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Explicaciรณn de los epรญgrafes 

(A manera de prรณlogo)

 

Los poetas te meten en unos lรญos horrorosos. Tรบ llevas a un poeta a ponerle una condecoraciรณn y te puede llegar hecho un asco, ponerse a gritar, querer pellizcarle el culo a la ministra, los poetas son imposibles.

Fรฉlix de Azรบa

 

El twitter hace viejos a los periรณdicos del dรญa siguiente.

@GmoSheridan

[16 de mayo de 2012]

 

Es preferible exponerse al ridรญculo antes que lucir aburrida.

Marilyn Monroe

 

 

1

Cuando leรญ las palabras de Azรบa en una entrevista, soltรฉ la carcajada. Imaginรฉ al contingente de poetas heroicos, “imposibles” y recordรฉ las palabras de un amigo, crรญtico consagrado, mientras nos dirigรญamos a participar en una mesa redonda durante alguna feria de libro: ese espacio que impone una competencia no escrita sobre el nรบmero de libros adquiridos y del que salen los compradores con bolsas cargadas de volรบmenes que nunca alcanzarรกn la gracia de la lectura. “No gana uno para vergรผenzas con los poetas”, dijo mรกs o menos mi amigo, aludiendo a un escรกndalo protagonizado por los bardos en el recinto ferial.

Yo caminaba junto a รฉl entre los numerosos stands como quien transita por el pegajoso tรบnel de los rastros: nuestra participaciรณn, junto a dos exitosos narradores, consistรญa en hablar de nuestros “rituales” de escritura. Un auditorio atestado esperaba a los escritores, anhelando conocer quรฉ ceremonia, quรฉ extraรฑa anomalรญa hacรญa, de quienes se sentaban a la mesa, seres extraordinarios, fabulosos animales de un circo “de mentiritas”. El resultado era previsible. Los narradores exitosos hicieron gala de sus manรญas y alguno de ellos, como en el palenque, documentรณ con claridad que la crรญtica le tenรญa sin cuidado. ร‰l sรณlo escribรญa para ese pรบblico que, arrobado, le aplaudiรณ fervorosamente. Mi amigo el crรญtico se librรณ como pudo del anonimato que cayรณ sobre mรญ, pues no pude inventar alguna manรญa distinta a la de levantarme a las cinco de la maรฑana y tomar cafรฉ. Hubiera podido hacer gala de algรบn extraรฑo padecimiento; tal vez necesitaba decir que, debido al gรฉnero literario que practico, antes de escribir un poema debo empinarme unas cervezas. ¿Habrรญa sido simpรกtico discurrir sobre la revisiรณn del canon en el escusado y otras licencias fisiolรณgicas? Quizรก debรญ asumir la personalidad de Bolaรฑo antes de volverse estrella. Nada se me ocurriรณ y comprendรญ que yo era una poeta “de mantel”, como llaman ahora a los poetas que no practican gimnasia en el escenario, no disponen de un aparato pictรณrico-esotรฉrico-musical que los acompaรฑe y leen sentados frente a una mesa cubierta con un paรฑo verde o azul.

Todo eso recordรฉ cuando leรญ las palabras de Azรบa. Imaginรฉ (y luego comprobรฉ en Facebook) que la cita tendrรญa mucho รฉxito (entre los poetas, naturalmente). Siempre es lindo sentirse el descarriado. Es heroico y viste bien ser el chivo en la cristalerรญa. Ser “incรณmodo” ha sido la funciรณn de los poetas pero, ademรกs de pellizcarle el culo a la ministra, de levantarse en el foro como los antiguos aedas o de protagonizar escรกndalos en las ferias y pasillos literarios, los poetas eran incรณmodos porque eran crรญticos (no sรณlo de poesรญa). Eso tambiรฉn ya estรก pasado de moda, al menos en la forma como acostumbrรกbamos.

No creo, por supuesto, en la heroicidad del poeta que arenga multitudes desde Twitter, se incendia como un bonzo a mitad de la plaza y, si no muere, conduce a su grey por los caminos de la libertad, inaugurando una y mรกs de una primaveras polรญticas cuyos resultados, a largo plazo, quizรก no sean tan libertarios como suponรญan. No creo, tampoco, en los poetas que en la redes sociales someten al escarnio a otros poetas por el mero gusto de expresar un desacuerdo, de lanzarse a la vieja bola revolucionaria que hoy es bola de nieve cibernรฉtica pero que, como la vieja, tiene el mismo atributo: confusiรณn.

Dije que no creo en la heroicidad y miento. Es ya en lo รบnico que creo. Lo que no tengo es la ilusiรณn de un cambio verdadero –con o sin hรฉroes– y perdurable –como dirรญan los polรญticos–, porque la sentencia de Fabrizio, prรญncipe de Salina, se me revela a diario como la Ley Madre de las Tablas aquellas de Moisรฉs.

