La maldad y la vida

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One of Us, de ร…sne Seierstad, comienza en Utรธya, con un grupo de once jรณvenes huyendo de un desconocido que, en ese momento, ya ha matado a ocho personas en Oslo y 22 en aquella isla. Vestido de policรญa, armado con un rifle Ruger y una pistola Glock, ambos con lรกseres infrarrojos, el asesino encuentra al grupo de jรณvenes acostados en un pastizal, quienes pretenden estar muertos para despistarlo. El hombre no cae en la trampa y les dispara a quemarropa, una, dos, tres veces, en el cuerpo y el rostro, antes de continuar la cacerรญa por un camino llamado La Senda de los Amantes. “¡Hoy se van a morir todos, marxistas!”, grita, “jubiloso”. Seierstad volverรก a ese momento 300 pรกginas despuรฉs, pero antes conoceremos a los adolescentes que murieron en ese pastizal y esa senda. Y, por supuesto, nos sumergiremos en la mente del hombre de la Ruger y la Glock: Anders Behring Breivik.

One of Us debe ser uno de los retratos mรกs exhaustivos de un psicรณpata jamรกs escritos. Valiรฉndose de testimonios de amigos y familia, asรญ como del propio Breivik y las instituciones de terapia familiar que frecuentรณ de niรฑo, Seierstad nos pinta al asesino de cuerpo entero, desde su nacimiento e infancia (digna de una novela de Thomas Harris), atravesando su adolescencia, sus frustraciones de juventud y su soledad adulta. En la construcciรณn del perfil psicolรณgico, One of Us nos da detalles estremecedores. Rebasada por la maternidad y acechada por los demonios de su propia vida, Wenche, la madre de Breivik, consigue que el gobierno noruego le permita dejar a su hijo con otra familia durante los fines de semana. Durante su segunda visita, Wenche le pide a la pareja de reciรฉn casados que le permitan a su hijo juguetear con el pene de su nuevo padrastro, al considerarlo “importante” para la sexualidad del niรฑo. Anders crece solo, con una media hermana remota, un padre ausente y una madre promiscua, a la que, en las noches, el chico abraza muy fuerte, “apretando su cuerpo contra el suyo”. Wenche siente que su hijo abusa de ella. Nada mejora cuando el niรฑo madura. En la adolescencia se dedica al grafiti. Cuando su padre se entera que la policรญa lo ha arrestado por vandalismo, le retira el habla definitivamente. Anders tiene pocos amigos y no tarda en convertirse en la burla de la escuela. Seierstad subraya la obsesiรณn del chico por pertenecer a un bando, sin importar cuรกl sea: grafiteros, yuppies o jรณvenes musulmanes. Preocupado por su apariencia, se somete a una rinoplastia para afinar su nariz aguileรฑa y a diversos tratamientos para detener la caรญda del cabello. Prueba suerte en el Partido del Progreso, de extrema derecha, y comienza a radicalizarse. Nadie lo toma en serio en la polรญtica: el รบnico que parece tomarse en serio es รฉl. En busca de una nueva identidad, el joven Breivik le cierra la puerta al mundo y se recluye en casa de su madre, en una recรกmara a la que apoda “el cuarto de los pedos”, reinventรกndose gracias al universo digital. En un instante logra lo que siempre ha querido: cambia de rostro, de apariencia y de nombre. Con un avatar de por medio, se convierte en un jugador empedernido de World of Warcraft. A diferencia de su creador, Andersnordic es el lรญder de un gremio en lรญnea y un guerrero reconocido, aunque solo sea en esa frontera artificial. Pero ahรญ, de nuevo, termina como un paria. Anders Breivik parece estar condenado a la periferia.

Seierstad es una escritora demasiado inteligente como para digerir la informaciรณn en vez de simplemente presentarla. Es trabajo del lector disponer de los datos e intentar comprender al monstruo. El tรญtulo del libro tiene una carga irรณnica, probablemente accidental. En esencia, el problema del asesino de Utรธya es que nunca es “uno de nosotros”. Con un hueco primigenio en su identidad, causado por la ausencia de su padre, Breivik no busca, como dijo Karl Ove Knausgรฅrd en su ensayo para The New Yorker, ser solo visto y escuchado. Lo que busca es pertenecer al sitio que lo rechazรณ desde niรฑo. Breivik es un camaleรณn descompuesto. De adolescente, cuando grafitea, emplea el slang de los chicos musulmanes y viste como hiphopero. Ya mayor dedica su tiempo a cultivar un aspecto “refinado” (su fascinaciรณn con la marca Lacoste es uno de los muchos rasgos patรฉticos de su personalidad). Muy probablemente es homosexual, pero se niega a salir del clรณset, e incluso intenta conseguir a una esposa por internet. Anders Breivik, desarraigado desde su nacimiento, decide fincar una identidad a travรฉs de la pรณlvora. No defender una identidad: fincarla. Quienes lo tildaron de marica verรกn quiรฉn es macho. A los noruegos que no lo escucharon les enseรฑarรก cรณmo defender a su paรญs. De paso, les pondrรก un tiro en la cabeza.

