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Rulfo en los diarios de la FundaciĆ³n Rockefeller

Una entrega mĆ”s de la serie dedicada a relatar las iniciativas culturales que apoyĆ³ la FundaciĆ³n Rockefeller en MĆ©xico.
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En las Ćŗltimas entregas de esta columna he enumerado las muchas iniciativas culturales que financiĆ³ la FundaciĆ³n Rockefeller (RF) en MĆ©xico a partir de 1950. (Las cientĆ­ficas, a partir del combate contra las enfermedades infecciosas en la dĆ©cada de los veinte y hasta la ā€œrevoluciĆ³n verdeā€ de Norman Borlaug, serĆ­a un relato mucho mĆ”s extenso.)

En esas entregas previas vimos los diarios de Charles Burton Fahs, director de la DivisiĆ³n de Humanidades de la RF en la dĆ©cada de los cincuenta: su trabajo en apoyo a El Colegio de MĆ©xico, a la Escuela Nacional de AntropologĆ­a, a la Biblioteca Nacional, entre otras instituciones, asĆ­ como sus oficios para apoyar los proyectos de Daniel CosĆ­o Villegas, Alfonso Reyes, Leopoldo Zea y, desde luego, al Centro Mexicano de Escritores (CME) donde becĆ³ a muchos de los mejores escritores de MĆ©xico de la segunda mitad del siglo XX.

Buscando mĆ”s papeles de la RF sobre MĆ©xico, y los ā€œdiariosā€ de Fahs, me encontrĆ© con un interesante artĆ­culo de Servando Ortoll, profesor de la Universidad AutĆ³noma de Baja California, publicado en la revista Signos literarios (julio-diciembre 2015), ā€œObstĆ”culos en la escritura de Juan Rulfoā€ que el autor resume asĆ­:

DespuĆ©s de publicar El llano en llamas (1953) y Pedro PĆ”ramo (1955), Juan Rulfo abandonĆ³ su producciĆ³n literaria. Las respuestas de los crĆ­ticos que se han preguntado por quĆ© Rulfo dejĆ³ de escribir han sido tan variadas como sus ideologĆ­as. En este estudio aƱado otra faceta a este debate y describo lo que le ocurriĆ³ cuando pudo vivir como becario durante un aƱo y dedicarse exclusivamente a escribir. Baso esta explicaciĆ³n en cartas y reportes archivados en el Rockefeller Archive Center. Escribo en mi papel de historiador, no de crĆ­tico literario, con la esperanza de que mis hallazgos ayudarĆ”n a los estudiosos a conocer mejor a Rulfo y permitirĆ”n a otros acercarse a su vida y obra de maneras novedosas. SĆ³lo al apartar a Rulfo de la niebla de cinismo con que ciertos crĆ­ticos literarios lo han envuelto, podremos entender mejor al hombre y al escritor.

Es un artĆ­culo extenso, muy bien documentado en archivos de la RF que no estĆ”n en lĆ­nea, y que amerita una lectura cuidadosa. Yo me limito a comentar algunos aspectos que se relacionan con lo que he estado publicando aquĆ­ sobre esa FundaciĆ³n realmente benemĆ©rita para las letras y las humanidades en MĆ©xico en ese periodo.  

El trabajo de Ortoll trata el asunto que preocupaba especialmente a Fahs y luego a su sucesor John P. Harrison, a la directora del CME, Margaret Shedd y a RamĆ³n Xirau, director interino que hacĆ­a las veces de coordinador intelectual del Centro, y que reflejaba una preocupaciĆ³n compartida por muchos escritores mexicanos (incluyendo a Octavio Paz): quĆ© hacer para que Juan Rulfo volviese a escribir.

En 1956, Fahs interroga sobre el tema a esos escritores: Luisa Josefina HernĆ”ndez, por ejemplo, de modo por demĆ”s tajante, opina que Rulfo no necesita una beca, sino apoyo psiquiĆ”trico, pues ā€œen las circunstancias actuales Rulfo realmente es peligroso para su familia y otrosā€. Alfonso Reyes, por su parte, le dice que ha estado ā€œaportando un apoyo a travĆ©s de El Colegio de MĆ©xico (alrededor de 600 pesos al mes)ā€ al ā€œbrillante pero alcohĆ³lico ex becario del CMEā€.

