fiel al imperativo de responsabilidad social que predicaron los fundadores de su ciudad. Hoy que los cielos se han nublado temporalmente en Mรฉxico y en Monterrey, me importa mucho reflexionar sobre una frase, casi un epรญgrafe, que a menudo mencionรณ en correos y cartas. Decรญa Lorenzo: Good things happen to good people. Pareciera que no es asรญ, que no siempre los hombres buenos reciben el premio a sus esfuerzos. Pero justamente por eso Lorenzo Zambrano puso el ejemplo de perseverar, de renovar, de arraigarse aรบn mรกs en su tierra para contribuir –con su empeรฑo y su ejemplo– a liberarla del mal que la agobia. Y en esa perseverancia, pienso yo, estuvo a la altura de su estirpe.
Detengรกmonos por un instante en el predicamento que hace un siglo enfrentรณ don Evaristo Madero. ¿Quรฉ no habรญa atravesado (en lo personal, en lo empresarial, en su municipio, su estado, su paรญs) aquel hombre nacido en los albores de la etapa independiente que viviรณ hasta el estallido de la Revoluciรณn? En el lado luminoso, habรญa fundado una familia casi bรญblica y empresas de toda รญndole. En el lado oscuro, habรญa padecido guerras internacionales, robos y abigeatos, revueltas, rebeliones y revoluciones. “¿Cosas buenas pasan a la gente buena?”, pudo preguntarse con escepticismo don Evaristo en 1910, mientras su nieto, el impetuoso Panchito, desataba la Revoluciรณn que derrocarรญa a don Porfirio. Pero tengo para mรญ que, haciendo un balance, el patriarca encontrรณ que lo construido era tanto y tan firme que sobrevivirรญa al incendio y que, al paso del tiempo –con trabajo, inteligencia y enorme esfuerzo–, el paรญs, la familia y la empresa recobrarรญan el orden, la prosperidad y la paz. Y atisbรณ que en la aparente locura de su nieto habรญa una lecciรณn de libertad que, como los buenos vinos, aรฑejarรญa con el tiempo. Y habrรญa tenido razรณn: tras la trรกgica muerte de Francisco y Gustavo (abuelo de Lorenzo), la familia creciรณ, las empresas se multiplicaron, el paรญs encontrรณ su cauce. Y la democracia llegรณ tambiรฉn. La moraleja es clara: el รฉxito, arrancado a la adversidad, es mรกs valioso, mรกs noble, y sabe mejor.
“¿Quรฉ Mรฉxico vislumbras?”, le preguntรฉ alguna vez. “Un Mรฉxico en donde los resentimientos se transformen en trabajo, en donde la cultura del ‘dame’ se transforme en la cultura de ‘¿quรฉ puedo yo dar?’, el Mรฉxico donde el esfuerzo individual se privilegia sobre el esfuerzo de los grupos de interรฉs. Ese es el paรญs que creo que viene, y lo creo firmemente.” Estoy seguro que lo siguiรณ creyendo siempre, y con razรณn. El ruido, el desaliento y la confusiรณn no nos dejan ver que los mexicanos estamos aprendiendo a ser ciudadanos por la รบnica vรญa posible: la de confrontar la realidad como es, no como hubiรฉsemos querido que sea. Es verdad que los hombres, aun los grandes hombres, son pequeรฑos frente al azar y la circunstancia, pero debemos saber que en el arco amplio de la vida –si se persevera con seriedad, si se conserva la energรญa creativa, el amor al terruรฑo, a la familia y a la patria– la gente buena, en efecto, termina por cosechar cosas buenas.
En su testamento, don Evaristo Madero hablรณ asรญ a sus hijos, nietos y bisnietos: “Ordeno que procuren ser justos y hacer el bien que puedan sin contarlo a nadie; que sean activos, diligentes y honrados a carta cabal.” Esas palabras fueron escritas y firmadas hace un siglo. Hoy constatamos que su tataranieto las cumpliรณ a carta cabal. ~
Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.