No sรฉ en quรฉ parte de China hay un puente de vidrio sobre un abismo inmenso. Es breve y transparente, como el libro mรกs reciente de Hugo Hiriart. Uno puede cruzar el puente sin mirar abajo y queda el placer de haber cruzado. Pero asomarse al abismo sobre el cual camina uno es una experiencia distinta. Quienes admiramos la obra de Hiriart podemos celebrar un libro nuevo, pero este es algo mรกs, para quien incurre en el absurdo de la fe. Algo, en el vuelo espiritual, es goce puro y testimonio del asombro, pero el ancla de la razรณn no puede sino atestiguar que carecemos de alas y que el vuelo es imposible.
De entrada, Hiriart decidiรณ guillotinar dos preguntas: โยฟExiste Dios?โ y โยฟCrees en Dios?โ Si no decapita esas dos cuestiones, se habrรญa tenido que alargar en filosofรญa y regresar a los caminos que otros recorrieron con fama, pero sin suerte. Las pruebas de la existencia de Dios son catedrales de la lรณgica, pero en el aire. Hasta Bertrand Russell pudo admirar la belleza del argumento de san Anselmo, a la vez que su futilidad. Lo mismo con Tomรกs de Aquino, que no convence a Hiriart, por lo mismo que Anselmo no convirtiรณ a Russell: no es por el lado de la lรณgica, ni por la racionalidad, ni se puede demostrar nada. Su camino es mรกs afรญn al de Agustรญn de Hipona y a sus necesarios antecesores. Esa tradiciรณn, honda para el creyente, buffa para el ateo, que inicia con Pablo de Tarso, cuya fe era โescรกndalo para los judรญos, locura para los gentilesโ, y que llega a su paradoja en la glosa a Tertuliano: credo quia absurdum: โcreo porque es absurdoโ, que es parรกfrasis, y certum est, quia impossibile, โes cierto porque es imposibleโ, que sรญ lo dijo, tal cual, Tertuliano. Y con esto el libro deja claro que no se va a meter en religiones establecidas, ni en iglesias, ni nada que competa a las formalidades e instituciones. Lo suyo es la experiencia religiosa, el rezo, la contemplaciรณn, el estrujamiento de lo numรญnico (con Rudolf Otto), la presencia del mysterium, la existencia del mal, la compasiรณn. Nada le queda demasiado grande; ha pasado muchos aรฑos meditando, escribiendo, intentando explicarse lo que no halla explicaciรณn.
No es una apuesta de conocimiento. Tiene un lugar distinto y, como Hugo Hiriart no iba a incurrir en ingenuidades ni en necedades, comienza su libro con precisiones: a la pregunta ยฟExiste Dios?, responde: โHablando con franqueza, yo tampoco creo que Dios exista.โ Y empezamos bien. Su explicaciรณn es un destilado de siglos de teologรญa y filosofรญa, con una claridad que parece la sencillez mรกs natural. Por ejemplo, interpela al lector: โPiensa en los nรบmeros, las figuras geomรฉtricas o las Formas de Platรณn (si es que hay eso), ยฟtรบ dirรญas que existen?… Yo prefiero no decir que โexisteโ, por ejemplo, lo que no puede destruirse: ni el radio de un cรญrculo ni Dios pueden destruirse.โ El segundo desbroce responde a la equivocada formulaciรณn de la pregunta โยฟCrees en Dios?โ Y no: esa pregunta es improcedente.
No es un lugar racional ni defendible. Tampoco es irracional: la fe puede pensarse, analizarse, pero se llega a poco mรกs que a un trazo de fronteras donde ya no podemos acceder con el mismo recurso lรณgico. La experiencia mรญstica o la fe religiosa son vulnerabilรญsimas a las saetas de los silogismos. Indudablemente experiencias, indudable su realidad, certeza que no puede salir de la experiencia de lo sagrado sin quebrarse. Cuando esa forma de religiosidad cree que puede soportar embates racionales de modo racional, no hace sino volverse dogmรกtica, necia, intolerante. Es otra cosa y se da en otra forma. Por eso Hiriart tuvo que elegir un tรญtulo modesto: Lo diferente.
