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Marca personal a Succession: Camino al trono

En Succession, la pugna ha escalado a extremos potencialmente catastróficos no solo para los aspirantes al trono, sino para la viabilidad misma del aparato democrático estadounidense.
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Nada tan efímero como la paz.

La calma en el interregno duró apenas unos días. En la víspera del funeral de Logan Roy, la batalla por heredar el reino está fuera de control. La pugna ha escalado a extremos potencialmente catastróficos no solo para los aspirantes al trono (la familia, el staff directivo, los accionistas, Lukas Matsson), sino para la viabilidad misma del aparato democrático estadounidense. El motivo: un pacto fáustico en el que la cadena televisiva ATN, propiedad de Waystar-Royco, adelanta como ganador de las elecciones presidenciales a Jeryd Mencken, el candidato populista de ultraderecha a quien vimos por primera vez en “What it takes”, episodio seis de la tercera temporada.

A continuación, la segunda Marca personal a la cuarta y última temporada de Succession, la cual analiza los capítulos “Honeymoon states”, “Kill list”, “Living+”, “Tailgate party” y “America decides”.

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Una vez anunciado el fallecimiento del patriarca, los ajustes de cuentas previos a la lucha sucesoria ocurren con pasmosa velocidad, tanto en el frente familiar como en la arena de negocios. En “Honeymoon states”, los Roy establecen los prolegómenos de la batalla. Lo primero es definir quién es verdaderamente parte de la familia. Gracias a que deciden proseguir con la boda, Willa, la flamante esposa de Connor, ya es parte oficial del clan, lo que es subrayado con sarcasmo por Marcia, la esposa exiliada de Logan. “Mira lo lejos que has llegado”, exclama Marcia. “Bueno, ¡míranos a las dos!”, revira Willa. En el universo arribista que rodea a los Roy, el talento reconoce al talento.

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En contraste, Kerry, la secretaria, consejera y amante de Logan, es desterrada sin misericordia de la familia. Una vez que Marcia le niega la oportunidad de subir a la alcoba que compartía con el magnate, Kerry experimenta una crisis nerviosa y suelta el bolso que le da el personal doméstico con todas sus pertenencias. No hay relojes ni alhajas, solo maquillaje y frascos de pastillas. Humillada, literalmente en el suelo, Kerry es forzada a abandonar el departamento, no sin antes comunicarle a Roman que su padre quería casarse con ella. Greg se da vuelo con las burlas: “Oh, ¡aquí vienen las lágrimas!”. El trabajo actoral de Zoë Winters es impecable: la caída de Kerry es estremecedora, una de las secuencias más crueles de la serie. Pobre, ni siquiera le prestan un coche para regresar a casa.

En el universo arribista que rodea a los Roy, el talento reconoce al talento.

Obvio, Logan no deja nada que permita comprobar que efectivamente planeaba casarse, pero sí guarda un documento con una serie de pasos a seguir en caso de su muerte. Almacenada en su caja fuerte, aunque a medio terminar y con apuntes a mano, la nota recomienda que Kendall sea designado como el nuevo CEO de Waystar-Royco. El nombre de Ken está resaltado con pluma de manera confusa. ¿Logan quería subrayar a Kendall como sucesor, o la intención era tacharlo y retractarse de la decisión original? No importa: las acciones de Ken ameritaron que, así fuera por un momento, Logan lo considerara una persona lo suficientemente seria para ser su sucesor. (“You are not serious people.”) Sea por amor u odio –o ambas, ¿por qué no?–, Ken recobra la tracción emotiva para tomar la iniciativa en la pelea sucesoria. Tras convencer a Roman de aceptar una dirección compartida y así marginar a Shiv del control de la empresa, Kendall presiona a Hugo, el titular de comunicaciones, para que lance una campaña anónima que enaltezca a los hermanos a costa de cuestionar las decisiones recientes de su padre, incluido, desde luego, el trato con GoJo.

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En el frente de negocios, Matsson está impaciente por cerrar la compra de Waystar-Royco, por lo que convoca a toda la planilla directiva de los Roy al retiro de GoJo en Noruega. Solo han pasado tres días desde la muerte de Logan, pero Matsson mea donde quiere, por lo que no duda en hacerlo sobre el dolor de Kendall y Roman. “Por lo menos no fueron ustedes los que encontraron el cuerpo, ¡esa mierda puede ser traumática!”, les dice burlón tras recibirlos en una sala de juntas con vista imposible al paisaje noruego. En el fondo, como anotábamos aquí, Kendall y Roman no desean vender la compañía. Consciente de esto, Matsson establece una alianza con Shiv, quien ve con simpatía la adquisición, si bien sabe que la fusión implica el despido de la mayor parte de la plantilla directiva. Los altos ejecutivos de Waystar-Royco saben que nadan en la mierda y que GoJo está a punto de jalar la cadena del escusado, por lo que lambisconean sin recato.