Los motivos polรญticos de sus crรญmenes –el ataque estuvo dirigido a la AUF, una organizaciรณn polรญtica juvenil de izquierda– suenan a pretexto. Breivik no emprendiรณ una cruzada contra otro paรญs o un grupo de extranjeros. Disparรณ al corazรณn de Noruega, impelido por dos intenciones en apariencia paradรณjicas: castigar a su patria al tiempo que pretendรญa protegerla de una fuerza ajena. En su manifiesto y sus posteriores declaraciones en la corte, Breivik afirmรณ haber querido salvar a Noruega de una invasiรณn islรกmica, pero es sospechoso que no solo haya apuntado su Glock a inmigrantes e hijos de inmigrantes sino, principalmente, a un grupo de noruegos rubios. Noruegos rubios como รฉl, como su madre y su padre, como su media hermana y como los compaรฑeros de la prepa que nunca lo aceptaron: un homicidio, un parricidio y un suicidio, todos con la misma bala. Solo matando logrรณ definirse. Por eso sonreรญa tanto durante su juicio: era la delicia de saberse algo, aunque ese algo fuera un asesino. 77 vidas acabadas a costa de un inadaptado. Quizรกs eso es lo mรกs grotesco de la masacre.

Seierstad trenza la vida de Breivik con la de las vรญctimas de Utรธya: Simon, Bano, Viljar y sus padres, algunos de ellos inmigrantes, quienes habรญan huido de Medio Oriente en busca de la paz escandinava. Es precisamente esa nobleza, la de un paรญs indefenso frente a un ataque como el de Breivik, la que le permite al asesino permanecer en Utรธya por mรกs de una hora, disparando a placer. Seierstad contrasta la vida de estos chicos, sus primeros amores y sus sueรฑos, con el crecimiento torcido de Breivik, en un intento (supongo) de balancear la luz y la oscuridad. Si no lo logra por completo no es culpa suya sino del calibre de psicรณpata que ocupa la mitad de su libro. Cuando Seierstad llega al capรญtulo llamado “Friday”, una descripciรณn magistral de ese dรญa de julio, la luz se extingue.

En su ensayo, Knausgรฅrd advirtiรณ un problema colateral: nombrar a Breivik, dedicarle 500 pรกginas, es darle exactamente lo que quiere. Aunque tambiรฉn funciona como un esbozo de la sociedad noruega, One of Us por momentos me resultรณ una lectura estรฉril. Breivik es una calamidad. Podemos hallar claves para entenderlo, como tambiรฉn conocemos las causas de un tsunami o un terremoto, pero quizรกs ninguna explicaciรณn importa cuando la calamidad acabรณ, a conciencia, con 77 vidas, sin mostrar un รกpice de remordimiento.

Siendo un lector tan lejano a Noruega, no entendรญ por quรฉ seguรญ con “Friday”, imaginando cabezas despedazarse, grupos de adolescentes masacrados en masa y chicos deteniendo un pedazo de su cerebro que amenaza con salir por el hueco que dejรณ un tiro. No supe quรฉ inferir de semejante crimen, mรกs allรก de la capacidad humana para cometer atrocidades. Adentro de mรญ, la imagen de Bano y Simon adoptaba la descripciรณn que Seierstad hacรญa de sus cadรกveres, como si su muerte reemplazara sus vidas.

Lleguรฉ al final del libro. Ahรญ, Seierstad asegura que cada uno de los padres recibiรณ la descripciรณn de cรณmo habรญan muerto sus hijos en la isla, para su revisiรณn. Si asรญ lo deseaban, el libro omitirรญa detalles o no nombrarรญa a esa vรญctima en particular.

Ninguno cambiรณ una sola palabra.

Tergiversar o disfrazar esta o cualquier otra tragedia es una variaciรณn del olvido. La maldad humana existe y siempre existirรก. Pero tambiรฉn existieron ellos, por aรฑos antes de que murieran en ese pastizal y esa senda. ร‰l fue Simon y ella fue Bano.

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