Cien años de una obra milenaria

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Néstor A. Braunstein, Betty B. Fuks, Carina Basualdo (coordinadores)

Freud: A cien años de Tótem y tabú (1913-2013)

México, Siglo XXI editores, 2013, 272 pp.

No es un libro accidental. Su cosecha e ingeniería se debe a una trinidad compuesta por Néstor A. Braunstein, Betty B. Fuks y Carina Basualdo, quienes convocaron a once autores de tres lenguas que se han reunido para marcar con sus contribuciones la vigencia polimorfa de Tótem y tabú, la obra de Sigmund Freud donde psicología, etnología y antropología colindan. Este libro se publica simultáneamente en tres lenguas –español, francés y portugués– y es una construcción cuyos módulos no solo comparten un lenguaje –el del psicoanálisis–, un teclado de preocupaciones afines –las derivadas de la lectura de Jacques Lacan–, sino, más significativamente, los anima un entusiasmo crítico, una pasión por las ideas y las experiencias intelectuales que le imprimen un impulso propio y lo hacen interesante –además de para la psicología y el psicoanálisis– para la filosofía, la antropología, la sociología, la teoría literaria y la historia.

Interesante, desde luego, como ejercicio y prueba de oficio de escritura teórica. La construcción suscitada a seis manos desde el arco conceptual tensado por este libro practica una cartografía de la cultura y de la historia contemporáneas, a través de Sigmund Freud y del pensamiento desplegado en Tótem y tabú. Quizá no sería exagerado decir que los autores congregados en el volumen –Carina Basualdo, Néstor A. Braunstein, Octavio Chamizo, Anne Dufourmantelle, Betty Bernardo Fuks, Patricia Gherovici, Caterina Koltai, Daniel Koren, Paola Mieli, Jacques Nassif, Márcio Seligmann-Silva– están conscientes de que cada uno, a su manera, participa de ese ceremonial arcaico en torno a un libro que no solo se titula Tótem y tabú sino que en cierto modo lo es él mismo desde el momento de su edición.

Freud: A cien años de Tótem y tabú (1913-2013) no solo cuenta con las contribuciones mencionadas sino con un aparato propedéutico de relectura armado con cartas de Freud a Carl Gustav Jung, Sándor Ferenczi, Ernest Jones, Wilhelm Fliess, Oskar Pfister, Karl Abraham y un texto poco conocido de Thomas Mann. El libro no versa sobre el pasado remoto, no es ni con mucho un ejercicio de arqueología, se presenta más bien como una invitación ferozmente contemporánea a abrir y tratar de comprender las entrañas del presente para intentar leer en ellas, como los oficiantes antiguos, ya no solo el pasado inmediato y su atroz memoria (por ejemplo, la del Holocausto, que cambió la vida de la cultura europea y también la forma de leer Tótem y tabú), sino del ominoso, acechante presente en que ese pasado inmediato se prolonga y donde, por poner un ejemplo, la figura del padre ya no solo ha sido sometida a una obliteración y supresión –incluso en el avatar del Hermano Mayor (Big Brother)–, sino que se encuentra diluida en la puntuación misma de la última modernidad, como muestra Néstor A. Braunstein en ese signo totémico intocable que es la @.

Freud: A cien años de Tótem y tabú (1913-2013) se abre al sesgo como un juego de constancias del siglo y de miradas que van anotando al margen como apostillas, escolios o lecturas tangenciales sobre o hacia la historia, y en particular la historia de las ideas contemporáneas (como en el ensayo “Entre Freud y Lacan hay Bataille”, donde Jacques Nassif reconoce un triple tándem en que se relevan y triangulan Freud, Bataille y Lacan: el arreglo de estas miradas tiene en filigrana algo de teatral o, mejor todavía, de acción colectiva). No se toca gratuitamente el asunto ignominioso de Auschwitz y su mañana en el escrito a cuatro manos realizado admirablemente por Betty B. Fuks y Caterina Koltai. El repaso de la cultura contemporánea a través de Tótem y tabú prosigue en el contraste de las mitografías de Carina Basualdo y se afina en las dos contribuciones finales: “El ‘mito científico’ de la era de las catástrofes”, de Márcio Seligmann-Silva, y ese brillante ejercicio de teoría política que lleva por título “La resurgencia del tirano como inscripción denegada de la constitución de la fratría”, de Paulo Endo. Esas ideas políticas esbozan el planteamiento no solo de un derecho posible posterior al Holocausto que quebrantó la posibilidad misma de todo derecho, sino que propone una ética de la cultura y del pensamiento que quizá resume en su último párrafo el espíritu con que está concebido este libro: “La muerte figura, por lo tanto, como consecuencia de la exigencia radical de propiedad; el mayor y más convincente acto de testimonio se daría en virtud de la muerte y de la verdad que esa expone. Aquellos que han sido asesinados, exterminados serían, de ese modo, los únicos que podrían afirmar una única y definitiva vez la verdad radical; esa, bajo la que todos aquellos que hablen luego, los sobrevivientes, deben guardar secreto (o ignorancia) en tanto que hablan, y aún así seguir dejando sus grafismos en las ruinas –piedras soberbias sin destino– esas inscripciones que, una vez encontradas en la superficie ruda y rocosa, jamás podrán olvidarse.”

Quizá, para tratar de plantar un par de banderillas críticas a este minotauro antológico, cabría sugerir que para una próxima edición alguien más que este lector pudiese plantear una reflexión sobre lo que significó, en continuidad y en ruptura y en el seno del desarrollo del pensamiento de Sigmund Freud, la escritura y la publicación de esta obra tan singular que lo situaba en las fronteras mismas de la disciplina a la que había avistado y dado cuerpo y realidad discursiva… Más allá de Frazer, más acá de Wittgenstein, Tótem y tabú, en efecto, cabría ser leído bajo esta luz como un acto de incomparable audacia intelectual y de arrojo crítico que pondría al discurso psicoanalítico en el eje de una indagación filosófica más amplia y ambiciosa en el horizonte de la cual se inscribiría, desde luego y en primer lugar, el pensamiento de Jacques Lacan.

La otra observación es de muy otra índole: para un lector mexicano, la fecha de 1913 es sinónimo de la Decena Trágica, en la que perdieron la vida Francisco I. Madero y José María Pino Suárez para ceder el lugar a Victoriano Huerta, cuya caída a su vez inauguraría la historia moderna de México y sus instituciones. Uno de los protagonistas en esos tristes episodios fue el general Bernardo Reyes –figura totémica de la historia mexicana–, quien sucumbió la madrugada del segundo domingo de febrero de 1913, dando lugar a que su hijo Alfonso Reyes escribiera la catártica Oración del 9 de febrero, pieza clave de las letras mexicanas modernas. Una atrevida aproximación al libro Tótem y tabú, realizada desde México a cien años de su publicación, quizá sabría desarmar aquel rompecabezas. De ese ejercicio saldría una estremecedora, y quizás escandalosa, versión de la intrahistoria palpitante en México, y tal vez hilo conductor para salir o para adentrarse más en el laberinto. ~

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(ciudad de México, 1952) es poeta, traductor y ensayista, creador emérito, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y del Sistema Nacional de Creadores de Arte.


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