Tampoco creo, y de eso sรญ estoy segura, en la “horizontalidad” de las redes que hace suponer a los ilusos que si siguen a, digamos, Obama o ลฝiลพek, y alguna vez los interpelan, sean (seamos) sus “amigos”, parte de su comunidad y de sus pensamientos. ร‰se es uno de los delirios actuales.

 

2

Algunos se han quejado de la falta de crรญtica de poesรญa en las revistas y suplementos literarios. Yo misma he dicho que en las publicaciones actuales la poesรญa es como el jarrรณn o la figurita de Lladrรณ con la que se adornan algunas casas para recibir a los invitados. El espectรกculo no puede ser mรกs triste pero es comรบn en la mayorรญa de las revistas culturales que aspiran al canon hemerogrรกfico. En general, los artรญculos sobre poesรญa son escasos. Las reseรฑas, en suplementos y revistas, casi un desierto.

Esa no es la รบnica crรญtica que existe, me dirรกn los universitarios, pero el estudio de la poesรญa (que no su crรญtica) se ahoga en el enrarecido aire del cubรญculo que la somete bajo el peso de palabras, categorรญas, discursos y metadiscursos cuyo fin no explica una de sus paradojas esenciales: compartir una experiencia intransferible. Todo en el aula importa, menos la poesรญa. Tomar el camino de la elecciรณn y emitir un juicio sobre algรบn libro de poemas es altamente sospechoso en la academia porque ahora creemos que elegir, enjuiciar, es polรญticamente incorrecto: todas las expresiones valen lo mismo pues han sido creadas por el hombre y sรณlo por eso son valiosas. Ello ha provocado una de las formas mรกs perversas y apenas perceptibles de la banalizaciรณn de la cultura en aras de una supuesta democratizaciรณn que nos quiere vender gatos por liebres con el argumento de que todos son animalitos del seรฑor; que lo irrepetible y su belleza –“¿quรฉ es eso?”, me dirรกn, acusรกndome instantรกneamente de anacrรณnica, reaccionaria, priista– son “categorรญas” en desuso o, peor aรบn, una forma de dominaciรณn. Asรญ, manifestar la impresiรณn personal sobre cualquier obra de arte es calificada en el cubรญculo como una falta de seriedad, si no es que llana ignorancia; y aunque la academia no puede medirse con el mismo rasero, no dejan de sonar en mis oรญdos aquellas palabras de Antonio Alatorre cuando se preocupaba por las prรกcticas de algunos profesores que, con el “pretexto de implantar lo que llaman ‘posturas cientรญficas’ y eliminar lo que llaman ‘impresionismo’”, transmitรญan a sus alumnos una actitud de “apocamiento y desconfianza”. Alatorre sabรญa que la naturaleza perturbadora y original de la obra de arte corrรญa el riesgo de diluirse en “la fascinaciรณn del tecnicismo” y  que “el remedio drรกstico que ciertos profesores recetan [para erradicar el impresionismo] es peor que la supuesta enfermedad. Prefiero las sinfonรญas en blanco, prefiero las simples conversaciones en que se habla de lo bonito de unos versos, de lo emocionante de una novela, de lo decepcionante del desenlace de un cuento, etcรฉtera, a los productos de cerebros robotizados en que la impresiรณn producida por una obra literaria, su resonancia รญntima, ha sido escrupulosamente raspada”.

¿La poesรญa estรก a la baja tambiรฉn? Alguien dirรก que no son esos los tรฉrminos para hablar del gรฉnero porque la poesรญa y los procesos comerciales de oferta y demanda son como el agua y el aceite. Encontrar en ello una explicaciรณn para el declive de la crรญtica de poesรญa en nuestras revistas es, tambiรฉn, un apunte solemne. Ademรกs, podrรกn decirme los poetas, ¿quiรฉn lee las revistas impresas? El mundo estรก en otro lado. La poesรญa le importรณ a ciertas publicaciones mientras los poetas vivimos un espejismo creado por la figura de Paz, dirรกn, pero… muerto el perro, se acabรณ la rabia. Ahora ser incรณmodos quizรก se restrinja a llegar hecho un asco, ponerse a gritar, inventar manรญas en las ferias, promover campaรฑas de desprestigio, revivir muertos “irreverentes” o quejarse de que ya no hay crรญtica de poesรญa. Pero, ¿quiรฉn quiere incomodar? (o, mejor, ¿quiรฉn se va a incomodar?) De todas formas, ya se sabe: “los poetas son imposibles” y hay mรกs poetas que vida.

