Rรผdiger Safranski
Goethe. La vida como obra de arte
Traducciรณn de Raรบl Gabรกs
Barcelona, Tusquets, 2015, 696 pp.
En sus รบltimos aรฑos, Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) confesaba haber tenido la gran ventaja de ser testigo de la Guerra de los Siete Aรฑos, del nacimiento de Estados Unidos, de la Revoluciรณn francesa o de la รฉpoca napoleรณnica. La curiosidad por los pequeรฑos y grandes acontecimientos es una de las caracterรญsticas del hombre al cual el Sturm und Drang quiso deificar en 1774 tras el รฉxito de su Werther, que dispararรญa las ansias de escribir y una nueva manera de leer. La subordinaciรณn de la vida al arte que glorificaba esta novela provocรณ una oleada histรฉrica de suicidios de jรณvenes que deseaban ser genios y hacer de su vida una creaciรณn inmortal. Goethe, frente a semejante panorama, debiรณ de sentir un horror similar al de Tolkien ante aquella pintada de “Gandalf for President” e hizo una pirueta para escapar a ese destino de dios laico que le amenazaba en una Alemania casi feudal y sin uniรณn territorial, deseosa de sustituir la autoridad eclesiรกstica por la de la cultura, es decir, a los santos por los autores. Como la independencia se paga, su primer centenario, en 1849, pasรณ inadvertido, mientras que el de Schiller, diez aรฑos despuรฉs, fue fiesta nacional. Goethe. La vida como obra de arte, biografรญa del filรณsofo Rรผdiger Safranski (Rottweil, 1945), gran estudioso del romanticismo alemรกn, se nutre de la torrencial correspondencia y obra de Goethe para dibujar al poliรฉdrico, fascinante e irritante genio, nacido en el seno de una acaudalada familia burguesa de la ciudad imperial de Frรกncfort, que escapรณ de su propio mito y se refugiรณ en la exquisita Repรบblica de Weimar. Su existencia en aquel privilegiado lugar, en calidad de altรญsimo funcionario del duque Carlos Augusto, nieto de Federico II, e hijo de la seductora Ana Amalia, le supuso seguridad econรณmica y una existencia muy satisfactoria; allรญ construirรญa un reino a su medida que le permitiรณ sobreponerse a su primer gran logro literario –Werther–, luchar contra su vanidad –aunque le gustase decir: “Solo los bribones son modestos”– y lo que consideraba su “falta de solidez”, alimentada quizรกs por su muelle infancia y gloriosa primera juventud. “Mientras en todas partes se pensaba apasionadamente en cambiar el mundo, Goethe se esforzaba en su propia evoluciรณn. Consciente de su genio artรญstico, deseaba aprender mejor el arte de la vida”, explica Safranski, quien, centrado en el devenir intelectual del poeta, incide poco en la dimensiรณn prรกctica de sus quehaceres administrativos y las complejas relaciones con sus amistades, entre ellas Charlotte von Stein, una de sus mayores musas.
Durante sus casi sesenta aรฑos en Weimar, Goethe escribiรณ la mayor parte de su obra: Los aรฑos de aprendizaje de Wilhelm Meister, una reflexiรณn sobre el poder de la literatura y el teatro en la existencia humana, influencia que luego satirizarรญa en El triunfo de la sensibilidad; Las afinidades electivas, en torno al conflicto entre naturaleza y libertad; Fausto, una reflexiรณn sobre la libertad del artista y sus tentaciones; El libro de Suleika, donde manifiesta su desconfianza hacia el pensamiento colectivo; y la autobiogrรกfica Poesรญa y verdad.
No consideraba la escritura un oficio ni quiso ser un hombre de profesiรณn. Tocรณ muchos palos, desde la anatomรญa (descubriรณ el hueso intermaxilar) a la mineralogรญa, ademรกs de alumbrar una Teorรญa del color que, tachada de “parto de los montes para parir un ratรณn” por sus contemporรกneos, hoy es reivindicada en distintos รกmbitos cientรญficos.
