Presencia de José Emilio Pacheco

A un año de la muerte de José Emilio puede tenerse la certeza de que sus libros irán ganando, según el modo en que pasa el tiempo, más y más vida.
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En los años cincuenta comienzan a aparecer los textos de un jovencísimo escritor mexicano poseedor de una insospechada y precocísima madurez y de una sensibilidad singular. Junto al de Carlos Monsiváis el nombre de José Emilio Pacheco no tarda en sobresalir en la revista del poeta Elías Nandino, Estaciones, en la que coordina, junto a su coetáneo y amigo Monsiváis, la sección Ramas Nuevas. En las revistas literarias Pacheco tendrá una larga y fructífera presencia desde entonces: en Diálogos (de El Colegio de México) y en la Revista de la Universidad especialmente. No habrá en el país, y en gran parte del mundo de habla española, una sola publicación seria que no reciba sus colaboraciones. En los año recientes, Letras Libres recibió prosas y textos suyos impecables.

La Universidad Nacional publica en 1963, en una sobria edición, el primer libro de poemas de José Emilio Pacheco, un libro que sorprende por la justeza y la hondura de cada una de sus piezas, entre las que destacaría, para siempre se diría, “La enredadera”:

Verde o azul, fruto del muro, crece;

divide cielo y tierra.

Con los años

se va haciendo más rígida, más verde,

costumbre de la piedra, cuerpo ávido

de entrelazadas puntas que se tocan,

llevan la misma savia, son una breve planta

y también son un bosque;

son los años

que se anudan y rompen;

son los días

del color del incendio;

son el viento que a través del otoño

toca el mundo,

las oscuras

raíces de la muerte

y el linaje

de sombra que se alzó en la enredadera.

Desde aquel libro, y en el aparecido un año después, publicado por Ediciones Era: los relatos de El viento distante, comienzan a circular delante del lector las preocupaciones constantes del autor: la percepción del inexorable paso del tiempo; la irrupción de lo imprevisto o inclusive lo fantástico en hendiduras de lo real o de la propia conciencia; la permanente apelación a la complicidad de los lectores, cuya compañía será en el caso de la obra de Pacheco un hecho auténtico, y no un recurso retórico.

A un año de la muerte de José Emilio puede tenerse la certeza de que sus libros irán ganando, según el modo en que pasa el tiempo, más y más vida. Me refiero no solamente a su obra que ha terminado por ser la de mayor celebridad entre las suyas, Las batallas en el desierto, sino a otros de narrativa, como El principio del placer o la novela Morirás lejos (de registros diversos, mundos distintos) y a su obra poética que cada vez ha ido cobrando más reconocimiento.

Testigo perennemente sorprendido dela fuga del tiempo (“a dónde van los días que pasan”), José Emilio Pacheco se empeñó en enriquecer nuestra memoria. Lo hizo sobre todo en su notabilísimo ejercicio de periodismo cultural, literario en la columna Inventario, que mantuvo en la revista Proceso durante años. Esta puesta en vida de la historia ida vamos a extrañarla todos, habituados felizmente a esos encuentros imprevistos con lo que nos precedió y en más de un sentido nos explica.

 

 

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Ensayista y editor. Actualmente, y desde hace diez años, dirige la revista Cultura Urbana, de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México


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