A estas alturas me doy cuenta de que al hablar de revistas pensรฉ sรณlo en las casi canรณnicas, aquellas que hacรญan suponer que la literatura era una forma de la conversaciรณn. Al menos en lo que toca a la poesรญa, la charla se fue a otro lado. O, me dirรกn los que saben, estรก donde siempre estuvo antes del espejismo: en las publicaciones minoritarias o en la legiรณn de revistas digitales (que, pese a su cantidad, representan tambiรฉn otra forma de la minorรญa). Ya lo habรญa dicho Cuesta: “Examen es una revista que sรณlo circula entre un reducido grupo de personas inteligentes”. Me preguntรฉ, sin embargo, si al olvidar su funciรณn como intelectuales, los poetas pertenecรญan aรบn a esos happy few o si importaba, ahora, ser parte de esos pocos felices y en quรฉ residรญa aquella felicidad. 

Quizรก era forzoso buscar la crรญtica (y la poesรญa misma) en los 140 caracteres que nos permite Twitter, pues me parecรญa deprimente leer las columnas de espectรกculos donde reseรฑaron el libro de poemas dedicado al divo de Juรกrez y las posibilidades retro del Noa Noa.

Me fui, pues, a buscar aquel otro lado. Gracias a un rt de @aasiain, el poeta mexicano con mรกs seguidores en Twitter (27 428, cuando esto escribo), leรญ un tuit de @CarlosdeIcaza, el embajador mexicano, y me enterรฉ de que en el mundo habรญa ya mรกs telรฉfonos que personas, segรบn seรฑalaba Kishore Mahbubani, un profesor de la Universidad Nacional de Singapur, en la revista Finance & Development (septiembre de 2012). En su artรญculo, “The Global Village Has Arrived”, hacรญa hincapiรฉ en el hecho de que la tecnologรญa estaba generando la convergencia global y apuntaba estos nรบmeros escalofriantes:

Today, there are more phones than people. This does not mean every human being has a phone. Some have two or three. In 1990, only 11 million people had cell phones. In 2011, the number of cell phones worldwide was 5.6 billion, while the number of landline phones stood at 1.32 billion–as the global population approached 7 billion. And we can call almost any part of the world at almost no cost through Internet services such as Skype. This level of teledensity means that people have become interconnected at a level never seen before in history.

Aseguraba, al final, que “It is only a matter of time before all of us look beyond the horizon and become citizens of both our own country and of our planet. The world will be a better place when we unite to strengthen our global village.”

Es reconfortante pensar que el mundo serรก un sitio mejor si, unidos, fortalecemos nuestra aldea global, si nos volvemos “ciudadanos del mundo”, si nuestra voz se escucha en el “concierto de las naciones”, como querรญan Reyes y Paz hace ya tantos aรฑos. ¿Pensaban, los poetas, en la actual teledensidad de la aldea global o, mรกs bien, en la posibilidad de que los latinoamericanos se integraran a la cultura universal, entendiendo universal por occidental?

“No hay arte mรกs porfiadamente nacional que la poesรญa”, dijo Eliot en “La funciรณn social de la poesรญa”, aquel cรฉlebre discurso ofrecido en el Instituto Britรกnico-Noruego en 1943. Allรญ aseguraba que la imposiciรณn de un idioma nuevo era discutible pues, a menos que se exterminara a todos los hablantes de una lengua, el idioma original reaparecerรญa en la poesรญa que era “el vehรญculo del sentimiento” de un pueblo. No se referรญa exclusivamente a la poesรญa popular: “Basta con que, en un pueblo homogรฉneo, los sentimientos de los mรกs refinados y complejos tengan con los de los mรกs toscos y simples algo en comรบn que no tienen con gentes de su mismo nivel que hablan otro idioma. Y, cuando una civilizaciรณn es saludable, el gran poeta tendrรก algo que decirles a sus compatriotas de todos los niveles de instrucciรณn.”[1]

No sรฉ si ahora existe “el gran poeta” o quiรฉnes serรกn hoy sus compatriotas. Serรญa necesario buscar primero cuรกl patria hay o si importa que exista. No sรฉ si ahora seamos ya una civilizaciรณn “saludable”. Ni siquiera sรฉ si somos (¿quiรฉnes?) una “civilizaciรณn”. Hubo un tiempo en que la salud de la cultura se medรญa por la crรญtica y รฉsta se encontraba, mรกs que en la maledicencia del pasillo o el cafรฉ, en la prensa. Pero hoy, como bien dice Guillermo Sheridan, “Twitter hace viejos a los periรณdicos del dรญa siguiente”.