“Yo me rijo en este mundo sin ceder un pelo del ser que me conserva por dentro y me hace feliz”, afirmรณ. Y lo que de veras le gustaba e iluminaba era la amistad. “Posee el talento de encadenar a los hombres, pero sabe mantenerse siempre libre”, se quejรณ Schiller cuando aรบn le odiaba. Tan bien le dio la rรฉplica que Goethe nunca superรณ la muerte de su amigo, verdadera fuente de inspiraciรณn, ya que vampirizaba la realidad. Fue, ciertamente, un gozador capaz de ignorar cuanto le convenรญa, adversarios incluidos. Un personaje ensalzado, denostado, amado, odiado, previsible e imprevisible, convencional y escurridizo que siempre acababa por desconcertar. “Me repele por completo con su eterna oscilaciรณn entre broma y sentimiento, debilidad y fuerza”, se quejaba una gran dama de la corte weimariana; sin embargo, mientras otros en su situaciรณn se hubieran creรญdo dioses, รฉl pensaba que aรบn no habรญa logrado nada. Rebosaba de ideas este sabio apolรญneo y humanista, capaz de poner en prรกctica su lema de “Hay que hacer lo que se pueda para salvar del ocaso a hombres particulares”, y luego dejar colgada a su hermana Cornelia –con la cual se sospecha que tuvo una relaciรณn incestuosa–, quien, tras dos partos muy seguidos y un matrimonio infeliz, entrรณ en una depresiรณn incurable. Tras su temprana muerte, Goethe huyรณ en pleno invierno al Harz, donde gestรณ, zarandeado por la naturaleza, grandes obras y expiรณ sentimientos culpables. Nada le sucedรญa en vano. Siempre gritรณ bien alto: “Lo antiguo ha pasado y lo nuevo no ha llegado.” Su mayor pesadilla, mรกs allรก del envejecimiento, fue la Revoluciรณn francesa, e incluso de ella logrรณ sacar partido. Tras la derrota de Prusia, su adorada Weimar quedรณ bajo el poder francรฉs en la Confederaciรณn del Rin. Goethe aceptรณ la condecoraciรณn de la Orden de la Legiรณn de Honor francesa, se hizo propietario segรบn el nuevo cรณdigo napoleรณnico y hasta regularizรณ su situaciรณn con Christiane Vulpius, valiente y lista mujer del pueblo, ademรกs de madre de sus hijos que, durante mucho tiempo, habรญa pasado por su ama de llaves. Para Goethe la revoluciรณn es naturaleza desbordada, monstruosa experiencia, a la que solo Napoleรณn podรญa dar cierto sentido para identificarla con el nacimiento de una nueva libertad. En cualquier caso, nunca llegarรญa a declararse convencido de sus resultados. “Con las revoluciones los problemas no se resuelven, se agudizan”, avisรณ. En la codicia de la nobleza veรญa su desencadenante y, sin embargo, admiraba su estilo aristocrรกtico frente a su propia torpeza burguesa.
Mรกs allรก de las consideraciones de si fue antiguo o moderno (en sus aรฑos de madurez identificรณ lo sano con lo clรกsico y el romanticismo con la enfermedad), nos legรณ una obra inmortal y un ejemplo vital. Su poder se mantiene, inagotable para la posteridad, y enseรฑa a ver con detalle, a separar el grano de la paja en favor de la armonรญa y un adecuado “metabolismo espiritual”. Su mayor aspiraciรณn fue elevar los instantes a la eternidad a travรฉs de la forma. Quien escribiรณ la reflexiรณn “tenemos el arte para no perecer en la realidad” puede guiarnos todavรญa un largo trecho. ~
Es escritora. Su libro mรกs reciente es Noches de Casablanca. Una historia republicana (Saber y Comunicaciรณn, 2011)