SeƱala Ortoll que ā€œa la FundaciĆ³n le interesaba el talento de Rulfo y buscaba forma de apoyarlo. Su hipotĆ©tico alcoholismo no era algo que preocupara a sus representantes en MĆ©xico. Lo que buscaban era justificar una subvenciĆ³n para el joven escritor y su mĆ©todo era sumar opiniones respecto a su persona, de preferencia positivas, por parte de otros escritores.ā€

Cita despuĆ©s una entrevista de Octavio Paz con Harrison, en enero de 1957, en cuya relatorĆ­a de la charla se registra que el poeta (en traducciĆ³n de Ortoll) dice que 

Juan Rulfo y Adolfo Bioy CĆ”ceres en Argentina, dos jĆ³venes talentos creativos de primera clase, estĆ”n absolutamente sin conexiones institucionales. Paz dijo que la mente acadĆ©mica parecĆ­a totalmente incapaz de entender a una persona como Rulfo quien, ciertamente era un poco alcohĆ³lico, porque era una personalidad neurĆ³tica, pero que esto no significaba que no fuera un buen marido y un buen padre: Paz observĆ³ que la forma en que Rulfo proveĆ­a ā€”o no proveĆ­aā€” a su familia era una preocupaciĆ³n agobiante para Ć©l. Dijo que escritores como Rulfo claramente se beneficiaban de becas, como se podĆ­a ilustrar por su producciĆ³n durante el periodo en que fue becario del Centro [Mexicano] de Escritores, la Ćŗnica vez en su vida que ha estado relativamente libre de preocupaciones financieras, y tuvo tiempo para escribir.

Ortoll anota que Paz le ha dicho que otros escritores, como Julio JimĆ©nez Rueda, critican a Rulfo por ā€œestar esencialmente mĆ”s interesado en la literatura que en MĆ©xicoā€, opiniĆ³n que incomoda a Paz, a Shedd y, opina Ortoll, a Harrison mismo. Margit Frenk y Antonio Alatorre, por su parte, le dicen a Harrison que Rulfo y Arreola batallan para sostenerse, sobre todo Rulfo que tiene familia, y que llevan por eso aƱo y medio sin escribir. Les parece una tragedia que la demanda editorial no baste para sostenerlos. Les parece esencial que tengan becas, pues ambos demostraron que cuando las tienen es cuando pueden dedicarse a la escritura. Margit Frenk es de la opiniĆ³n que de haber mĆ”s apoyos, pero que el dinero debe ser administrado por una instituciĆ³n, ā€œmĆ”s que dĆ”rselo directamente a ellosā€.

Harrison le escribe entonces a Xirau (aĆŗn en 1957), para explicar la opiniĆ³n de Paz, Alatorre y Frenk y concluir que el CME debe administrar una nueva beca para Rulfo, pero que Xirau debe supervisarla y manejar el dinero: Rulfo deberĆ” producir y probarlo cada dos meses ante Xirau. DeberĆ” dejar los cuatro trabajos que tiene y concentrarse sĆ³lo en escribir (esos trabajos eran la direcciĆ³n de la biblioteca de la Sociedad Mexicana de GeografĆ­a y EstadĆ­stica, investigador en la SecretarĆ­a de EducaciĆ³n PĆŗblica, un trabajo en Radio UNAM). Esta condiciĆ³n, agrega Harrison, es una que Rulfo mismo ha pedido, pues piensa que sĆ³lo asĆ­ se obligarĆ” a trabajar y cumplir la promesa de entregar ā€œuna novela y una serie de cuentosā€. La apuesta de Harrison es que Rulfo producirĆ” dos nuevos libros que, traducidos al inglĆ©s, el francĆ©s y el alemĆ”n, lo establecerĆ”n ā€œdefinitivamente como escritorā€ y podrĆ” asĆ­ vivir de sus regalĆ­as.

Apoyado por Fahs (cree Ortoll con razĆ³n), Harrison decide que la RF le dĆ© una nueva beca a Rulfo, luego de convencerla de la importancia de flexibilizar sus reglamentos en este caso. Le darĆ”n a Rulfo una ā€œbeca especialā€ de 2,500 pesos mensuales mas un ā€œsubsidio familiarā€ de otros mil. El asunto se mantendrĆ­a en secreto para impedir que otros escritores pidieran un trato similar. Para cubrirse con la RF, Harrison incluye en el expediente copia de una carta a Rulfo en la que subraya la naturaleza ā€œexcepcionalā€ de la beca, su compromiso de no tener otros trabajos, dedicarse de tiempo completo a la escritura y reportar sus avances mensualmente a Xirau, de cuya evaluaciĆ³n dependerĆ” que la beca siga o se cancele. Y Rulfo aceptĆ³ y enviĆ³ una carta en la que expresa ā€œmi mĆ”s grande y cumplido reconocimientoā€. Y Harrison le respondiĆ³ que nada habĆ­a que agradecer ā€“y menos a Ć©l, pues el contrato es con la RFā€“ pues que se trata de estimular la creaciĆ³n literaria y, por tanto, ā€œdel enriquecimiento de nuestras vidasā€. 