No ha sido sino hasta hace unas pocas dรฉcadas que la razรณn sola ha podido hallar su lugar verdadero, sin tener que esconderse de dogmรกticos, intolerantes y muchos asesinos. Habrรญa sido deseable que la pรฉrdida de lugar de las iglesias desembocara en un mundo sostenido por la lรณgica, la razรณn, la objetividad del conocimiento. No fue asรญ: abundan los mismos seres torvos, intolerantes y asesinos, dispuestos a guerrear contra la lรณgica, la razรณn y el conocimiento. Pero ha cambiado mucho, para mejor, el lugar del creyente: ya no le es lรญcito imponer nada. La carga de la prueba estรก en quien afirma y no en quien niega. Pero este no es el afรกn de Hiriart. รl estรก fuera de la refriega de los poderes, los derechos y las polรญticas. Los sabios no coleccionan basura y algunos, como รฉl, coleccionan asombro, no-saber, perplejidad, y con gozo creciente. En ese acorde se afina este libro. El sabio, el brillante escritor, el de imaginaciรณn mรกs viva, fue a perderse โno sabiendo, toda ciencia trascendiendoโ. Al paso, recuerdo que Dante, en el Paraรญso, ve luces y fulgores y no sabe quรฉ estรก viendo hasta que se lo explican los santos o los รกngeles. Pero, de este lado de la existencia, no hay guรญa que nos ayude a enfocar la luz. Hiriart repara en Otto, Kierkegaard, Gallegos Rocafull… en muchos, incluido Wittgenstein: โUn honesto pensador religioso es como un funรกmbulo, con un abismo a cada lado de su paso. Y aun asรญ es posible caminar.โ
Su ignorancia no se comporta como la del positivista. Pariente, pero no es la de Sรณcrates, que utilizaba su ignorancia como herramienta para conocer, para salir del no-saber. Hiriart ha abandonado la pretensiรณn de conocimiento; no estorba, pero se trata de otra cosa: no se enfrenta a un acertijo o una incรณgnita, sino al misterio. La incรณgnita se puede despejar, resolver el acertijo, pero el misterio se define por ser inextricable, quedarse sin soluciรณn racional, y puede ser incluso diรกfano como una certeza: la experiencia religiosa, la mรญstica, no es un recurso del saber sino una experiencia cuya realidad no tiene siquiera que ver con la duda, ni responde preguntas. Hiriart propone dos formas del misterio; uno, mรกs suave, ataรฑe al pensamiento; el otro, al ser. El pensamiento puede dar con las cosas que existen, pero โdesde nuestra irreparable contingencia, buscamos ser, no solo existirโ.
Y, claro: โsuele ser manifiesto que no tenemos idea de quรฉ estamos diciendoโ. Hiriart se relaciona notablemente bien con lo que รฉl mismo ignora. Por ejemplo, escribe novelas sin haber ideado una trama (El agua grande), averigua los sueรฑos (Sobre la naturaleza de los sueรฑos), resurge del alcoholismo (Vivir y beber) y, ahora, habla de la relaciรณn con Dios, la mรญstica. Todos estos estรกn entre sus mejores libros porque Hiriart se halla gozoso en el no-saber. De hecho, es de sus รกmbitos favoritos, ya como experiencia estรฉtica, ya como lugar de la espiritualidad religiosa.
Y es ahรญ donde propone un acercamiento de una sensatez admirable, que al principio provoca en el lector algo parecido al disgusto: que la experiencia religiosa no tiene que ver con la inteligencia sino con los sentimientos… Parece un recurso insuficiente: la religiรณn, dice, โestรก hecha de sentimientos y apreciacionesโ. Pero supongo dos cosas. Una: cuando, sentados, leyendo y pensando queremos entender quรฉ es sentir, pensamos en sucesos causales. Pero no habla Hiriart de ese โsentimientoโ sino de algo mรกs primario, que la psicologรญa ha intentado elucidar y apenas consigue repetir esa trampa del saber mรฉdico que consiste en nombrar en griego el sรญntoma: โDoctor, me duele la cabeza, ยฟquรฉ tengo?โ y contesta: โcefalalgiaโ, y ambos terminan persuadidos de que se hizo un diagnรณstico. Hay sentimientos sin causa elucidable y quizรกs hasta sin causa por completo, o cuya causa no es algo en el sujeto que siente. Y no es que vaya a dar el salto para jalar a Dios en esto. Es otro modo. Digamos que no existe nada, ninguna esencia ni sustancia a la cual llamar yo, igual que no existe en el universo una sustancia ni esencia que sea calor o fuerza o movimiento. Son fenรณmenos que sobrevienen, supervinientes, que solo emergen de sus circunstancias. Solo que el yo de pronto se da cuenta de sรญ, de que existe. ยฟEs sentimiento? Quizรกs Hiriart apela a algo anterior a lo que de modo comรบn llamamos sentimientos. Por supuesto, lo que eso sea, es muy anterior al lento barandal de ir pensando.
La verdad es que estamos en un territorio sin cartografรญa. Muchos han intentado hablar de รฉl, pero nunca hemos visto un mapa ni, menos, una seรฑal que diga: โUsted estรก aquรญ.โ Estar perdido es la condiciรณn del creyente. La salida serรญa dejar de creer. Imposible. ~