César Aira, claves de lectura

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César Aira

Continuación de ideas diversas

Santiago de Chile, Ediciones Universidad Diego Portales, 2014, 86 pp.

Una experiencia habitual para los lectores de César Aira es la de encontrarse en sus novelas con pasajes ensayísticos no muy extensos que recuerdan que, a pesar de la incontinencia imaginativa de su autor y las situaciones absurdas que tienen lugar en sus obras (que pudieran provocar la impresión de una indiferencia o una pérdida de control sobre la narrativa por parte del autor), muy pocos escritores argentinos piensan tan bien la literatura como él. A lo largo de las últimas décadas, Aira ha dado muestras de ello en sus intervenciones públicas (escasas y siempre al borde del fracaso) y en las entrevistas que ha concedido, así como en un puñado de ensayos: Copi (1991), Alejandra Pizarnik (1998), Las tres fechas (2001), Edward Lear (2004), además de un extraordinario Diccionario de autores latinoamericanos (2001) fuera ya de circulación. Quienes somos sus lectores hemos ido acumulando, sin embargo, los ensayos esparcidos en sus novelas como si compusiésemos un libro hipotético que reuniese la totalidad de la obra de Aira (compuesta por más de ochenta libros la última vez que se hizo un recuento), le otorgase una intencionalidad siempre esquiva, la explicase a los lectores.

La chilena Ediciones Universidad Diego Portales, por fin, ofrece ese libro hipotético o lo más parecido que tendremos nunca a él. Continuación de ideas diversas reúne, en palabras de su autor, “ocurrencias, recuerdos, anécdotas, chistes y otros mil azares del discurso, materia inagotable de la Asociación” que no habían aparecido en sus obras anteriores. La descripción (por lo demás) es parcial o al menos pudorosa, ya que este nuevo libro reúne algunas de las mejores reflexiones que su autor haya propuesto nunca a sus lectores, dispuestas en un orden que puede parecer casual pero que, como indica Aira, es también “un tablero de juego”.

Los textos reunidos en Continuación de ideas diversas (ninguno de los cuales supera los tres párrafos de extensión) pueden agruparse temáticamente en tres apartados. El primero (que resultará familiar a los lectores de la ficción de Aira), compuesto por piezas en las que se especula acerca de la posibilidad de que un fantasma olvide su nombre, que una persona aterrorice a sus perros fingiendo ser uno de ellos, que exista un microscopio para ampliar objetos grandes, etcétera. El segundo, una serie de reflexiones acerca de asuntos de interés personal como el olvido, el insomnio, la edad (“muy lejos de ser sabios[,] los viejos son unos seres perfectamente desinformados, inútiles, sin capacidades intelectuales dignas de notar y su única actividad visible es causar problemas”), el recuerdo de las novelas baratas que leía su padre, el rechazo a la religión por negar la muerte, la experiencia de releer libros, sus influencias (afirma que la principal han sido “las historietas de Superman, de los años cincuenta y sesenta”). Un tercer apartado está vinculado con la reflexión sobre la literatura y el arte en general: la vanguardia (que considera irrepetible por naturaleza), la existencia histórica de las obras artísticas, el diario íntimo, la crónica (que describe como “un avatar de la descolonización, tan destructivo como el colonizador clásico. El mismo vampirismo. La misma ignorancia, aunque presuma profesionalmente de lo contrario”), el arte contemporáneo (lo considera “pura mediación”, de allí su interés por el arte no mediado, outsider o brut), el problema del valor en literatura, el del realismo, las telenovelas (a las que dedicó un libro excepcional, Los misterios de Rosario), el azar y la indeterminación en la obra artística, la narrativa argentina contemporánea (“pedestres narraciones de lo sórdido cotidiano”), lo sobrenatural en el arte (“un atentado contra la poesía del mundo”) y la creación artística.

Acerca de este último asunto, Aira recurre al ejemplo de la traducción: “Yo dejé de traducir hace diez años, y lo hice con alivio, pero pasado el tiempo empecé a sentir que había perdido algo. Y sigo sintiéndolo. Lo que más extraño no son las facilidades del oficio sino sus dificultades, esas perplejidades puntuales que despertaban mi pensamiento por lo común adormecido. Ahora que no traduzco tengo que inventármelas.” La invención de esas dificultades es tematizada a menudo en sus obras, pero, al constatar que son estas las que subyacen a su método creativo, Aira arroja luz allí donde la crítica literaria (con notables excepciones) solo había sembrado dudas hasta el momento. Para Aira, las vanguardias históricas no condujeron a nada, “lo que no impide admirar, y hasta exaltarse con el valiente extremismo de la actitud, sobre todo en vista del enemigo al que apuntaban, que sigue siendo nuestro enemigo: el pasatismo, la demagogia, la apropiación comercial del arte. De ahí que me pregunte si no sería posible ‘traducir’ esas actitudes, sin traicionarlas (y hasta radicalizándolas más todavía), al idioma de la vieja literatura que decidió nuestra vocación”. La pregunta es meramente retórica: “Me gustaría pensar que es lo que he venido haciendo yo todos estos años”, afirma Aira a continuación.

En su texto “El ensayo y su tema” (no incluido aquí), Aira sostuvo que “al revés que en la novela […] en el ensayo es la forma, lo artístico, lo que se revela al final, contradiciendo las intenciones, casi como una sorpresa”. Continuación de ideas diversas (por supuesto, la continuación debe entenderse en sentido irónico, ya que no hay nada que continuar, excepto una reflexión dispersa y conjetural) sorprende por lo adecuado de su forma, que permite al autor ofrecer sus ideas aquí sin la exigencia de que no entorpezcan la peripecia (cosa que sucede a menudo en su obra de ficción) y la demanda de un desarrollo, que Aira siempre ha desdeñado. También sorprende por la sinceridad con la que el escritor argentino da cuenta de su proyecto literario, siempre enmascarado en su ficción. Continuación de ideas diversas funciona, en ese sentido, como la reunión de unas imprescindibles claves de lectura de la obra de César Aira, una de las obras más singularmente radicales del panorama latinoamericano contemporáneo; la realización (por fin) de un libro hipotético y deseado. ~

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Patricio Pron (Rosario, 1975) es escritor. En 2019 publicó 'Mañana tendremos otros nombres', que ha obtenido el Premio Alfaguara.


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