Sheridan entrรณ a Twitter en la primavera de 2012. En pocas semanas rebasรณ la cifra de 10,000 seguidores, lo que a mรญ me parecรญa una hazaรฑa pues a duras penas habรญa conseguido que un centenar de amigos, alumnos y despistados, me “siguiera”. Twitter me daba miedo y por primera vez experimentรฉ en forma aguda el horror vacui de la pรกgina en blanco, restringida ahora a un breve renglรณn donde apenas cabรญan unas cuantas palabras. Me atacรณ no la angustia de las influencias, sino el pavor del anonimato, que en estos tiempos globales es la fuente de mayor zozobra y el verano de las farmacรฉuticas: el “agosto” de los ansiolรญticos. ¿A quiรฉn le apura ahora el anonimato?, ¿a alguien que creciรณ con la idea de que la poesรญa era una salvaciรณn, que sus formas eran el salvoconducto a una eternidad sin mancha, esa ingenuidad?

¿Debรญa escribir poetuits, “pensamientos”, aforismos? Los seguidores de Sheridan, ¿lo seguรญan como crรญtico literario o como desenfadado y letal comentarista polรญtico? ¿Era importante considerar que, por ejemplo, Charles Simic tuviera 500 seguidores y su รบnico tuit hasta la fecha, publicado el 26 de junio de 2010, fuera “twisted my ankle this morning”?; ¿que Carlos Loret de Mola tuviera mรกs de dos millones de seguidores y “colgara” fotografรญas de sus calcetines y sus zapatos extravagantes, emulando quizรก a Galilea Montijo que en su cuenta mostrรณ la foto de su calzado?

Mi mayor รฉxito en Twitter (10 Fav y 15 rt) proviene de dos frases dizque ingeniosas, dizque crรญticas: “Hay mรกs poetas que vida” y “Entre el hecho literario y helecho literario, me voy por el lecho”. Mi resonancia e ingenio eran nulos. Decidรญ mejor adoptar el humilde y provechoso sitio del voyeur.

3

A ojos vistas, yo no soy Marilyn. La hermosa, la diva, la eternamente blondie Marilyn. La que se fue y volviรณ de aquel infierno transformada ya en gasa –temblorosos los ojos que la miran desenvolverse allรญ, con el vestido blanco, sonriendo desde esa altura que se sabรญa inmortal. ¿Sabรญa?

Warhol tambiรฉn la vio, icรณnica, a su muerte, y mรกs de quince minutos de gloria deparรณ para ella. Como las latas Campbell’s, pienso, mientras recuerdo el sabor agridulce de una sensible sopa de tomate. Ahรญ empezรณ todo. (No. Fue antes, pero era sรณlo un gesto el de Duchamp. No. Pasaron tantas cosas que no caben aquรญ y sin embargo, pesan). Pero hoy ya estamos asรญ, en tantas formas repetidos y burdos.

¿Acaso fue cuando la joven del lunar (entonces pelirroja, antes bruna) posรณ en el calendario del sueรฑo de todos los soldados? ¿Tal vez cuando mostraba que ella podรญa leer tambiรฉn el Ulises de Joyce?

Pero la no siempre blondie Marilyn, ya lo sabemos, tuvo una vida dura. Hija de quiรฉn sabe quiรฉn, prenda del orfanato, acaso tartamuda por la muerte de un perro consentido. Ella, la sola, la dulce, suave, Marilyn que no era hermosa, sino boba. ¿Era?

“Es preferible exponerse al ridรญculo antes que lucir aburrida”, dijo alguna vez la diva y no sรฉ por quรฉ me asalta la imagen del oropel sonoro: el show abrillantado donde hoy se ilusiona la poesรญa.

¿La poesรญa o los poetas? A ojos vistas, yo no soy Marilyn.

 

Aviso

Al improbable lector de estas pรกginas le digo que no hay aquรญ certezas, porque no tengo ninguna y, mรกs bien, soy un manojo de contradicciones. A veces me levanto convencida de que “ser poeta” es lo mejor que me ha ocurrido porque eso me permite ver, a partir de lo real, algo mejor que yo, algo que me salva del mundo y me distingue del resto. Apenas lo escribo y me avergรผenzo, porque lo real cae como filo sobre mi cabeza, sobre las manos que escriben en la comodidad de mi casa, de mi beca, de mi vida.



[1]T. S. Eliot,  Sobre poesรญa y poetas, Barcelona: Icaria, 1992, p. 16.

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(Ciudad de Mรฉxico, 1961) es poeta, ensayista y editora de poesรญa en Letras Libres. Este aรฑo su libro Estrella de dos puntas. Octavio Paz y Carlos Fuentes: crรณnica de una amistad (Ariel, 2020) recibiรณ los premios Mazatlรกn de Literatura y Xavier Villaurrutia.


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