Pero ā€“siempre siguiendo el trabajo de Ortollā€“ Harrison comenzĆ³ a preocuparse cuando no llegĆ³ el primer reporte mensual. Xirau explicĆ³ que Rulfo estaba ā€œmejor de salud y mĆ”s en formaā€ y que si bien ha visto ā€œpoco de lo que escribeā€ confĆ­a en que va bien, pues ya hay un esbozo de la novela y ā€œpartes escritasā€, por lo que pide otro mes de plazo. Harrison le pregunta si Rulfo dejĆ³ sus otros trabajos y Xirau sĆ³lo responde que ā€œtiene menos trabajoā€ y que lamenta no poder informar mĆ”s pues Ć©l mismo no tiene una idea clara de sus asuntos.

Por fin el 5 de mayo de 1958, Xirau reporta haber visto ā€œ60 pĆ”ginas escritasā€ de la novela de Rulfo y que estĆ” trabajando bien. Pero un mes mĆ”s tarde envĆ­a un mensaje ā€œconfidencialā€: ha escuchado decir que Rulfo estĆ” enfermo. Xirau lo ve mĆ”s delgado pero, como estĆ” escribiendo, supone que no estĆ” bebiendo. Y en junio, Xirau reporta que Rulfo fue a verlo quejĆ”ndose de ā€œuna neuritis agudaā€ y que le dijo estar viendo a ā€œun psiquiatra joven, un estudiante de psiquiatrĆ­a y un mĆ©dico generalā€. Y al final agrega:

Anteayer supe que iban a internar a Juan en un hospital especializado. Ɖl mismo vino a decĆ­rmelo rogĆ”ndome que no dijera nada, ni a ustedes. Ā”Por fin! Parece que estĆ” Juan en buenas manos. En manos del doctor [Alfonso] MillĆ”n que es uno de los mejores psiquiatras de MĆ©xico. SegĆŗn me dijo su mĆ©dico particular (un mĆ©dico poco simpĆ”tico y que no querĆ­a revelarme nada aun cuando yo le dije que no querĆ­a saber secretos sino que se trataba de ayudar a Juan) serĆ” cuestiĆ³n de que estĆ© internado unas dos o tres semanas. El doctor en cuestiĆ³n se llama Castorena. AĆŗn no he podido localizar al doctor MillĆ”n pero en cuanto lo haga le comunicarĆ© a usted su impresiĆ³n. Se trata, en conjunto, de un proceso de desintoxicaciĆ³n y de revigorizaciĆ³n fĆ­sica de Rulfo que estaba pesando Ā”53 kilos!

Ese ā€œĀ”Por fin!ā€ de Xirau parece expresar el alivio ante el hecho de que Rulfo parecĆ­a reconocer Ć©l mismo que habĆ­a tocado fondo.

Xirau acompaĆ±Ć³ a Rulfo a internarse. Pensaba seguir escribiendo esas semanas, pero Xirau le dijo que no, que se concentrara en curarse. Argumenta ante la RF que todos sabĆ­an que Rulfo debĆ­a curarse antes de volver a escribir y que si bien ya no bebe y su condiciĆ³n es ā€œseria pero no graveā€ se debe a ā€œmuchos aƱos de problemas que crearon en Ć©l una neurosis de angustiaā€. Obviamente, agrega Xirau, ā€œserĆ­a catastrĆ³ficoā€ cortar la beca, pues ā€œlo Ćŗnico que parece mantener a Juan vivo y esperanzado es la urgencia de escribirā€.

Al volver de un prolongado viaje por AmĆ©rica del Sur, Harrison abre la primera carta de Xirau y responde manifestando su decepciĆ³n al comprobar que Rulfo incumpliĆ³ lo pactado al no dejar todos sus trabajos. Luego lee la carta sobre los problemas de salud y escribe de nuevo: no, desde luego no suspenderĆ”n la beca, y le pide a Xirau que salude a Rulfo en su nombre.

