Guerra y paz en el siglo XXI, de Eric Hobsbawm

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En vísperas de su nonagésimo cumpleaños, el indispensable historiador británico Eric Hobsbawm publica un nuevo volumen, el primero en cinco años después de su autobiografía Años interesantes. Se trata de una colección de conferencias y artículos reunidos originalmente como Essays on Globalization, Terrorism and Democracy, y que la editorial Crítica ha traducido con el más tolstoiano y resonante título que encabeza el volumen, por obvias consideraciones de marketing y publicidad.

El leitmotiv que recorre y da unidad a los nueve ensayos es una crítica apenas velada contra la noción triunfalista del fin de la historia pergeñada por el neoconservador Francis Fukuyama y propalada de modo triunfalista por varios neoconservadores, que suponía de manera sospechosamente parecida a su Némesis, la filosofía de la historia marxista, que la culminación del desarrollo histórico sería la conversión permanente del mundo al modelo occidental de capitalismo y gobierno liberal democrático y representativo. Lejos de ello, advierte Hobsbawm, la actual fase de desarrollo capitalista globalizado estaría socavando el orden público, por añadidura al Estado-Nación e incluso, de modo más grave, la viabilidad de la propia democracia liberal representativa.

De este modo la desaparición de la urss no ha significado el arribo de un “nuevo orden mundial”, sino más bien la emergencia de un desorden estable, en medio de la pretensión imperial estadounidense por imponer de modo unilateral y por medio de la fuerza, no sólo su hegemonía, sino su visión del mundo como una suerte de pensamiento único. Todo ello en medio de una creciente oposición a tales designios, no sólo por parte de otras potencias emergentes como la Unión Europea, China y la India, sino por ubicuos y elusivos actores no estatales, como el terrorismo islamista y el crimen organizado y la piratería, con una inédita disponibilidad de armamento sofisticado, antaño reservado exclusivamente a los Estados nacionales.

El libro intenta dar respuesta a cinco grandes temas que hoy exigen de una clara reflexión: la naturaleza de la guerra y la paz en el siglo XXI, el pasado y porvenir de los imperios, la naturaleza y cambiante contexto del nacionalismo, las perspectivas de la democracia liberal, y los desafíos planteados por la violencia criminal y el terrorismo político

La guerra del siglo XXI, nos dice el autor, se libra entre estados nacionales y adversarios difusos y ubicuos, tales como la mafia, el crimen organizado y el terrorismo islamista. Y si bien para el autor, sobre todo este último, representa una amenaza inédita por su disposición a perpetrar masacres indiscriminadas que de hecho ya ha cometido en diversas ocasiones desde el 11 de septiembre del 2001, no es capaz de poner en predicamento la viabilidad de los Estados nacionales .

En ese sentido, Hobsbawm lanza una crítica demoledora a la retórica política que llama “guerra” al terrorismo o “guerra” a las drogas, a lo que no debieran ser sino actividades eminentemente policíacas; lo que para el autor no representa sino una frivolización del término, y, lo que es peor, el espoleamiento de un miedo irracional por parte de los medios de comunicacion y de “gobiernos imprudentes”, que ponen con ello en riesgo el “modo de vida” que supuestamente debieran proteger, al dar a los terroristas precisamente la publicidad que buscan conseguir.

Por lo que respecta a los designios imperiales de Estados Unidos, Hobsbawm refiere con erudición notable cómo todos los grandes imperios de la historia, desde Roma hasta el Imperio Británico, pasando por el español, han debido de reconocer sus propios límites, que no eran otros sino su capacidad por ejercer solamente una hegemonía regional y eso, únicamente, de modo temporal.

Desde la desaparición de la Unión Soviética, Estados Unidos no sólo no ha conocido contrapeso, sino que se ha arrogado, en virtud de su condición de única superpotencia, la voluntad megalómana de ejercer el control global unilateralmente, aun a costa de sus propios aliados si fuese menester. Dicha pretensión, lejos de fomentar una mayor estabilidad global (“el mejor argumento en favor del imperio es siempre el del orden”), exacerba conflictos en todas partes, minando la capacidad de Estados Unidos para mantener su influencia y hegemonía. De ese modo, la avasalladora fuerza militar de Estados Unidos apenas alcanzaría a encubrir su decreciente peso económico y su galopante pérdida de prestigio a los ojos de los demás pueblos y gobiernos. Ante tal estado de cosas, Hobsbawm propone “educar o reeducar” a Estados Unidos para que reconozca sus limitaciones, “o al menos las ventajas de comportarse como si las reconociera”.

Es necesario decir que, pese a la brillantez de sus argumentos, sorprende que Hobsbawm, al comparar las hegemonías británica y norteamericana, afirme que la primera haya sido más benigna que la segunda, en la medida en que Gran Bretaña “alentó la prosperidad del Cono Sur latinoamericano”, en tanto que Estados Unidos generó principalmente una fuente de mano de obra barata en México. Resulta evidente que tal aserto es difícilmente sostenible, más allá del, por otra parte respetable, antiamericanismo del autor, y si no habrá que preguntárselo a argentinos, chilenos y uruguayos.

En cuanto a las perspectivas de la democracia en el siglo XXI, Hobsbawm señala cómo la globalización, al desatar procesos que escapan al control de los Estados nacionales, ha conseguido socavar la práctica democrática, al ser ahora las corporaciones multinacionales, y no los gobiernos democráticamente electos, quienes determinan el rumbo de la política y la economía. Actividades que eran anteriormente coto exclusivo de los Estados nacionales, como el correo, la seguridad pública, el sistema penitenciario e incluso los ejércitos tienden, crecientemente, a ser privatizados y concesionados a subcontratistas. Esta nueva perspectiva comienza a tener efectos indeseados en el ámbito de la seguridad pública, al haber dado lugar a una disponibilidad irrestricta de armamento sofisticado a cualquier grupo o individuo en aras de un laissez faire malentendido, fuerza que era antes monopolio exclusivo del Estado. De ahí que no sorprenda el incremento notable de la violencia social, las atrocidades terroristas y el crimen organizado.

El capitalismo liberal, nos dice el autor, no es fundamentalmente estable ni inmune a cambios o desafíos posteriores. Que el Estado haya abdicado de su capacidad reguladora hasta límites insospechados supone una amenaza frontal contra la democracia, y, paradójicamente, un grave riesgo para la viabilidad del sistema económico vigente.

Hobsbawm ha suscitado muchas críticas y controversias por su tenaz adhesión al marxismo –doctrina de la que nunca ha abjurado; no obstante, su sapiencia y su aguda capacidad analítica nunca han sido puestas en entredicho, ni siquiera por sus más acérrimos críticos. En tiempos que oscilan entre la confusión y la autocomplacencia tal vez convendría tener en cuenta algunas de sus advertencias. ~

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Profesor e Investigador de la UNAM.


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