รlvaro Uribe
Morir mรกs de una vez
Mรฉxico, Tusquets, 2011, 230 pp.
Permiso para una confesiรณn. He escrito tres veces, tres textos, sobre la obra de รlvaro Uribe. He elogiado, una y otra y otra vez, su “sabidurรญa narrativa”, su “limpieza estilรญstica”, su “elegancia”, su “rigor”, los repetidos “fulgores de su prosa”. He visto –o, mejor, he querido hacer ver– que sus cuentos y novelas y ensayos destacan en el interior de la literatura mexicana contemporรกnea y que representan, allรญ adentro, un ejemplo de “รฉtica y compromiso literarios”. He dicho, para acabar de una vez, que รฉl “es, por mucho, nuestro estilista mรกs fino y nuestro mejor escritor en activo”. Ahora: tambiรฉn he cambiado. De unos aรฑos para acรก concibo de otro modo (digamos: de manera mรกs polรญtica, mรกs sociolรณgica) la prรกctica literaria, y aquellas categorรญas que antes me parecรญan mรกs o menos evidentes (“elegancia”, “sabidurรญa narrativa”…) hoy me resultan vagas, cuando no de plano irrelevantes. Previsiblemente tambiรฉn han cambiado mis afinidades y aversiones y, en el camino, algunas obras que me eran muy cercanas se han ido alejando, desdibujando, perdiendo.
Si advierto todo esto es solo para decir que leรญ con no poco temor Morir mรกs de una vez y que la novela me produjo, feliz y extraรฑamente, la misma fascinaciรณn que los otros libros de Uribe. En mi descargo no puedo alegar que la escritura de Uribe (ciudad de Mรฉxico, 1953) haya cambiado radicalmente ni menos que haya seguido una ruta mรกs o menos parecida a la mรญa. Casi por el contrario: esta novela es tan literaria como las otras, se esmera en el cuidado de sus aspectos formales y, en vez de explorar nuevos temas o insistir con algรบn episodio de la historia nacional despuรฉs de la exitosa Expediente del atentado (2007), vuelve a los asuntos y ambientes de Por su nombre (2001). Allรก el protagonista es un tal Manuel Artigas y la historia –detrรกs de la anรฉcdota erรณtica– es la de un puรฑado de jรณvenes mexicanos que se gastan en el Parรญs de los aรฑos setenta y ochenta. Acรก el protagonista es, hasta cierto punto, otra vez Artigas, quien, luego de saberse enfermo de cรกncer, rememora algunos episodios de su vida y de la de un puรฑado de jรณvenes mexicanos que se gastan en el Parรญs de los aรฑos setenta y ochenta. Se trata de una vuelta a aquellos seres y lugares pero no, claro, de un refrito y menos de una parodia: es mรกs moroso el ritmo, son otras las anรฉcdotas, no tienen comparaciรณn los formidables, estremecedores, pasajes sobre el cรกncer y la quimioterapia.
(Cosa curiosa: ambas novelas pueden leerse, provechosamente, al lado de Los detectives salvajes y Amuleto de Roberto Bolaรฑo. Hรกgase la prueba: unas y otras –escritas al fin y al cabo por autores nacidos el mismo aรฑo y crecidos en la misma ciudad de Mรฉxico– se ocupan de una misma generaciรณn de mexicanos y repiten, a veces, los mismos escenarios; unas y otras refieren las aventuras de una pandilla de jรณvenes que se pretenden artistas o escritores; unas y otras siguen sus correrรญas en el extranjero, sus reiterados fracasos, sus esporรกdicas victorias. Desde luego: los personajes de Bolaรฑo son poetas y desarrapados y los de Uribe son menos marginales y terminan, de pronto, en el servicio diplomรกtico. Es verdad: a las novelas de Bolaรฑo, puro vitalismo, les sobran algunas pรกginas mientras que a las de Uribe, mucho mรกs contenidas, no les sobra palabra alguna. Pero tambiรฉn es cierto que tanto unas obras como otras, al atender las trayectorias centrรญfugas de unos cuantos artistas y escritores, ofrecen una imagen bastante descentrada de la cultura mexicana. Lรฉase si no el tercero de los cuatro apartados que componen Morir mรกs de una vez, “La ballena azul”, casi una variaciรณn, seguramente involuntaria, de Amuleto. Vรฉase en su centro a esa mujer extranjera que mima a los jรณvenes escritores: ya no Auxilio Lacouture sino Gabrielle Anghelotti, una francesa, alguna vez amante de uno de los surrealistas, que desde su escritorio en la Embajada de Mรฉxico en Francia mira pasar a Torres Bodet y a Paz y a Fuentes y a un cรบmulo de jรณvenes mexicanos mรกs o menos deslumbrados por Rayuela.)
Es posible que las obras que mejor le vayan a los crรญticos sean esas que se frustran poco antes de cumplir lo que prometen, y que por lo mismo ellos pueden consumar con su lectura, o aquellas otras que apelan mรกs o menos directamente a la teorรญa literaria, y que por tanto ellos pueden incluir con facilidad dentro de un discurso teรณrico previo. Pues bueno: las novelas de Uribe no son de uno ni de otro tipo. Por un lado, son textos que parecen ya acabados –dispositivos que funcionan sin fallas ni anomalรญas y antes los cuales no queda otra opciรณn que admirar y aplaudir su mecanismo. Por el otro, son obras que, absortas en su propia forma y hechizadas por su propio ritmo, dan la impresiรณn de cerrarse sobre sรญ mismas –dispositivos que, en vez de tratar los asuntos pรบblicos mรกs visibles o de coquetear con las perspectivas acadรฉmicas al uso, acentรบan tercamente su especificidad, su autonomรญa. El lector que busque aquรญ, por ejemplo, la violencia que encuentra en otras novelas mexicanas recientes se llevarรก un chasco, lo mismo que el crรญtico que pretenda, digamos, conectar esta trama, a caballo entre Francia y Mรฉxico, con cierta agenda poscolonial. Lo que hay es, sobre todo, lo que se ve en la superficie: una escritura que, orgullosa de ser escritura, enfatiza su propia materialidad.
Para terminar de una vez por todas con la confesiรณn: sospecho que hace unos aรฑos yo habrรญa rematado esta nota afirmando que las obras de Uribe, vertidas sobre sรญ mismas y reacias a ser integradas en discursos mรกs amplios, corroboran la soberanรญa de la literatura, la felicidad de crear arte por el mero afรกn de crear arte. Hoy, cuando me interesa menos lo que sucede dentro de una obra que la manera en que esa obra interviene en el mundo, creo percibir otra cosa: ya no retraimiento sino resistencia, una fina resistencia. En otras palabras: si estos libros se empecinan en subrayar su autonomรญa –su relativa y siempre amenazada autonomรญa– no es tanto para aislarse del mundo como para resistirse a que este los avasalle, desactive y use instrumentalmente, ya como meros enunciados de una doctrina polรญtica, ya como banales objetos de consumo. Como tantas veces dijo Adorno: en el momento en que las obras culturales ceden y dejan de defender su autonomรญa se vuelven, simple y llanamente, mercancรญas.
Estรก claro que Morir mรกs de una vez, la extraordinaria Morir mรกs de una vez, no cede. ~
es escritor y crรญtico literario. En 2008 publicรณ 'Informe' (Tusquets) y 'Contra la vida activa' (Tumbona).