Paul Auster y J. M. Coetzee
Aquí y ahora. Cartas 2008-2011
Traducción de Benito Gómez Ibáñez y Javier Calvo,
Barcelona, Anagrama-Mondadori, 2012, 266 pp.
“La amistad sigue siendo un enigma”, escribe Paul Auster en la carta que le envía a J. M. Coetzee con la que abre el libro de la correspondencia que durante tres años (2008-2011) intercambian dos grandes escritores. Cualquier escarceo conceptual por definir la amistad se disgrega y las palabras acaban topándose con el enigma. Claudio Magris, con su admirable lucidez, podría decir que las relaciones puramente humanas (el amor, la amistad, la contemplación del cielo estrellado) escapan a la condena kafkiana de estar “ante la ley”; no fuera de ella ni contra ella: no estar ante ella. Este es el caso de las cartas que intercambian Auster y Coetzee: más que textos son texturas; pero la fineza de las consideraciones mutuas no es una alfombra mágica que vuela sin tocar tierra; la comprensión que se regalan no esconde las respectivas convicciones y no se privan del placer de un humor entrelineado que no hiere ni desiguala. Es una correspondencia, al fin, entre grandes escritores que ilustra sus perplejidades literarias y sus preocupaciones sobre los formidables sucesos del mundo que viven. No hay en las cartas de Auster y Coetzee una polémica sino una gentil conversación donde ambos se escuchan en la cercana geografía del reconocimiento recíproco, como dos ancianos que contemplan el mundo con un escepticismo desprovisto de altisonancias o desgarramientos. No deja de ser curioso que ambos escritores hablen de y desde la vejez (¿el síndrome de Jean Améry?) sin que ninguno sea precisamente viejo (Auster nació en 1947 y Coetzee en 1940). Las cartas están escritas a máquina y enviadas por fax, a medio camino entre el correo de sellos y estampillas y el correo electrónico. Los temas de la correspondencia saltan libremente sin más orden que la consideración mutua y el deseo de entender las opiniones del otro y las del mundo: Estados Unidos, Sudáfrica, la India, Israel, Palestina… Y, con ellos, la cultura que se desdibuja, los libros mutados en comprimidos digitales, la tecnología que acerca a los seres humanos y al mismo tiempo los aleja, la economía ficticia que produce daños reales, el temor a escribir –al final de una brillante carrera literaria– una mala novela que destrone sus prestigios. Y, como parte de una charla verdaderamente cotidiana, el tema de los deportes y su maraña de espectáculo, negocio, monopolio y vivencia
(Querétaro, 1953) es ensayista político.