Y ahĆ­ se detiene la pesquisa de Ortoll, pues el archivo ā€“o al menos lo que pudo revisarā€“, se detiene en ese punto, por lo que ignora si continuĆ³ la beca de Rulfro o si fue suspendida. 

Harrison ā€“sigue Ortollā€“  volviĆ³ a ver a Rulfo en el viaje de 1959 y registrĆ³ en el ā€œdiarioā€ que parecĆ­a ā€œestar en un estado fĆ­sico y mental razonablemente bueno y estĆ” de nuevo escribiendo eficazmenteā€. La RF no puede becarlo mĆ”s, pero parece avanzar solo, con lo que concuerda Octavio Paz. El diario registra una sesiĆ³n de trabajo en el CME en la que Rulfo destaca:

R[ulfo] tomĆ³ parte activa en la discusiĆ³n crĆ­tica que siguiĆ³ a la lectura de un capĆ­tulo de una novela que TomĆ”s Mojarro estĆ” escribiendo. JPH [Harrison] se divirtiĆ³ al escuchar a R, generalmente considerado como el genio imprĆ”ctico por sus colegas mexicanos, hacer unas 30 correcciones de gramĆ”tica ā€”las Ćŗnicas que se hicieronā€” y luego ocupar como media hora analizando minuciosamente imĆ”genes y figuras retĆ³ricas. R parece estar sĆ³lidamente con sus pies sobre la tierra, lo cual los mexicanos consideran un milagro, aunque ellos no pueden creer que a la larga Ć©l no vuelva a su antiguo estado trastornado y frecuentemente ebrio. EstĆ” escribiendo regularmente de nuevo, y gozando tanto de su reputaciĆ³n como de ingresos por sus traducciones extranjeras. En la actualidad se estĆ” financiando Ć©l mismo y a su familia Ćŗnicamente gracias a su escritura, y [Harrison], asĆ­ como Octavio Paz, creen que si puede sostenerse asĆ­ durante los siguientes dos aƱos, la causa de todas sus otras dificultades se desvanecerĆ”. SerĆ” una ganancia importante para la literatura mexicana, y una muestra de gran trascendencia para la generaciĆ³n actual de serios escritores jĆ³venes que no tienen ni familia ni conexiones polĆ­ticas que los apoyen.

De acuerdo con Ortoll, Margaret Shedd procurarĆ­a conseguir entonces mĆ”s apoyos para Rulfo en otras fundaciones, como la Fairfield. En 1963 buscĆ³ ā€œal representante en MĆ©xico del CCFā€ (el Congress for Cultural Freedom, financiado por la CIA) para pedir que ā€œfinanciara un salario para Rulfo, que sufrĆ­a regularmente de depresiĆ³n y alcoholismo, para traerlo al CME a trabajarā€.

Ese representante, creo yo, pudo ser alguno de los agentes a los que ya me he referido en entregas anteriores, Keith Botsford, o Keith Bastear, o ā€œEnrique P. LĆ³pezā€, patrocinador de la revista DiĆ”logos. Ortoll cree, cuando escribe su ensayo, que ā€œno habĆ­a evidenciaā€ de que Shedd supiera que la Fairfield era un frente de la CIA. Luego de constatar la presencia de Shedd en las discusiones internas de la CIA en de 1961 en adelante, en las que se discute el control del CME (que Shedd quiere que dirija Rulfo), la remociĆ³n de Xirau, la creaciĆ³n de la revista DiĆ”logos, etc., me parece difĆ­cil dudarlo: conservar al CME y cuidar a Rulfo bien valĆ­a una CIA.

El CCF ā€“continĆŗa Ortollā€“ estuvo de acuerdo con Shedd y ā€œcomo gesto de apoyoā€ le pagĆ³ a Rulfo 14 mil pesos en 1964 y otra suma para que figurase como empleado del CME en 1965 (como documentĆ³ Patrick Iber en su libro, citado por Ortoll). Cuando vino el alboroto al saberse que la FundaciĆ³n Fairfield era un frente de la CIA, Shedd siguiĆ³ en tratos con ella. Y en 1967, como documentĆ³ Iber, Shedd convenciĆ³ a la Fairfield de comprarle a Rulfo la propiedad en ChimalhuacĆ”n para que tuviera la calma necesaria para escribirā€¦

Lamentablemente, ya no lo hizo.

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Es un escritor, editorialista y acadƩmico, especialista en poesƭa mexicana moderna.


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