El apetito (y su pérdida): sobre los diarios de Rafael Chirbes

Diarios. A ratos perdidos 1 y 2

Rafael Chirbes

Traducción por Prólogos de Marta Sanz y Fernando Valls

Anagrama

Barcelona, 2021, 472 pp

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Es posible que Rafael Chirbes fuera mejor lector que escritor. En su primer tomo de diarios, que comprende los años 1985-2005, lo que más registra son sus lecturas. Su amplitud es apabullante, igual que su voracidad y erudición. Pero lo que más me gusta son su entusiasmo y curiosidad: por clásicos como Dostoievski, Balzac, Marsé, Galdós, Musil, Döblin, Mann, Böll (lee a muchos autores de Alemania, donde sus libros tuvieron éxito, durante años más que en España). No hay ajustes de cuentas con su contemporáneos, a pesar de que la prensa ha puesto el foco en sus críticas a Arturo Pérez-Reverte, Antonio Muñoz Molina o Marta Sanz (Chirbes dice estar de acuerdo con esta cita del crítico literario Reich-Ranicki: “Si los escritores producen buenas novelas u obras de teatro deberemos agradecérselo y no ha de preocuparnos lo que digan o escriban sobre sus rivales o competidores”). No le gustan las conspiraciones, los cotilleos literarios, la farándula. Le gusta leer y escribir, pero sobre todo leer: “Cuando a veces me pregunto para qué pierdo tanto tiempo leyendo, la respuesta, además de porque soy un vago y leer resulta bastante más cómodo que escribir, es porque todo arte es releer el arte.”

Es muy común la figura del escritor al que le gusta sobre todo leer, que se lamenta de tener que escribir. A veces es un tipo de autor cínico y con vocación de maldito que suele decir que escribe solo porque le pagan, y que si no le pagaran se dedicaría a leer. Como si escribir fuera colocar ladrillos, un símil que usan muchos escritores para resultar humildes y que sin embargo sirve para mostrar su arrogancia.

Chirbes coquetea con esa idea pero realmente no podría seguirla. Lee muchísimo pero no podría abandonar la escritura. Es su trabajo y vive para el trabajo. Escribir no es poner ladrillos; Chirbes se siente desempleado cada vez que se ve incapaz de escribir. Cuando avanza en una novela, en sus diarios se nota: sus lecturas son entusiasmadas y tiene apetito por la vida. Cuando no puede escribir cae en largas depresiones y siente que pierde la identidad que la escritura le otorga: “Se me ha caído la imagen de mí mismo que me había construido, casi podría decir que desde la infancia.” “Más mala conciencia: escribo cada vez menos y me siento culpable por escribir cada vez menos y, como me siento culpable, cada vez tengo menos ganas de escribir.” “No escribo, no escribo, no escribo.”

Chirbes era novelista y nada más, o poco más; quería que lo reconocieran como alguien capaz de construir buenos personajes y grandes historias. “Yo soy solo, o al menos sobre todo, un novelista, y todo lo demás surge en los márgenes de las novelas, en sus pausas.” Y es lo que fue, un novelista brillante. Pero en cierto modo, por escribir sobre temas sociales y políticos, por desvelar en ocasiones su ideología, y por la incapacidad de muchos periodistas culturales de ir más allá de la política (el periodismo cultural suele ser periodismo político aplicado al sector cultural), acabó encorsetado en el papel de simple cronista de la crisis, confundido con un escritor-sociólogo que usa la literatura como vehículo para sus ideas, el tipo de escritor que más detestaba (aunque, con el éxito de Crematorio En la orilla, cultivó esa pose porque comercialmente le funcionaba).

En estos diarios, fragmentarios y atrabiliarios, a veces muy narrativos y otras simples cuadernos de anotaciones y lecturas, se notan sus cambios de humor: del apetito más voraz pasa a la pérdida absoluta de apetito. También cambia con el tiempo el tono de su escritura, igual que evolucionó en sus novelas: de la sequedad y austeridad de Mimoun (su primera novela camusiana) o París-Austerlitz (su novela póstuma, que escribió a la vez que Mimoun) a la verborrea y el torrente de obras maduras como Crematorio o En la orilla. Sus diarios recogen esa evolución, los intentos por encontrar un estilo, las influencias, los bocetos que luego se convertirían en personajes, las intimidades que luego ocultaría en ficciones. Chirbes fue un escritor muy reservado. Su única carta de presentación fueron sus novelas. La muerte de su padre con cuatro años, los años de orfanato en León y Ávila, los grandes desamores y depresiones, las ciudades donde vivió, solo aparecen, y muy de pasada, en estos diarios porque eran para consumo propio (o porque los editó para publicarse póstumamente).

Chirbes renegó siempre de la sensiblería, la beatería y el puritanismo. Tenía una mirada piadosa hacia la clase baja y los humildes, un extracto social del que provenía, y criticaba a quienes usaban al pueblo como fetiche o instrumento ideológico. Quizá por eso se recluyó primero en un pueblo extremeño, luego en uno valenciano, y criticó con dureza a la izquierda caviar (aunque fue esta quien lo ensalzó y convirtió en su referente).

Hasta el final, su referente ético fueron su madre, sus tías, sus abuelas, los miembros de su familia. No puede evitar cierta idealización nostálgica: “Siento una admiración casi ilimitada por esa gente, por sus ideas sobre el trabajo, por la claridad con la que se separaba el bien y el mal, por su capacidad por sentir compasión por otros, sin darse cuenta de que ellos la merecían, porque ellos pensaban que lo suyo era otra cosa que no aceptaba la compasión: esfuerzo, trabajo, lo que por entonces se decía salir adelante. Creo que los residuos del código genético que me transmitieron aún me llevan a sentir aprensión ante cualquier brillo inútil (social, decorativo o literario) y a odiar a los oportunistas; a desconfiar de los que hablan más que hacen; del triunfo que no surge del esfuerzo.” En estos diarios Chirbes es un hombre solitario, a menudo deprimido y melancólico, desencantado con un mundo al que no le exige nunca nada, que realmente encuentra en la lectura un bálsamo y en la escritura un sentido. ~

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Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).


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