Matsson nunca le promete nada concreto a Shiv, aunque no es gratuito que los únicos directivos ausentes de la lista de despidos de GoJo (la kill list que le da nombre al episodio) sean las tres personas más cercanas a ella: Tom, Gerri y Carolina, la subgerente de comunicaciones. El CEO de GoJo decide llevar la apuesta al extremo y ofrece pagar 192 dólares por acción, siempre y cuando se incluya en el paquete a ATN, la cadena noticiosa que Logan siempre se negó a vender. A diferencia de la estoica arrogancia gélida que lo caracterizaba en capítulos anteriores, “Kill list” muestra a Matsson en un estado de indolencia exasperada, demasiado ansioso por cerrar un trato que a estas alturas luce poco atractivo para los intereses de su imperio. La razón, como se sabrá después, es que el valor de GoJo está basado en cifras infladas de sus operaciones en India, por lo que la compra de los activos tradicionales de Waystar-Royco podría neutralizar una eventual caída en el valor de la plataforma tecnológica.

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El objetivo de los personajes de Succession es el poder por el poder mismo. Están obsesionados con ganar, pero ninguno está interesado en construir un camino propio (como lo demuestra el creciente desinterés en reinventar a Pierce, la cadena por la que pagaron miles de millones de dólares solo para molestar a papá).

Los Roy habitan un simulacro constante: son actores que nunca se muestran plenamente convencidos de la verosimilitud de sus actuaciones.

Como señalamos en el primer texto dedicado a la serie, detrás de toda la depredación y la violencia verbal, más allá de la representación y la pantomima, detrás de cada miembro de la familia Roy se esconde un niño triste y asustado. El poder es un manto que los protege de fantasmas pasados –el abuso paterno, por ejemplo–, al tiempo que los acredita existencialmente en el presente.

Repletos de dudas, los Roy habitan un simulacro constante: son actores que nunca se muestran plenamente convencidos de la verosimilitud de sus actuaciones. A veces coquetean con la pulsión de escapar de sí mismos, pero rara vez lo consiguen. La estética del programa enfatiza estos momentos de ruptura: la cámara filma la historia desde el lugar que puede, y no desde el ángulo que desea, lo que redunda en que grabe situaciones donde captura a los Roy fuera de papel, reticentes a continuar con la obra sucesoria. No es extraño que su expresión corporal tienda a estar enfrentada con lo que dicen. Shiv y Tom son el ejemplo más acabado de esta dinámica. Pese a que los enfrentamientos entre ambos son cada vez más violentos y venenosos, la pareja experimenta un renacimiento sexual que incluye mordidas, cogidas furtivas y hasta escorpiones.

La contradicción alcanza un clímax en “Tailgate party”. Tras ser ridiculizado por la familia frente a Matsson y la crème de la crème de la aristocracia conservadora en la tradicional fiesta preelectoral del clan, Tom explota y confronta a Shiv. Los dos activan un desfile de insultos que recuerda la toxicidad de Elizabeth Taylor y Richard Burton en ¿Quién le teme a Virginia Woolf? (1966). La pelea deriva en un aparente punto de ruptura: el rechazo de Tom a la idea de que Shiv sea la madre de sus hijos. El dolor de los rostros contrasta con la crueldad de las palabras. No quieren seguir insultándose, pero son incapaces de ir en contra de los personajes que han creado. Días más tarde, cuando Shiv le confiesa a Tom que está embarazada, no extraña que él se resista a creer la noticia: como apuntaba Logan, es difícil tomarse a los Roy en serio.

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En un mundo racional, pocos tomarían en serio a Living+, el proyecto de Waystar-Royco para crear comunidades de retiro que funcionen como una mezcla de parques temáticos, hoteles all-inclusive y servicios médicos enfocados a prolongar la vida de sus habitantes. En un mundo obnubilado por el credo de “fíngelo hasta que lo consigas”, popularizado por estrellas ahora caídas en desgracia como Elizabeth Holmes (Theranos) y Sam Bankman-Fried (FTX), la idea arropada por Kendall para elevar el precio de la acción de Waystar-Royco es recibida con entusiasmo por los inversionistas.

