Las cinco paradojas de la modernidad de Antoine Compagnon

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Ante la confusión posmoderna –dice Compagnon– resultan más que tentadoras la severidad y la dignidad. En efecto, desde que a finales de los ochenta Alain Finkielkraut anunciara la “derrota del pensamiento”, hasta el último título que Tony Judt alcanzó a publicar: Ill fares the land (2010), no han faltado las voces de quienes se resisten a las sirenas de la banalidad y el caos a las que estamos expuestos hoy en día. Y a menos de que se practique cierta modalidad del cinismo, clamar en contra de la pérdida de sentido de la vida contemporánea se impone casi como una obligación. En ese contexto, incluso Vargas Llosa ha hablado hace poco de la sociedad del espectáculo intentando definir precisamente esto: buena parte de la confusión actual proviene de la primacía de lo efímero, de una sobredosis de lo coyuntural y sin continuidad posible dentro de una época que privilegia el llano “pasársela bien”.

Sin embargo, dichas manifestaciones de la ética indolora y “presentista” (el léxico es de Vargas Llosa), ¿son solo ejemplos descarados de la inconsciencia general? Algo que me gusta de Las cinco paradojas de la modernidad es que para su autor las cosas podrían ser mucho más complicadas. Tras aquello que en las últimas décadas del siglo pasado comenzamos a distinguir como el vacío posmoderno, Compagnon advierte una crisis severa de la cultura y de la conciencia, tanto en sus grados colectivos como individuales. De modo que bajo las señales de esta exaltación de lo efímero el autor distingue un fuerte rechazo (razonado o instintivo) de los valores que apenas ayer determinaban nuestras formas de entender el mundo y su historia. Conceptos clave para nuestros padres, como originalidad, profundidad, autenticidad y novedad ya no convencen a nadie. Y si hoy podemos hablar de modernidad, sostiene Compagnon, es porque hemos salido de ella. ¿A nombre de qué buscar entonces un retorno adonde ya no hay nada?

Las cinco paradojas de la modernidad es un libro breve pero de innegables y amplias repercusiones, sobre todo teniendo en cuenta que la edición original en francés apareció en 1990. Desde entonces ha transcurrido un periodo decisivo en el que el vasto universo de la web y la mátrix vertiginosa de la tecnología se han erigido en el maelstrom de una transformación definitiva de nuestros modos de entendimiento. En este sentido, me parece que una línea de lectura que dé seguimiento a la reflexión sobre el declive de la modernidad podría partir de Benjamin y Adorno, detenerse en las meditaciones de Finkielkraut y Compagnon para concluir, provisionalmente, con Los bárbaros (2006), de Alessandro Baricco. Las páginas de este tienen su origen (por cierto, no reconocido explícitamente) en el pequeño y profético ensayo de Benjamin “Experiencia y pobreza”. Asimismo, Compagnon comparte con Adorno y Baricco la idea de una modernidad genéticamente ambivalente, paradójica. Más aún: si para una historia evangélica de la modernidad todo comenzó con Baudelaire, a Compagnon le seduce la posibilidad de un Baudelaire como génesis de la posmodernidad. Nada menos.

Para explicar esta aparente provocación reseñaré groseramente (siguiendo apenas el título de las secciones) las cinco paradojas a las que alude el libro: 1. El prestigio de lo nuevo (la novedad no fue solo esa bestia negra que terminó devorándose a sí misma: era también la posibilidad de lo irrepetible –el aura bejaminiana– en oposición a las series estándar de la mercancía), 2. La religión de futuro (hay un punto en donde modernidad y vanguardia se distancian). El culto a un mañana abstracto fue fundamentalmente una de las formas de militancia de toda vanguardia utópica; sin embargo existieron modernos que desconfiaron siempre de la modernización, 3. Teoría y terror (la necesidad baude-laireana de una conciencia crítica derivó en una perversión: se convirtió en exigencia teórica y especulativa, en revolución con programa), 4. El club de los engañados (Duchamp llevó el arte hasta sus límites, ahí donde es imposible distinguirlo ya de lo que no es… Corresponderá a las élites desangeladas de los connaisseurship –el nicho confinado de los museos y las universidades, de la crítica y las galerías– o a la lógica mediática del mercado decidir qué es arte y qué no), y 5. Posmodernismo y palinodia (para Nietzsche la modernidad equivalía a la decadencia, a la enfermedad de la historia. La posmodernidad sería entonces una convalecencia, una salida de la dialéctica del tiempo que ha renunciado a los presupuestos de la innovación como superación crítica. La modernidad en sentido baudelaireano, concluye Compagnon, incluía la posmodernidad).

Baudelaire como profeta de una posmodernidad alternativa… Aquí se encuentra, sin duda, la médula explosiva de Las cinco paradojas de la modernidad. Ahora bien, ¿cómo reconciliar al dandi melancólico e irascible de Las flores del mal con nuestra nueva episteme a lo Google: esencialmente un universo de citas de orígenes diversos y sin jerarquía cuyo montaje ya no es explosivo? ~

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(ciudad de Mรฉxico, 1963) es poeta, ensayista y editor. Actualmente es editor-in-chief de la revista bilingรผe Literal: Latin American Voices.


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