El libro, la lectura y el exocerebro

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Roger Bartra, Digitalizados y apantallados. Mรฉxico, EnDebate, 2014.

 

Pese a que se trata de una realidad palmaria, la reflexiรณn y la crรญtica de los nuevos soportes de lectura –en toda Amรฉrica Latina– sigue las rutas que animan nuestras democracias: entre la pobreza y la precariedad, poco se repara fuera del รกmbito anglosajรณn sobre las transformaciones de los libros y el acto de la lectura como los conocemos. Por ello, la publicaciรณn reciente del opรบsculoDigitalizados y apantallados por parte del antropรณlogo mexicano Roger Bartra en un formato digital (EnDebate, secciรณn de la editorial Debate, especializada en textos breves y digitales a precios accesibles) exige un comentario al respecto, puesto que se trata de la publicaciรณn de la conferencia inaugural del III Simposio del libro electrรณnico, celebrado en septiembre del aรฑo pasado, y que por primera vez contรณ con la mayorรญa de las mesas en castellano.

Para Bartra, que se ubica en el polo opuesto a los apocalรญpticos que ven en la tecnologรญa la muerte definitiva del libro, los soportes digitales –como los mismos libros– funcionan como “prรณtesis para apoyar y expandir las limitaciones de nuestra capacidad natural de almacenar informaciรณn dentro de la cabeza.” En ese sentido, propone una nociรณn interesante: “el cerebro humano se encuentra enlazado irremediablemente a una red simbรณlica y cultural sin la cual es incapaz de funcionar normalmente.” A esos conjuntos de prรณtesis que complementan lo que el cerebro solo no puede realizar, รฉl las denomina exocerebro: entre ellas, el habla serรญa su parte mรกs evidente y primigenia.  

Olvidamos con frecuencia que el misterioso acto de leer –derivado del acto de mirar– esencialmente es una tรฉcnica. El cuerpo humano, a la manera de un tejido, comporta una escritura que subyace al sentido, especie de pre-semiรณtica inherente a todo lo que existe. Ver las lรญneas de una mano nos provee la certeza de que vivir es una condena dichosa y permanente a la lectura: todo en esta vida es un ejercicio de interpretaciรณn.

En ese sentido la elaboraciรณn de soportes para la memoria ha sido no solo una extensiรณn del cuerpo sino sobre todo la instauraciรณn de una morada: al ser portales a otros portales que revelan mundos, las palabras demandan cierto arraigo domiciliario, un territorio –llรกmese tableta, papiro, libro o biblioteca– que los provea de una guarida para no disiparse entre la niebla, como los fantasmas que convocan. Por ello el cambio de la manera en que leemos y sobre los materiales en los que leemos “tiene repercusiones en toda la cadena exocerebral, lo mismo que en los circuitos neuronales del sistema nervioso central. No estamos, pues, ante un problema tรฉcnico en los medios de comunicaciรณn, sino ante un asunto de gran envergadura que conecta las redes neuronales mรกs รญntimas y profundas del universo que nos rodea”.

Uno de los anรกlisis mรกs profundos y sostenidos es el que ha realizado el historiador y director de la Biblioteca de la Universidad de Harvard Robert Darnton, quien ha dedicado parte de sus estudios al destino del libro (especรญficamente en su obra, The case for Books). Para รฉl, toda reflexiรณn sobre el futuro de los libros debe abrevar en el pasado, puesto que los cambios inmediatos, si bien extraordinarios en cuanto a materialidad del soporte y en tanto prรกcticas de lectura, en el fondo no son “tan distintos”, lo que mueve a preguntar, no sin visos epistemolรณgicos, ¿cuรกl, cรณmo y dรณnde acontece exactamente el instante de la lecciรณn? y sobre todo ¿quรฉ es lo hace libro a un libro, es mรกs bien el objeto o su contenido? Pareciera que, pese a los avances meteรณricos de la tรฉcnica, al leer en una pantalla, un telรฉfono o una tableta no estamos sino repitiendo una de las prรกcticas humanas mรกs hermosas: iluminar el mundo con el fulgor de la mirada.

Por otro lado, tanto Darnton como Bartra son recelosos al respecto de la preponderancia que se le ha dado a la digitalizaciรณn de los archivos por sobre las antiguas prรกcticas bibliotecolรณgicas, olvidando que, al dรญa de hoy, no hay nada mรกs resistente que los libros pergeรฑados hasta el siglo XIX, por oposiciรณn a todos los soportes contemporรกneos que tienen vidas รบtiles muy limitadas y penosas (piรฉnsese en los microfilms, los diskettes, los CD’s, las memorias USB e incluso los libros mรกs recientes) en la medida en que estรกn pensados como insumos tecnolรณgicos descartables y no como soportes a prueba del tiempo: hasta el dรญa de hoy, el libro como objeto sigue siendo insuperable.

Es temprano aรบn para saber cรณmo afectara al sistema nervioso central de nuestra cultura la expansiรณn del exocerebro; pero sin lugar a dudas, es posible suscribir el diagnรณstico del antropรณlogo: “la escritura y la lectura han sido como drogas liberadoras a las que se vuelve adicto el cerebro, que modificรณ su equilibrio homoestรกtico para permitir el funcionamiento de una estructura hรญbrida que se basa en un sistema de retroalimentaciรณn”.

Ya sea en lรญnea o en papel, podemos estar seguros de que todos los temperamentos adictos seguirรกn expandiendo la conciencia, alimentado a la matrix colectiva y exocerebral.

 

 

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