“¡Qué extraña manera de salvar a España!” escribe al fin de la Guerra Civil José María Gallegos Rocafull. Si todo conflicto bélico despierta azoro, incredulidad en las personas de buena fe, en el caso de un padre de la Iglesia Católica, que no quería más que seguir las enseñanzas de Cristo, aquel desconcierto es del todo claro y desata angustias y mil urgencias. La pequeña grey es el registro de cómo aquel sacerdote pensador y escritor acomete las tareas que le imponen su circunstancia y su condición en momentos en que España se parte en dos, abrupta y cruentamente. La Guerra Civil ocurre (no sobra insistir en el asunto, en especial desde este lado mexicano, donde tendría enormes, y benéficas, repercusiones) en un escenario múltiple que entraña no sólo los naturales conflictos políticos y sociales internos sino también, y en altísima medida, cuestiones internacionales de la mayor importancia, de tanto peso que desembocarían como se sabe en el estallido de la Segunda Guerra Mundial. En el centro de tal escenario, y en varios de sus flancos, se halla el papel que cumplirá la Iglesia. De un lado, y de un modo que tendría con los años un enorme costo para la propia institución y las funciones supuestas que habría de cumplir, la jerarquía eclesiástica española da su apoyo, embozada o manifiestamente, pero sin falta, de un modo que no admite fisuras, a los llamados “rebeldes”, es decir al usurpador Franco y sus huestes, validos del peor sentido oportunista, ejemplos perfectos del despliegue de la mala fe y de una intuición política puesta al servicio de los intereses más ruines. De otro lado, y cruzados literalmente por líneas de intereses encontrados, contradictorios y poderosísimos, los pastores humildes, los hombres que han hecho votos de obediencia y que no tienen nada más claro que la necesidad de aquella obediencia y el peso de su adscripción a un ente mayor, que es el que le da sentido, el que hace posible su ejercicio y sus derroteros: la misma Iglesia.
El conflicto puede verlo con transparencia porque lo vive con toda intensidad José María Gallegos Rocafull sucede entonces entre dos polos de grandísimos poderes de atracción: por un lado aquella Iglesia dadora de sentido y, por el otro, las enseñanzas de Cristo, que serían las que tendrían que dar el primer y el último sentido esencial de toda actividad y actitud del sacerdote. No es, a las claras, un conflicto simple a la luz de la circunstancia en la que acontece: un mundo de persecuciones, delaciones, pitazos, denuncias, oídos sordos, obuses, heridos, muerte. Por qué no estar con la legalidad, pregunta Gallegos Rocafull. ¿No era aquélla la obligación de la Iglesia? ¿Por qué el gobierno republicano, el gobierno legal o “lícito”, como prefiere llamarlo el autor, habría embestido en contra de la Iglesia y de sus representantes? El padre Gallegos Rocafull vive en consecuencia una situación límite que pone a prueba el peso de su vocación y de sus convicciones. El escritor Gallegos Rocafull da cuenta pormenorizadamente de cómo afronta aquella situación. Brillan aquí sus mejores cualidades: una memoria educada y ordenada; la claridad de un pensamiento que todo pondera y que lucha con buen éxito para esclarecer; la emoción inocultable que los hechos ocurridos van suscitando, la continua zozobra, el sobresalto apenas interrumpido por destellos más que fugaces de esperanza; y, no en medida menor, el despliegue de una prosa conveniente a perfección a la índole del largo e inapreciable testimonio.
Ante los oídos sordos y ensordecidos del campo español, el padre Gallegos se da a la tarea de dar a conocer, fuera de su territorio, las urgencias enormes del momento. Halla tribunas varias, viaja, viene y va, apela a la esperada comprensión papal, enfrenta el silencio obtuso de jerarcas diversos intentos de salidas políticas cuando lo que busca es clarificaciones teológicas, dicterios dogmáticos cuando trata de encontrar mejores vientos de convivencia. Sufre sin cesar, y el valor mayor de este libro está en el registro de ese sufrimiento: real, conmovedor, compartible más allá de la fe probable. Un registro de buena fe.
El escritor Hugo Hiriart, que fue discípulo suyo en la Facultad de Filosofía y Letras, ha preparado un prólogo breve y muy afortunado de esta obra de Gallegos Rocafull. Tal fortuna procede de la levedad con la que Hiriart ha conseguido una hondura auténtica para plasmar, en trazos a línea de dibujante de excepción, la humildad y la rectitud (valores que no abundan ciertamente en nuestros días) de aquel hombre español que, luego de aquella guerra nefasta, vendría a México a cumplir tareas de enseñanza y escritura valiosísimas, y que aquí moriría, hace algunos lustros, impartiendo una clase en la ciudad de Guadalajara. –
Ensayista y editor. Actualmente, y desde hace diez años, dirige la revista Cultura Urbana, de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México