De todo el continente, los pequeños Estados centroamericanos representan, quizá, la región menos conocida y, por lo tanto, menos comprendida por los extranjeros. Es cierto, todos hemos escuchado o leído alguna referencia sobre su historia reciente. Sabemos, por ejemplo, que hasta hace unos años la región era un polvorín, que durante el siglo XX se estableció en ella una larga tradición guerrillera, o que los Estados Unidos nunca han dejado de meter las manos en estas naciones. Sin embargo, fuera de estos datos, por lo regular aislados, poco es lo que sabemos de su gente, de sus problemas específicos, de sus esperanzas y sus frustraciones.
En lo que se refiere a El Salvador, la obra de Horacio Castellanos Moya (1957) ha venido a remediar en parte esta situación, recordándonos a los lectores que la literatura es, entre otras cosas, un camino hacia el conocimiento de otros ámbitos.
Con una poética arraigada en la historia y la cultura de su país, aunque él vive en el extranjero hace ya varios años, Castellanos Moya ha escrito más de diez libros en los géneros de novela, relato y ensayo. Entre ellos, El asco. Thomas Bernhard en El Salvador (1997), a la vez un largo monólogo con oyente implícito, una diatriba furiosa y un análisis crítico de la vida salvadoreña contemporánea, que fue la causa de que el autor recibiera amenazas de muerte.
Y es que Castellanos Moya no se limita a usar la realidad política y social como telón de fondo para sus ficciones. Penetra en ella, la desmenuza y señala culpables, retratándolos en sus libros. Ahí los hace blanco de su ironía y de sus burlas, los deja mal parados, echándoles en cara sus errores y sus ambiciones. Se trata de un narrador que no se amedrenta ante los códigos establecidos por una sociedad acostumbrada a la simulación. Un novelista que se arriesga al tratar temas considerados tabú por algunos de sus colegas, es decir, tópicos que todo el mundo comenta, pero que rara vez llegan a la página impresa.
En El arma en el hombre (2001) aborda la historia de un guerrillero apodado Robocop, perfectamente adiestrado para matar, quien es dado de baja cuando se firma la paz con el gobierno y la guerrilla queda desarticulada. A Robocop, entonces, no le queda otro camino que alquilar sus habilidades a quien pueda pagárselas. Termina trabajando para grupos de narcotraficantes, donde se da cuenta de que, en épocas de paz, tanto los antiguos guerrilleros como los militares sirven a los mismos amos: los políticos y oligarcas que desde siempre han sido los dueños del país.
En su más reciente libro, Donde no estén ustedes (2003), Castellanos Moya continúa con su proyecto narrativo de presentar a sus lectores El Salvador “en pedazos”, esta vez asomándose a la existencia de los salvadoreños en el exilio mexicano.
Novela dividida en dos partes, en la primera se narran los días postreros del ex embajador Alberto Aragón, quien, después de estar toda su vida en el centro de los vendavales políticos de su país, al ver que su estrella ha declinado por completo decide buscar refugio en la capital azteca. Tiene casi setenta años, es alcohólico y está en quiebra. Su único apoyo es una amante gorda, cuatro décadas más joven, que lo idolatra. Pero Aragón espera volver a levantarse con la ayuda de los pocos amigos que le restan, quienes habitan en esa ciudad.
Con este planteamiento, que no deja de tener ciertas resonancias de Bajo el volcán, la obra maestra de Malcolm Lowry, da inicio un relato alucinante en el que la Ciudad de México, al ser percibida a través de la mirada ebria del protagonista, se convierte en una larga galería de cuadros infernales. Apenas llega, Aragón pierde su camioneta y todo su equipaje a manos de unos rateros. Sus amigos o no se hallan en la ciudad o no pueden recibirlo. Después se pelea con la gorda, quien lo abandona en un cuarto de azotea situado en un barrio desconocido para él. Aquejado por la urgencia de alcohol, decide gastar sus últimos dólares en una botella de vodka. De pronto, se ve perseguido por unos seres de aspecto grotesco y, cuando intenta huir de éstos, sufre un ataque de delirium tremens.
Como si Castellanos Moya se hubiera propuesto construir una minuciosa metáfora de los círculos dantescos, el desplome moral, físico y psicológico al que somete a su protagonista no parece tener fin. Los únicos minutos de sosiego se los otorga su memoria. En ellos, mientras Aragón recuerda mejores épocas, el autor repasa los momentos decisivos de la historia salvadoreña de los últimos cincuenta años: desde la primera rebelión armada en la que Aragón participó de adolescente, pasando por el asesinato de su hijo y de su nuera cometido por los escuadrones de la muerte del ejército, hasta las últimas negociaciones del gobierno con la izquierda, que marcaron el fin de su carrera.
No obstante, al entrar en la segunda parte, Donde no estén ustedes abandona el tono tragicómico y adopta otro, más ligero, irónico y desenfadado, al pasarle la batuta de la narración al segundo protagonista de la novela. Se trata de José Pindonga, quien ya desde su nombre se nos presenta como un personaje emanado de la picaresca.
Con dos ideas fijas en su mente el sexo, que practica con singular alegría aprovechando la menor oportunidad, y el alcohol, que juró no beber hasta que se sintiera curado de una decepción amorosa, este periodista cuarentón metido a detective privado recibe la consigna de seguir los pasos del ex embajador con el fin de investigar su muerte. Quien lo contrata es un millonario de ascendencia británica, “idéntico a Jeremy Irons”, íntimo amigo del difunto. Pindonga acepta el encargo por dos razones concretas: no tiene dinero y quiere seducir a la hija del millonario, que vive en la capital mexicana y a quien vio en una foto en su oficina.
La Ciudad de México a la que llega el detective no tiene nada que ver con el invierno donde pasó sus últimos días Aragón. Hospedado en un hotel del Paseo de la Reforma, decidido a reencontrarse con sus amigos de parranda en el exilio y llevando todos sus gastos pagados, Pindonga realiza sus pesquisas en medio de una fiesta continua. Poco a poco, ata los cabos necesarios para develar el primer misterio surgido de su investigación, pero al hacerlo aparece otro y enseguida otro, hasta que la trama se enreda en una serie de enigmas que sostienen el interés del detective, y el del lector, hasta el final del relato.
Donde no estén ustedes narra el exilio de los salvadoreños en México desde dos perspectivas encontradas. Lo que desde un punto de vista no es más que un moridero decadente, desde el opuesto es una posibilidad de paraíso, aunque también decadente. Se trata de dos discursos, dos atmósferas, dos tonos disímiles, y dos protagonistas de un mismo drama cuyas motivaciones no podían ser más distintas. Y, sin embargo, complementarias, pues la novela constituye un universo cerrado: el de su país de origen, que los personajes arrastran dentro y fuera de sus fronteras. Aunque huyan, aunque busquen llegar a ese sitio hipotético “donde no estén ustedes”, siempre encontrarán a algún compatriota que cargue consigo por lo menos un trozo de El Salvador. ~
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