La estrategia de Kendall es aumentar el valor de la compañía al punto de voltear los papeles, de modo que sea Waystar-Royco la que compre a GoJo. Kendall no tiene ningún escrúpulo en manipular las cifras para inyectarle viabilidad a Living+. Finalmente, el concepto de un asilo disfrazado de Disneylandia para que un montón de ancianos puedan convivir con enfermeros caracterizados de superhéroes suena a una forma lógica de concluir la vida para las generaciones de estadounidenses educadas sentimentalmente por el universo Marvel. Kendall no es ningún genio del marketing, pero la habilidad para creer sus propias mentiras le permite reinventarse como gurú tecnológico frente a los asistentes al día del inversor y a una gigantesca proyección digital de su padre. Kendall se ha convertido en la mejor deep fake de sí mismo. El final de “Living+” lo muestra triunfal, reconciliándose con el agua donde lo hemos visto hundirse en más de una ocasión.

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El día de los comicios presidenciales llega en “America decides”. Mientras Kendall le promete “vida eterna” (o casi) a los accionistas, Roman cierra filas con Jeryd Mencken, quien le pide apoyo para crear la narrativa de que las elecciones presidenciales se dieron en circunstancias dudosas. Recordamos las palabras que Logan le dice a Roman al final de “Rehearsal”, el segundo capítulo de la temporada: “Se aproxima una noche de los cuchillos largos. Voy a reinventar ATN. Necesito alguien que trague fuego. Un hijo de puta desalmado dispuesto a hacer todo lo que sea necesario. Tú no eres Pierce. La gente inteligente sabe lo que es. Te necesito”.

Al igual que Logan, Roman sabe que la actualidad estadounidense es un circo y Mencken es el maestro de ceremonias perfecto para el show.

Sin traicionar la naturaleza guasona del personaje, Kieran Culkin ha logrado dimensionar a Roman como algo más que un bufón. Estamos conscientes, por ejemplo, de que la violencia física ejercida por Logan fue un factor determinante en la construcción de su personalidad. Como ya hemos señalado, si los Roy fueran animales, Roman sería un perrito Chihuahua ruidoso y exasperante, pero leal y cariñoso con quien le da de comer. Roman era el perro que regresaba una y otra vez para que Logan lo pateara. Y como buen perro, ama incondicionalmente a su dueño, incluso después de que este ha fallecido. Así que Roman no impulsa el pacto que probablemente lleve a Mencken a la presidencia porque quiera ver al mundo arder (aunque se podría construir un argumento convincente al respecto), sino porque desea honrar la visión que su padre tenía para ATN. Al igual que Logan, Roman sabe que la actualidad estadounidense es un circo y Mencken es el maestro de ceremonias perfecto para el show.

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Roman siempre ha sido un ojete (basta recordar la manera en la que humilla al niño en el juego de beisbol en “The celebration”, el primer episodio de la serie); no obstante, tiene a autosabotearse cada vez que se acerca al triunfo, quizá porque sabe que eso implicaría asumir una responsabilidad directiva que no quiere ni puede desempeñar (¿qué fue el incidente de la dick pic, si no un reflejo sicológico para motivar que su padre lo pateara una vez más?). Sin embargo, la muerte de Logan parece haberle dado el empujón final para aspirar seriamente al trono. Sus actos hablan por sí mismos: mandó al demonio a Matsson, despidió a la estrella ejecutiva del estudio (pese a que estaba “muy conectada”) y hasta corrió a Gerri, su perverso amor platónico. Ahora, como resultado de la alianza con Mencken, está a un paso de convertirse en el empresario favorito del próximo presidente de Estados Unidos.

Quizá Roman sea el hijo de puta que su padre siempre soñó. ~

P.d. Kerry lo amenazó y fue desterrada de la peor forma posible. Shiv lo quiso intimidar y terminó masacrada por sus hermanos al final de “America decides”. No conviene antagonizar con Greg, quizás el más repulsivo y resbaloso de los Roy. ¡Ten cuidado, Tom!

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Mauricio González Lara (Ciudad de México, 1974). Escribe de negocios en el diario 24 Horas. Autor de Responsabilidad Social Empresarial (Norma, 2008). Su Twitter: @mauroforever.


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