Crónicas de gente que hace

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Cuando le preguntan a Leila Guerriero por qué escribe, ella responde que es su manera de estar en el mundo, que si no lo hiciera, todo dejaría de tener sentido. Sus crónicas se publican en revistas latinoamericanas prestigiosas y sus libros cuentan historias de suicidas o se internan en el detalle de un hombre sencillo que baila el malambo con una pasión extraordinaria. El ojo de la periodista es certero, implacable. La prosa mantiene una musicalidad que viene con sello de autor. No es casual que la hayan convocado como editora para cono sur de la revista Gatopardo, de la colección Mirada Crónica de Tusquets y del libro Un mundo lleno de futuro (Planeta, 2017).

Las diez historias que integran este libro muestran lo diverso de un continente con privaciones elementales, pero con gente dispuesta a superarlas con más creatividad que recursos. Está el caso del científico peruano Mirko Zimic, creador de un microscopio económico que permite detectar casos de tuberculosis con bacterias mutantes, resistentes a los medicamentos. El crecimiento de un pueblo de Brasil, Santa Rita, que por la iniciativa de la visionaria Luzia Rennó Moreira, a principios del siglo XX, dejó de cultivar café para formar ingenieros y desarrollar tecnología. Una planta de energía solar que lleva por primera vez electricidad y agua potable a familias indígenas y mestizas en una zona desértica de Colombia. Una escuela ecuatoriana, a la que los pobladores llaman, con falta de corrección política, “la escuela de los mongolitos”, en la que conviven niños con discapacidades que  aprenden a comunicarse entre ellos gracias a un software especial y nuevos métodos de enseñanza. O el avance en los estudios de una vacuna que extiende la vida de quienes sufren cáncer de pulmón.

La conexión entre las historias tiene un denominador común: el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) participó en el financiamiento de los proyectos. “Pero no se trata de una loa –aclara Leila Guerriero–, el tema apenas ocupa una línea y media”. Esa fue la condición que impuso para aceptar la responsabilidad de elegir los contenidos y a los mejores periodistas de la región, habituados a escribir periodismo narrativo desde el conflicto, con la tensión y el dramatismo propios de la crónica de calidad. El seleccionado incluye a Sol Lauría, Miguel Prenz y Javier Sinay, de Argentina; a César Bianchi, de Uruguay; a Gabriela Alemán, de Ecuador; a Juan Manuel Robles y Joseph Zárate, de Perú; Arturo Lezcano, de España; Juan Miguel Álvarez, de Colombia y Luján Romero Aponte, de Paraguay.

Leila Guerriero, 50 años, rulos prolijos, delgadez enérgica, cuenta que junto al director general de Planeta Colombia, el peruano Sergio Vilela –también editor de Etiqueta Negra–, eligió los casos del BID que tenían más potencial por su singularidad y por el acceso a fuentes. El resultado incluye escenarios diversos en donde la pobreza a veces determina las condiciones estructurales de sus habitantes. Pero el camino de esos héroes casi anónimos difiere del gran sueño americano; no hay una reinvención solitaria, el éxito se encuentra en el valor social de cada emprendimiento. El dinero no es el fin último sino el principio que vehiculiza la acción. La diferencia, por lo general, la hacen quienes toman la iniciativa de enfrentarse a las limitaciones de su contexto gracias al cruce de ciencia y tecnología. Ellos son los que logran transformar sus propias vidas y las de miles de personas.

Las crónicas no caen en el tono de las historias de superación personal, cercanas a los libros de autoayuda, que la periodista se niega a escribir y editar. No hay una mirada complaciente. Mantienen un equilibrio entre la esperanza y la desazón con personajes pintorescos, raros, humanos, que para Guerriero son los más interesantes: “cuando te  acercás demasiado a una persona nunca ves a un ser humano angelical, siempre ves un montón de cosas, están hechos de maravillas y miserias, y me parece que eso es lo que marca la diferencia de  estas historias, que son historias de gente real”. Como diría Caetano Veloso, “de cerca nadie es normal”. La crónica “Asesinos invisibles”, de Luján Román Aponte, muestra la lucha de las investigadoras  Antonieta Rojas, Celeste Vega y Miriam Rolón por encontrar un medicamento para curar enfermedades desatendidas por las grandes compañías farmacéuticas, como el Mal de Chagas. Mientras tanto, prueban compuestos y cazan a las vinchucas que lo transmiten con trampas caseras que contienen una sustancia con feromonas. Literalmente las matan de amor. El trabajo incluye salir del laboratorio y enfrentarse a la situación de las aldeas:

“En Karandillas el agua es sagrada. Aquí los habitantes recorren cinco kilómetros con una latona sobre la cabeza, desde el tajamar de Palo Blanco. Aquí, donde comen cuando encuentran algo, lo único que saben del Mal de Chagas es que es “peligroso”, y eso lo saben porque lo dicen en la radio. Una persona que no tiene agua hoy, que sabe que no tendrá agua mañana ni la semana de que viene, ni la otra, ¿puede preocuparse por lo que pueda pasarle en diez años?”

Publicado hasta el momento en Colombia, Ecuador y Argentina, Un mundo lleno de futuro contiene cerca de cuatrocientas páginas que a través de casos ejemplares, abren un espacio para la reflexión. En palabras de la editora, este “no es un libro de científicos ni de maestros ni de investigadores ni de ingenieros, aunque es un libro repleto de científicos y maestros e investigadores e ingenieros. Es un libro sobre gente que vio, en medio del ruido y la confusión del tiempo presente, lo que nadie había visto: una necesidad, una falta, una carencia. Y tuvo el ingenio, la inteligencia, la ambición y la tozudez necesarias como para hacer algo con eso”.

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(Buenos Aires) es periodista y locutora. Se especializa en temas de ambiente y sustentabilidad y colabora en diversos medios argentinos.


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